Sendero de las Encañizadas PR - MU 65. El Camino de la Sal.

Continuando con las rutas cercanas a mí base en la Torre de la Horadada hoy toca un sencillo paseo por PR - MU 65 Sendero de las Encañizadas, lo inicio en el Centro de Visitantes “Las Salinas”, ahora cerrado debido a obras de remodelación antes Centro de Investigación y Conservación de los Humedales "Las Salinas", está situado junto a la rotonda de entrada al Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro, que se encuentra coronada con una escultura de dos flamencos en cortejo, en la Avenida del Puerto. Me dirijo hacia el interior del parque primero porque con este calor salgo por la tarde pasada la siesta y dejo para última hora ya de noche la parte más monótona y menos interesante. El sendero es de pequeño recorrido (PR) a través de las marcas blanca y amarilla de poco más de 12 Km y circular, que se puede hacer en unas dos horas y media o poco más, con las fotos, voy en dirección al Pinar de Coterillo, caminando sobre la pasarela, a veces elevada sobre las charcas salineras hasta llegar a la Curva de la Culebra donde nos uniremos a la Senda de Coterillo para dirigirnos, en dirección sur y paralelos a la carretera bordeando el Pinar. Estas charcas son de gran importancia para la conservación de las aves nidificantes, migratorias e invernantes.
Cruzaremos el aparcamiento y zona recreativa hasta llegar a la Estación de Acuicultura Marina Imida, cruzaremos la carretera para marchar en dirección sur hasta las playas de la Llana. A partir de aquí, se puede ir por la playa o por detrás de la playa de la Llana, pero lleva un tiempo cerrada la entrada por motivos de conservación, protegidos por un vallado de malla cinegética, queriendo ser respetuoso con la naturaleza, me voy al límite de la valla sin traspasarla, por una senda sobre elevada de la playa con un depósito de arribazones de 'Posidonia oceanica' que han retirado de la arena y dificultan algo el paso, la valla termina tras unos 650 metros y ya está el parque abierto y está permitido entrar en él. Se pueden ver flamencos y muchas gaviotas, también fartet (pescado autóctono y en peligro de extinción), flamencos, zarapitos, cigüeñuelas, garzas, etc. Tener en cuenta que no hay ninguna sombra por eso salgo tarde para volver oscureciendo, es una zona de fuerte sol y calor. Suelos arenosos, que junto con las pequeñas gotas de agua cargadas de sal y arrastradas por el viento, hacen solo posible la adaptación de las plantas especializadas (halófitas), por su tolerancia al exceso de sal. Los pinos carrascos se muestran tumbados por este motivo, lentisco, juncos, carrizos, etc. Las dunas y arenales costeros están delimitados con barreras y vallas, para no salirse de los recorridos disponibles. Termino por llegar a la “Punta de Algas” donde podemos ver la conexión entre el Mediterráneo y el Mar Menor, con los edificios de La Manga enfrente, podemos ver la Encañizada, zona fangosa llena de plantas marineras y algas; es el paso natural de agua entre el Mediterráneo y el Mar Menor. Cambio el rumbo dirección oeste, por terreno, más firme, continuando por las charcas salineras (hoy las protagonista de esta ruta). A la izquierda, distinguiremos el uso de pesca tradicional de las Encañizadas. Este arte tradicional aprovecha el pasillo natural de comunicación entre las aguas del Mar Menor y Mar Mediterráneo, y mediante un laberinto de cañas atrapa a los peces en sus movimientos estacionales. Continuaremos el camino hacia el norte, entre las aguas del Mar Menor y las charcas salineras hasta llegar al Molino de la Calcetera que junto al Molino de Quintín, se utilizaba para el llenado de las salinas, desde donde se extiende una red de canales comunicados entre si, a través de los cuales, el agua llega de unas lagunas a otras. Es aquí donde se origina todo el proceso salinero, en el Mar Menor. Poco antes de finalizar la gran recta descubriremos los populares “baños de lodo”, a los que se les atribuyen propiedades terapéuticas y curativas. Cerraremos la vuelta completa del sendero, marchando por el paseo urbano que, junto al límite del parque, nos conduce de nuevo a la rotonda desde donde comenzamos el recorrido, camino el Parque Regional casi en su totalidad, disfrutando de sus paisajes.

El Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar fue declarado Espacio Natural en 1985. Debido a sus excepcionales valores naturales y culturales, está incluido en la lista de los Humedales de Importancia Internacional (Convenio RAMSAR) y es Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), por lo que está dentro de la Red Natura 2000 de la Unión Europea. El buen clima a lo largo de todo el año y la suavidad de los terrenos de San Pedro del Pinatar, hacen del Parque Regional un lugar idóneo para la práctica del senderismo y de la bicicleta por los senderos y carriles habilitados para ello. Además, este espacio natural es un lugar indicado para la observación de numerosas aves acuáticas que viven o visitan los estanques salineros y su entorno.

Recomendaciones para los visitantes
El Parque reúne varios ecosistemas muy frágiles y delicados, como las dunas naturales, por lo que debemos transitar sólo por los senderos señalizados y pasarelas de acceso a las playas, para no dañar la vegetación y no molestar a la fauna. Está prohibido hacer fuego, acampar, llevar perros sueltos y aparcar fuera de los recintos autorizados.



ADENDA:
Dentro de esta ruta, hemos hecho en su totalidad “El Camino de la Sal”, pues coincide con la explotación salinera, que contribuyendo a configurar este paisaje. Recorremos el trayecto que hace el agua de mar hasta convertirse en uno de los ingredientes principales en nuestra mesa, un sal que se extrae de este parque regional y cuya actividad salinera es fundamental para su existencia y conservación cumpliendo así, una importante función ecológica. Con el sol y el ingenio y la tecnología desarrollada por el hombre, el agua del mar se convierte en toneladas de sal, siendo un vivo ejemplo del aprovechamiento de los recursos, que dan como resultado un ecosistema capaz de sustentar una alta diversidad. La sal es la única roca comestible por el hombre y probablemente el condimento más antiguo utilizado por el ser humano, su importancia fue tal que en ocasiones ha marcado el desarrollo de la historia, moviendo las economías, siendo objeto de impuestos, monopolios o guerras. Las salinas de San Pedro están estratégicamente situadas entre el Mar Mediterráneo y el Mar Menor, de este último extrae sus aguas para elaborar su producto básico, la sal, una sal especial porque cristaliza con agua de este pequeño mar interior que posee una alta concentración de oligoelementos y una mayor salinidad que la del Mediterráneo, una sal que tiene la singularidad de producirse en un espacio natural protegido, donde los diferentes gradientes de los estanques salineros, muestran una variedad cromática en sus aguas que reflejan desde el azul del mar hasta el rosa intenso y donde la riqueza faunística de las especies que habitan este Parque Regional impresiona a los visitantes,se mantuvieron a lo largo del tiempo con desigual aprovechamiento. En época medieval, fueron propiedad de la Corona de Castilla, que las donó a la Orden Franciscana, pasando después de forma gradual a ser propiedad del Concejo de Murcia, quien las contabilizó como bien propio a partir de 1471 pero cediendo su arriendo a distintas familias a lo largo del tiempo, siendo de esta época las primeras referencias documentales sobre su antigüedad. En el siglo XVI el rey Felipe Il dispuso que la Corona recuperase el dominio de todas las salinas, monopolizando así el tráfico de sal, prohibiendo su exportación sin que interviniera la Corona y obligando a los consumidores a proveerse de sal en los almacenes oficiales. Durante el tiempo que duró el llamado "estanco de la sal”, la supervisión se hacía a través de los administradores jefes de los 22 distritos salineros que englobaban las 91 salinas que había en explotación en el siglo XIX en toda España. San Pedro, pertenencia a las salinas del partido de Murcia, junto con Sangonera, Jumilla, Molina de Segura, Socovos, Calasparra, Caravaca y Moratalla.
