Sendero de la Garganta del Capitán, P.N. Los Alcornocales, Algeciras (Cádiz)
near Algeciras, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Comenzamos nuestra ruta de hoy siguiendo la señalización de "Ruta de la Garganta del Capitán", situada a escasos metros de donde aparcamos el vehículo. Este punto es el inicio y final del sendero.
Atravesamos una angarilla, que dejamos cerrada una vez accedimos a la pista forestal por donde transcurría el camino, y, en ligero ascenso, alcanzamos el Arroyo de la Fuente Santa, que baja hasta aquí desde los Cerros de las Esclarecidas.
Llegamos a un cruce de caminos y seguimos en línea recta, dejando a nuestra derecha el camino por el que, más tarde, regresaríamos hasta este punto; disfrutamos de unas bonitas imágenes del entorno y accedimos al Llano de las Tumbas.
Unas señales nos indicaron el camino a seguir para llegar a las tumbas antropomorfas.
De estas tumbas antropomorfas, talladas en roca de arenisca, como la gran mayoría de las encontradas en el P.N de Los Alcornocales, no se tienen pruebas fehacientes sobre su datación y utilización. Algunos autores sostienen que pudieron emplearse como elementos de inhumación; otros, sin embargo, piensan que pudieron utilizarse como etapa preparatoria previa de la momificación.
Sorprende, también, que no se hayan encontrado tapaderas de piedra que se correspondan con estas tumbas.
Respecto a la cronología de las mismas, podrían abarcar desde la Edad de Bronce, hacia el 1000 a.C., hasta tiempos paleocristianos, sobre el 700 d.C.
Una vez visitadas las tumbas antropomorfas, continuamos el sendero y llegamos a una estrecha vereda que nos condujo, por la parte alta de la Garganta del Capitán, hacia una presa hidráulica, a la cual está prohibido el acceso, pero desde donde pudimos observar la Cascada o Chorrera del Capitán, así como alguna de las pozas del Arroyo del Botafuegos.
Volvimos sobre nuestros pasos y a los 500 metros, aproximadamente, de la presa, giramos a la izquierda; descendimos por una vereda poco marcada y a los 100 metros de este último desvío, giramos a la derecha. Continuamos en descenso y nos topamos con señalización de la Tumba del Capitán que nos hizo girar, nuevamente hacia la derecha.
Se trata de una enorme mole de piedra en la que figura la inscripción “Aquí yace Gabriel Moreno que falleció el 13 de junio de 1834 a los 77 años de edad”. Cuenta la leyenda que allí está enterrado Gabriel Moreno Pantisco, soldado ilustre apodado “El Capitán” a causa del uniforme y los galones que llevaba al regresar a España. Acabó formando un grupo de contrabandistas y bandoleros por las Sierras de Algeciras; murió de un tiro al huir de la justicia y en la misma piedra donde cayó, la de la inscripción, lo sepultaron sus compañeros.
También cuenta la leyenda que, en las noches oscuras, cuando no luce la luna, el Capitán Moreno se aparece en un caballo blanco buscando a una persona que no le tenga miedo para revelarle el lugar donde están escondidos sus tesoros.
La verdadera historia es que ahí yace Gabriel Moreno Cantalejo, que trabajaba en el Molino San José. Allí la muerte le visitó a causa del cólera mórbido, que azotó a la ciudad de Algeciras en el siglo XIX. Cerca del molino le dieron sepultura a su cadáver, labrándose una cruz en piedra con la inscripción anteriormente comentada.
Una vez vista la Tumba del Capitán, abandonamos la zona y nos dirigimos hacia el Arroyo de Botafuegos para descubrir el primero de los dos molinos que visitamos durante el recorrido: El Molino de Enmedio.
Rodeado por la arboleda de la garganta, apenas muestra entre la espesura vegetal que lo rodea, los muros de su edificio principal.
