SENDA DEL CELORIO Y COLUMPIO DE PARADILLA
near Geras, Castilla y León (España)
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Itinerary description
LA RUTA EN FOTOGRAFÍAS:
SENDA DEL CELORIO Y COLUMPIO DE PARADILLA DE GORDÓN (15-08-2023)
MIS RUTAS CERCANAS:
PEÑA DEL PALO-PEÑA DE LOS MACHAOS-ALTO DE LA VIESCA-PICO FELICIANO (descenso por el desfiladero de Los Calderones)
HAYEDO LA BOYARIZA- PICO EL CELLERÓN- FOZ DE PALANCO
FOZ DE FOCELTORNO-ALTO DE LA ENSANCHA-MONTES TIJERA-VEGA CERCADA-FOZ DE PALANCO
RUTA DE LOS PUERTOS DE VERANO Y PEÑA EL AVESEO (Desde Cabornera)
GERAS DE GORDÓN-FOCELTORNO-PUERTOS DE MELEROS-LA SILLA-CERRO PEDROSO-HAYEDO LA BOYARIZA-GERAS DE GORDÓN
FOZ DE FOCELTORNO-FOZ DE MELEROS-PICO LA CARBA-FOZ DE PALANCO-GERAS
PIEDRASECHA-PORTILLA DE LUNA-PICO AMARGONES-DESFILADERO DE LOS CALDERONES-PIEDRASECHA
PICO DE LAMAZO Y PICO DE VEGA CERCADA (Desde el Puerto de Aralla)
RUTA DE LOS PUERTOS DE VERANO (Desde Cabornera)
GERAS DE GORDÓN-RUTA LA GRIL-ALCEO-FOLLEDO-PEÑA RUBIA-GERAS DE GORDÓN
GERAS DE GORDÓN-RUTA LA CUENCHA-PICO DEL CASTRO-ALTO DE LA MAJADA DEL COJO-GERAS DE GORDÓN
GERAS DE GORDÓN-FOZ DE FOCELTORNO-FOZ DE MELEROS-CERRO PEDROSO-PUERTO DE ARALLA-GERAS DE GORDÓN
FOZ DE FOCELTORNO-FOZ DE MELEROS-PICOS LA CARBA Y LA SILLA-REFUGIO DE BRAÑAREDONDA-HAYEDO LA BOYARIZA
MIRANTES DE LUNA-ALTO DE SAÑEDO-PEÑA DE LOS REFOYOS-MONTES TIJERA-MIRANTES DE LUNA
EL LLAR DEL TRASGU-HAYEDO DE LAS NAVARIEGAS-FOZ ESCURA-PICO FELICIANO-HAYEDO DE LA HUERGA
PUERTO DE ARALLA-ALTO DE JUNCANAL-PEÑA MISERINA O LA CRUZ-CERRO PEDROSO-PICO DE LAMAZO-PICO DE VEGA CERCADA-GERAS DE GORDÓN
Waypoints
PRIMER PANEL
Celorio viene al mundo fuera de tiempo, a sangre, de nalgas: su madre lo nace en las tierras, en Geras, y su padre, comadrón por necesidad, deja en claro la azada para arrancárselo del vientre a fuerza de manos, que las tiene como garras. De aquello le queda a Celorio un hablar timbrado, la frente desacostumbradamente ancha, unos ojos afilados y como llenos de agua, y cierta apariencia de ave zancuda; le queda también el cuello rígido y un no poder acostarse para dormir, ni para nada, cosa que hace de pie, estribado en una estaca, en una sebe, o contra un árbol, o en cualquier sitio si tiene gana.
SEGUNDO PANEL
Cuando pequeño, la primera vez que lo llevan a la escuela, se pierde durante el recreo, la segunda se escapa y la tercera no va. En realidad, no huye: le tiene gusto a subir como otros escogen arrastrarse: trepa al crestón de granito de Paradilla que domina el valle y gasta allí las horas mirando el cielo de frente, que hacia arriba no es capaz, o espigando guijarros de colores en los quiebros de las torrenteras, jaulas de luz que luego intercambia por un rato de amistad entre los otros críos del pueblo. El maestro entiende cabal dejarlo en paz, porque Celorio sin duda está loco y el maestro no está para locos.
TERCER PANEL
Un día Celorio hace aparte y cuenta una treintena de guijarros, los mejores de su colección: casi un millar. Busca al Paco, de quien no recuerda un solo agravio, y le entrega el regalo. El Paco, un rapaz de naturaleza reposada, desorbita los ojos al recibir el tesoro, hipa de gozo y dice «Gracias», no dice nada más porque no lo espera y porque, a su idea, no tiene cosa alguna con que agradecer. Celorio, que no entiende de deudas, le taja una de sus miradas y resuelve con voz campanuda: «Luego de muerto, que me entierren arriba, tú sabes, entre los peñascos, cara al cielo, que ahora nunca puedo verlo».