En esa época, llegaban buques extranjeros procedentes de Noruega o Suecia para cargar sal en estas salinas y además desde aquí, se abastecía de sal a los almacenes de El Palmar y Murcia por tierra y a los de Mazarrón y Aguilas por mar. Tras declararse libre la industria de la sal, Manuel García Coterillo un empresario gallego, compra estas salinas en 1880 y decide mejorar sus instalaciones. Una de estas mejoras fue la unión de las tres pequeñas salinas que había: Principal, Renegada y Hospital y la construcción de varios molinos. Es a partir de entonces cuando se las conoce como las Salinas de Coterillo, debido al apellido del nuevo dueño. Sus herederos las venderán a principios del siglo XX a un grupo de socios que constituyen una mancomunidad para gestionarlas, llamada "Mancomunidad de las Salinas Marítimas de San Pedro del Pinatar". Esta sociedad amplió en 1906 los charcos salineros, ganándole terreno al Mar Menor mediante la mota que va desde el molino Quintín al molino de la Calcetera. Pero la compañía perdió a varios de sus directivos en un accidente de automóvil y las salinas fueron vendidas en 1920 a Salinera Española.Después de la Guerra Civil la producción empezó a mecanizarse sustituyendo la tracción animal con vacas y mulas por tractores y camiones. También se abrió una tienda y un comedor para los trabajadores y en 1943 se construyó un embarcadero para cargar sal en el dique norte del actual puerto. En los años 60 y 70 se mejora la mecanización de los trabajos de extracción, lavado, centrifugado, transporte y apilado de la sal y ya en los 90 se impulsa la automatización del empaquetado de envases de sal. En los últimos años, tras las inversiones realizadas por Salinera Española, estas salinas se han convertido en una de las factorías más modernas y avanzadas en materia de alimentación y usos domésticos de la sal. Las salinas de San Pedro conforman un paraje natural privilegiado y la actividad salinera que se desarrolla en él es fundamental para su existencia, conservación y equilibrio cumpliendo así, una importante función ecológica, siendo el complejo de humedales más importante del entorno del Mar Menor. Con una superficie de 856 hectáreas y una producción media de unas 90.000 toneladas de sal al año, la sal se elabora partiendo del agua del Mar Menor y mediante un proceso natural de precipitación se obtiene el cloruro sódico o sal. Este proceso responde a un ciclo anual, aunque la evaporación tiene lugar entre los meses de primavera y verano. La fecha indicada para extraer la sal depende de muchos factores como el clima, el riesgo de lluvias, etc. pero suele realizarse entre septiembre, octubre y noviembre, donde se pueden ver los cristalizadores cuajados con el blanco elemento. Hay diversos tipos de lagunas o estanques según los niveles de concentración de cloruro sódico, estos charcos están comunicados por una red de canales a través de los cuales, por acción de la gravedad y mediante dos puntos bombeo situado en el Molino Quintín y el de la Calcetera, permiten llevar agua de unas lagunas a otras. El agua es bombeada desde el Mar Menor y entra por una red de canales con una salinidad de entre 3 ó 4 grados hasta los estanques almacenadores, de ahí pasa por distintos calentadores donde van precipitando los diferentes compuestos (sulfatos, carbonatos, etc.), para después llegar a los calentadores de cabecera situados junto a los estanques cristalizadores. Por último la salmuera, que poco a poco ha ido concentrándose en su paso por los distintos estanques salineros, llegará a los cristalizadores, donde habrá obtenido una salinidad aproximada de 27 grados y será donde, llegado el momento, las sales empezaran a precipitar pues no pueden seguir disueltas en tan poco líquido. Es entonces cuando veremos aflorar los primeros cristales que más tarde y poco a poco se convertirán en un gran manto blanco que cubre el cristalizador. Una vez que se ha decidido extraer la sal de un cristalizador, se vacía el agua por medio de un sistema de canales. El cloruro sódico precipitado presenta una capa prácticamente homogénea de un espesor de unos 15 6 20 cm; para recoger esta sal se emplea un tractor con un rotavator que va rompiendo esta capa, mientras que unas palas cargadoras la van agrupando en montones para que escurran la humedad. A continuación la cargan en camiones y se lleva a la fase de lavado, en la que se eliminan impurezas adheridas y se deja con un aspecto más limpio. Tras el lavado, la sal pasa a un grupo de centrifugadoras para eliminar contenido en agua y reducir el porcentaje de humedad. La sal tratada de toda la cosecha se almacena