En su parte trasera, entre un espeso zarzal, se adivina el arco de sillares sobre el que corre el cao, el canal que conduce el agua hasta el cubo. Pero lo que más nos llamó la atención en el Molino de Enmedio fueron las hiedras, de gruesos troncos ramificados como candelabros, que crecen sobre sus paredes. Parece como si, poco a poco, se estuvieran apoderando de sus muros, como si trataran de ocultarlo bajo las espesuras vegetales de sus ramas.
Continuamos por una vereda que, a modo de callejón, cruzaba por entre un denso matorral donde abundaban los espinos y las zarzas, las madreselvas, las zarzaparrillas, los rosales silvestres…
Oyendo siempre el ruido provocado por la corriente de las aguas del arroyo, que bajaban por nuestra izquierda, llegamos pronto, apenas recorrido 400 m., a un claro en la vegetación en la que encontramos las ruinas del segundo molino: el conocido como “Molino de San José”.
Se trata de lo que fue una gran instalación que tiene su origen en el siglo XVIII, de dos plantas que albergaba los ingenios molineros y, formando ángulo recto con él, otra gran construcción en ladrillo, de una planta, en la que se encontraban las dependencias complementarias del molino.
Entre las ruinas del molino aún se conservan viejas piedras de moler, así como varias pilas labradas de una pieza en grandes bloques de arenisca y también algunas piedras “volanderas” o móviles, denominadas “piedras francesas”, conservando éstas aún, en su aro metálico central y en su superficie, inscripciones que atestiguan su origen.
Una vez curioseado el Molino de San José, continuamos el recorrido y llegamos a una gran arboleda, junto al arroyo.
Accedimos al cruce por el que habíamos pasado al inicio del sendero, a la altura del Arroyo de la Fuente Santa, e iniciamos el camino de regreso. Pasamos por una zona de ganado y muy cerca del punto de llegada, conocida como “Matapuercos”, nos desviamos a la derecha para ver una colonia de buitres que suponíamos que había por esa zona. En nuestro caso y en día de hoy, no hemos visto nada, una pena.
Y, a partir de aquí, ya nos dirigimos hacia nuestro vehículo.
Una ruta muy interesante y amena que, sin duda, ha merecido el pequeño esfuerzo de hoy
Atravesamos una angarilla, que dejamos cerrada una vez accedimos a la pista forestal por donde transcurría el camino, y, en ligero ascenso, alcanzamos el Arroyo de la Fuente Santa, que baja hasta aquí desde los Cerros de las Esclarecidas.
Llegamos a un cruce de caminos y seguimos en línea recta, dejando a nuestra derecha el camino por el que, más tarde, regresaríamos hasta este punto; disfrutamos de unas bonitas imágenes del entorno y accedimos al Llano de las Tumbas.
Unas señales nos indicaron el camino a seguir para llegar a las tumbas antropomorfas.
De estas tumbas antropomorfas, talladas en roca de arenisca, como la gran mayoría de las encontradas en el P.N de Los Alcornocales, no se tienen pruebas fehacientes sobre su datación y utilización. Algunos autores sostienen que pudieron emplearse como elementos de inhumación; otros, sin embargo, piensan que pudieron utilizarse como etapa preparatoria previa de la momificación.
Sorprende, también, que no se hayan encontrado tapaderas de piedra que se correspondan con estas tumbas.
Respecto a la cronología de las mismas, podrían abarcar desde la Edad de Bronce, hacia el 1000 a.C., hasta tiempos paleocristianos, sobre el 700 d.C.
Una vez visitadas las tumbas antropomorfas, continuamos el sendero y llegamos a una estrecha vereda que nos condujo, por la parte alta de la Garganta del Capitán, hacia una presa hidráulica, a la cual está prohibido el acceso, pero desde donde pudimos observar la Cascada o Chorrera del Capitán, así como alguna de las pozas del Arroyo del Botafuegos.
Volvimos sobre nuestros pasos y a los 500 metros, aproximadamente, de la presa, giramos a la izquierda; descendimos por una vereda poco marcada y a los 100 metros de este último desvío, giramos a la derecha. Continuamos en descenso y nos topamos con señalización de la Tumba del Capitán que nos hizo girar, nuevamente hacia la derecha.
