SENDERO DE LAS MARISMAS DEL BARBATE

El Parque Natural La Breña y Marismas del Barbate es un espacio lleno de contrastes. Dentro de sus límites están las antiguas dunas repobladas de pinos, el acantilado y su franja marina, y las marismas. Es parte de éstas la que recorre este sendero, acercándonos a este territorio de fronteras difusas en el que mar y tierra se suceden y alternan dando como resultado un paisaje cambiante, siempre vivo, y generador de unas especiales condiciones para sus pobladores, que encuentran aquí refugio seguro y abundante alimento. Durante su recorrido conoceremos a buena parte de ellos.
Iniciamos el recorrido en la estación depuradora localizada en la carretera que une La Barca de Vejer con Barbate (A-314), en una zona de huertas conocida como Virgen de la Oliva, a unos tres kilómetros del santuario del mismo nombre construido sobre una basílica del siglo VII.
El tramo inicial discurre entre cañaverales y pequeñas huertas, para adentrarnos inmediatamente en un paisaje surcado por caños y canaletas, mientras nos aproximamos a un cruce con un muro de piedra sobre la marisma, que dejamos a la izquierda.
Las pendientes de la ruta apenas son perceptibles (inferiores al dos por ciento), lo que
hace que el agua discurra sinuosa, derramándose en múltiples ramales, y moldeando este
paisaje, rico en matices, con una sutil gama de colores que van desde el gris de los limos;
a los ocres de arcilla; al azul, en las zonas más profundas; y al marrón y verde en tierra
más firme.
La marisma esconde un hervidero de vida. Además de refugio de peces y pequeños moluscos y crustáceos (coquinas y berberechos entre los primeros, camarones y cangrejos entre los segundos), es cazadero y descansadero para la nutria y aves residentes y migratorias que aprovechan su situación estratégica. Reptiles y anfibios encuentran,
igualmente, aquí su sustento.
La caña ocupa un espacio muy significativo en esta parte del río, dando origen a la formación de cañaverales a ambas márgenes del río, en los que numerosas aves acuáticas construyen sus nidos.
Las condiciones de este espacio determinan la distribución de las plantas, que deberán
adaptarse al grado de inundabilidad y de salinidad de los suelos. La vegetación marismeña soporta la sal, su organismo está adaptado a un medio que cambia por horas, de forma que deben extraer la sal sin que ésta les afecte negativamente. Dos son las estrategias posibles: tolerarla o expulsarla por tallos y hojas. En las zonas más interiores, menos sometidas a
estos rigores, se suceden los pastizales, como lo que encontramos en la margen derecha
con sus explotaciones ganaderas.
El río Barbate, nos acompaña por un camino en el que juncos, eneas, tarajes y carrizos aprovechan la poca velocidad de las aguas para su enraizamiento.
Serán las aves límicolas, ribereñas, las más visibles en nuestro recorrido: chorlitejos patinegros, correlimos y avocetas, garzas y garcetas, o los siempre llamativos flamencos.
El sendero finaliza una vez pasada la segunda pasarela sobre el río, coincidiendo con el límite del espacio natural protegido, aunque el camino continua hasta Barbate por terrenos ajenos al parque natural.