en el llamado acopio principal, es decir, las típicas montañas de sal que dominan y adornan este enclave natural. Del acopio principal se toma sal para despacho a granel y para elaborar las distintas variedades según su granulometría. La sal tiene un campo de aplicación muy amplio cuyos beneficios revierten de forma distinta en el bienestar y la calidad de vida de las personas. Sus tres grandes aplicaciones suelen dividirse entre uso alimentario (salazones, cárnicas, uso doméstico, etc.), uso industrial (industria química, textil, tratamiento de agua, etc.) y uso de control de hielo en carreteras. Entre la variedad de productos que salen de estas salinas podemos encontrar sal yodada, para hornear, fomento, anchoa, grancilla, etc. así como la gama de sales ecológicas (flor de sal, sal marina molida, con hierbas mediterráneas, con curry, con pimientas ecológicas...) perfectas para sazonar distintos platos. Nuestro organismo tiene sensores en la lengua capaces de detectar específicamente el sabor salado de los alimentos. Las nuevas variedades de sal que hay actualmente en el mercado nos permiten degustar nuestra rica gastronomía con un toque especial. Sal con pimienta rosa, con hibísco, con cítricos, con hierbas aromáticas, con curry, flor de sal, sal negra, sal ecológica... aportan una nueva sensación. Sal para elaborar diferentes tipos de alimentos simplemente especiados, sal para sazonar carnes, pescados, vegetales y mariscos, sal para aromatizar salsas y ensaladas, sal para preparar adobos, sal para añadir en crudo, en el proceso de cocción o para sazonar al final, sal para estofados, sopas, cremas y guisos, sal para añadir a cualquier tipo de alimento o preparación culinaria. La elaboración de salazones constituye una de las tradiciones más arraigadas en la costa de la Región de Murcia. Con la sal se conservan carnes, verduras, quesos... pero es sobre todo el pescado el producto con el que más se utiliza esta técnica. Probablemente utilizado desde el V milenio a. C., la salazón es un método que ya conocían los egipcios, fenicios y griegos y que más tarde difundieron los romanos, convirtiendo el comercio de pescado salado y seco en uno de los más florecientes del área mediterránea hace más de 3.000 años. Hoy en día sigue siendo una técnica y una industria muy importante en el municipio, donde varias empresas siguen trabajando de manera tradicional productos tan esmerados y suculentos como: mojama de atún, hueva de maruca, hueva de atún, bonitos secos y salados, caballas y demás salazones de pescado, sin olvidarnos de la famosa hueva de mújol, su producto estrella. El primer tratado sobre la sal, su extradición y purificación y sus distintas aplicaciones fue redactado en China, hacia el 2700 a. C. Los estanques de las Salinas de San Pedro tienen nombre tan curiosos como: El Gigante,
Los Veinticinco, el Almendrero, el de Los Gorros o La Renegada. El color rosa de los cristalizadores se debe a una bacteria halófila, unos organismos capaces de vivir en ambientes hipersalinos. Parte del charco almacenador situado junto al molino Quintín es utilizado para el turismo de salud. Acondicionado con plataformas y pasarelas, las propiedades hipersalinas de los famosos baños de lodo atraen cada año a un gran número de visitantes. La espuma blanca que muchas veces vemos en las salinas los días de viento se forma debido a la materia orgánica que hay en suspensión en el agua de las charcas salineras y sobre todo al lodo del fondo. Estas sustancias son tensoactivas y favorecen la formación de burbujas y espumas. La artemia salina es el alimento preferido de los flamencos y es en parte responsable del color rosado de estas aves. Es un pequeño crustáceo con 22 patas multifunción ya que por ellas come, respira y nada. Los huevos de artemia salina pueden formar quistes y resistir fuera del agua hasta 5 años, esperando a que las condiciones sean favorables para nacer. En la Región de Murcia, nuestros antepasados echaban sal al fuego del hogar para ahuyentar a los demonios que hubiesen podido venir a la llamada del fuego y en la huerta de Murcia, se echaba sal en los rincones de las casas y barracas para limpiarlas de malos espíritus (tradición que aún hoy perdura). Antiguamente se creía que poniendo un plato con sal debajo de la cama de un enfermo, ésta absorbía el mal y protegía contra la enfermedad. En muchos lugares, a primeros de abril, se echaba sal en los rincones del establo para evitar las enfermedades del ganado. La forma más efectiva de condimentar un plato con sal es echarla desde lo alto porque de esta forma la sal se reparte de forma más homogénea.