Se trata de una enorme mole de piedra en la que figura la inscripción “Aquí yace Gabriel Moreno que falleció el 13 de junio de 1834 a los 77 años de edad”. Cuenta la leyenda que allí está enterrado Gabriel Moreno Pantisco, soldado ilustre apodado “El Capitán” a causa del uniforme y los galones que llevaba al regresar a España. Acabó formando un grupo de contrabandistas y bandoleros por las Sierras de Algeciras; murió de un tiro al huir de la justicia y en la misma piedra donde cayó, la de la inscripción, lo sepultaron sus compañeros.
También cuenta la leyenda que, en las noches oscuras, cuando no luce la luna, el Capitán Moreno se aparece en un caballo blanco buscando a una persona que no le tenga miedo para revelarle el lugar donde están escondidos sus tesoros.
La verdadera historia es que ahí yace Gabriel Moreno Cantalejo, que trabajaba en el Molino San José. Allí la muerte le visitó a causa del cólera mórbido, que azotó a la ciudad de Algeciras en el siglo XIX. Cerca del molino le dieron sepultura a su cadáver, labrándose una cruz en piedra con la inscripción anteriormente comentada.
Una vez vista la Tumba del Capitán, abandonamos la zona y nos dirigimos hacia el Arroyo de Botafuegos para descubrir el primero de los dos molinos que visitamos durante el recorrido: El Molino de Enmedio.
Rodeado por la arboleda de la garganta, apenas muestra entre la espesura vegetal que lo rodea, los muros de su edificio principal.
En su parte trasera, entre un espeso zarzal, se adivina el arco de sillares sobre el que corre el cao, el canal que conduce el agua hasta el cubo. Pero lo que más nos llamó la atención en el Molino de Enmedio fueron las hiedras, de gruesos troncos ramificados como candelabros, que crecen sobre sus paredes. Parece como si, poco a poco, se estuvieran apoderando de sus muros, como si trataran de ocultarlo bajo las espesuras vegetales de sus ramas.
Continuamos por una vereda que, a modo de callejón, cruzaba por entre un denso matorral donde abundaban los espinos y las zarzas, las madreselvas, las zarzaparrillas, los rosales silvestres…
Oyendo siempre el ruido provocado por la corriente de las aguas del arroyo, que bajaban por nuestra izquierda, llegamos pronto, apenas recorrido 400 m., a un claro en la vegetación en la que encontramos las ruinas del segundo molino: el conocido como “Molino de San José”.
Se trata de lo que fue una gran instalación que tiene su origen en el siglo XVIII, de dos plantas que albergaba los ingenios molineros y, formando ángulo recto con él, otra gran construcción en ladrillo, de una planta, en la que se encontraban las dependencias complementarias del molino.
Entre las ruinas del molino aún se conservan viejas piedras de moler, así como varias pilas labradas de una pieza en grandes bloques de arenisca y también algunas piedras “volanderas” o móviles, denominadas “piedras francesas”, conservando éstas aún, en su aro metálico central y en su superficie, inscripciones que atestiguan su origen.
Una vez curioseado el Molino de San José, continuamos el recorrido y llegamos a una gran arboleda, junto al arroyo.
Accedimos al cruce por el que habíamos pasado al inicio del sendero, a la altura del Arroyo de la Fuente Santa, e iniciamos el camino de regreso. Pasamos por una zona de ganado y muy cerca del punto de llegada, conocida como “Matapuercos”, nos desviamos a la derecha para ver una colonia de buitres que suponíamos que había por esa zona. En nuestro caso y en día de hoy, no hemos visto nada, una pena.
Y, a partir de aquí, ya nos dirigimos hacia nuestro vehículo.
Una ruta muy interesante y amena que, sin duda, ha merecido el pequeño esfuerzo de hoy
Waypoints
Comments (3)
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I have followed this trail verified View more
Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
Ruta muy completa y fácil de seguir.
Silvia, me alegro que te gustara la ruta, realmente es bonita. Graciaaaaaas por tu comentario y tu valoración 🙂
Thank you for sharing the route, the pics and your lovely description, we will be trying this route next week