CUARTO PANEL
Veinte años después, mediada la guerra, al Paco lo reclutan de oficio porque tiene hechuras y conoce el monte. Le dan un fusil y una gorra y lo mandan a vigilar desde lo alto las maniobras del enemigo. El Paco obedece y vigila y no ve nada durante meses, hasta que una tarde, él y otros tres son convocados a las afueras del pueblo por el capitán, un tipo ventrudo con trazas de asesino, para cuadrar un pelotón de fusilamiento: van a ejecutar al Celorio, a quien han encontrado la noche anterior dormido en la tienda de mando, y como que dormía de pie y tampoco se avino a explicarse, lo juzgan de espía.
QUINTO PANEL
El negocio queda emplazado para el atardecer. Llega la hora, solos capitán, pelotón y reo; se lee la sentencia y se organiza el tinglado; a la voz de fuego, al Paco lo ciega el recuerdo de los guijarros, se llena de coraje, maldice el reglamento y apunta alto; los otros, que también conocen al Celorio, deciden, cada uno a su manera, matarlo sólo un poco, y el infeliz cae al suelo con dos balazos en un hombro y otro en el vientre, pero cae tan falto de ministerio, que se tronza el cuello contra un pedrusco y va contrayéndose hasta quedar así, acurrucado, paralizado pero vivo, gimiendo de estupor como un niño.
SEXTO PANEL
El capitán estalla en blasfemias, luego escupe sobre el cuerpo, desenfunda la pistola y se apresta a propinarle el tiro de gracia. «Si lo hace, lo reviento», oye a su espalda, y se vuelve: el Paco lo está encañonando ahora. «¿Me entiende, cabrón? ―el Paco insiste, tiene los ojos anegados de guijarros de colores―: ¡Si aprieta el gatillo, juro por dios que lo reviento!» El capitán vuelve a escupir: «¡Imbécil!», masculla con indiferencia suicida mientras amartilla el arma y apunta a la sien del caído. El disparo se produce a bocajarro: suena como un golpe de agua abierta, y apenas si tiene persistencia, excepto por el eco.
SÉPTIMO PANEL
El cuerpo del capitán voltea y se desmorona como una corteza seca; los demás, perplejos, ni se mueven cuando el Paco se vuelve contra ellos, interrogándolos en silencio. Un instante después, se ahombra al moribundo y lleva el paso hacia Paradilla, hacia lo alto, «tú sabes». Los otros lo dejan ir sin mediar palabra; esperan allí las cinco horas que le toma subirlo a la cumbre para tenderlo cara arriba, entre las rocas; esperan todo el tiempo que vela su agonía mientras lo escucha susurrar poniendo nombre a tantas estrellas que nunca ha visto; esperan a que lo entierre y esperan aún más, hasta su vuelta.
OCTAVO PANEL
Amanece cuando regresa. Para entonces, sus compañeros han acordado un informe donde la muerte del capitán sobrevino como consecuencia del rebote fatal de una bala. El Paco se opone, no entiende el porqué de arriesgarse por su causa. Uno de ellos, uno de su mismo pueblo, responde con otra pregunta: «¿Y por qué lo hiciste tú?». Al Paco se le vienen de nuevo los guijarros a la mirada: siente rabia: no quiere llorar, pero sus ojos destellan. «Por un amigo», contesta. «Ya…», replica su paisano con voz ahogada; mira al punto a los otros y zanja de una vez la polémica: «Pues por lo mismo nosotros».
EL TRASGU DE PARADILLA
Soy el guardián de la tierra que pisas, del bosque que admiras. Sé de cada haya, cada tejo,cada acebo, cada roble. Me guardo entre los espinos y los piornos, sesteo en las praderas cuajadas de flores, me embeleso con las espirales ascendentes de los buitres y los colores del lagarto en su apareo. Juego con la nutria en los torrentes, imito el sonido del águila, la úlula y la abubilla, el ladrido del corzo, observo el trajín del oso, del zorro y del tejón y me asomo a las loberas cuando nacen las crias. Solo me verás aquí durante el día porque cuando oscurece me acerco a las casas, cambio los enseres del sitio. hago trenzas con los cabellos de los que juntos duermen, ruidos como de crujir de tablas, espanto a los animales en los establos. Todo esto te digo, visitante, para que cuides del monte o andaré de mudanza en tu casa esta misma noche. El Trasgu de Paradilla
NOVENO PANEL
En los cauces más humildes se orilla el cosmos ¿Acaso no veis el fragor de la infancia suicidándose entre las salgueras, el sol esquivando las hojas, el jugo agraz del vientre de las jóvenes, el sonoro chapoteo del vadeo de las caballerías, la piel quemada, los sueños que ya no recordamos, los reflejos balbuceantes de los guijarros, la marea entrecortada de las praderas, los ojos para siempre abiertos de los ajusticiados bajo las torrenteras? A los cauces más oscuros se vinieron las altas candelas de la noche Juan Carlos Pajares
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