Senderos del Águila, del Guadalora y de Las Herrerías (P.N. Sierra de Hornachuelos)
near Hornachuelos, Andalucía (España)
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Itinerary description
Gran ruta recorriendo algunos de los senderos señalizados del Parque Natural Sierra de Hornachuelos, una de las zonas de bosque mediterráneo y de ribera mejor conservadas de Sierra Morena. Junto a la Sierra Norte de Sevilla y la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva), conforma la Reserva de la Biosfera Dehesas de Sierra Morena.
Llegamos a Hornachuelos por la carretera A-431, siguiendo a continuación por la A-3151 hasta el pueblo, donde aparcamos en la barriada de San Bernardo, por donde pasa el Sendero del Águila. Tomamos dirección sur, atravesando la barriada, para seguir por un terreno de transición entre lo urbano y
lo forestal (en el que llama la atención la presencia del palmito, que crece bien en suelos calizos), en los límites del parque natural (que coinciden con la separación del monte de los cultivos o descampados). Hay que prestar atención al track para no continuar por el camino justo pasado un cortijo (que fue lo que nos pasó a nosotros) y seguir el sendero, que va junto a una alambrada y un arroyo (que luego cruza), antes de alcanzar la carretera CO-5312, donde viramos hacia el oeste siguiendo una antigua vía pecuaria de origen medieval, el Cordel del Águila, que conecta aquí con la Cañada Real Soriana; estas vías forman desde la Edad Media una gran red de caminos a lo largo de todo el país (con una extensión de 125 000 kilómetros y casi medio millón de hectáreas), que incluyen cañadas reales, coladas, cordeles o veredas.
Pasamos junto a una antigua calera, horno para fabricar cal usada principalmente para encalar las viviendas y también, mezclada con arena y agua, para la elaboración de argamasa, usada en la construcción.
La calera (o calerín si era de menor tamaño) se construía a partir de un agujero de alrededor de un metro de profundidad y hasta tres metros de diámetro, al borde del que se levantaba un muro de piedra troncocónico de entre dos y tres metros de altura y más de un metro de espesor, dejando en el muro un hueco, la "puerta", para rellenarla de piedra y combustible; la cal se fabricaba a partir de la roca caliza (muy abundante en el entorno, lo que explica la presencia de varias caleras), que se colocaba en el interior del horno dispuesta en varias filas (de manera que las paredes interiores quedaran perfectamente recubiertas), rellenando los huecos con el combustible, que eran jaras y aulagas (a veces recubriendo el exterior del horno con barro para aprovechar mejor el calor), labor que se conocía como "armar la calera". El encendido se hacía a través de la “puerta", pudiendo arder el interior de la calera (según su tamaño) hasta tres días (durante los cuales el calero estaba en las cercanías para controlar la combustión, aportando combustible o tapando los huecos que se producían en el exterior); tras uno o dos
días de terminada la combustión, la piedra, ya enfriada, se cargaba
en sacos (fanegas) para llevarla a las casas de los caleros, donde era vendida, apagando los restos más pequeños de caliza calcinada en la misma calera para ser vendidos como cal de obra.
Nos adentramos en el monte, tras dejar el Cordel del Águila junto a unas ruinas, y al poco, tras cruzar un arroyuelo, llegamos a la Fuente del Puerco (nombre que hace referencia a la abundancia de jabalíes en la zona). Subimos ahora hasta el Mirador del Águila, antes de hacer una pronunciada bajada facilitada por escalones de troncos, postes de madera y cuerdas (hay que decir que el sendero, como los otros del parque, está muy bien balizado). Vamos recorriendo un bosque mediterráneo en magnífico estado de conservación, donde predomina la encina (sobre todo en la solana, junto a acebuches en terrenos calizos), aunque también veremos alcornoques y quejigos en las zonas umbrías, más húmedas.
Bajamos hasta la carretera CO-5310 (que une Hornachuelos con la Puebla de los Infantes pasando por el Embalse del Retortillo), cruzándola para continuar por una preciosa senda entre ésta y el río Guadalora, afluente del Bembézar. Lo que resta de Sendero del Águila discurre por esta senda, a la sombra de un impresionante bosque de ribera (formado por alisos, sauces, fresnos, álamos, olmos, almeces, majuelos, cornicabras, zarzas y adelfas) y amenizados por el canto de las muchas aves que aquí habitan (ruiseñores, lavanderas, mosquiteros, petirrojos, currucas…), al que a veces se impone el ruido del agua que corre brava en muchos puntos del río tras las últimas lluvias.
Finalizamos el recorrido por el Sendero del Águila en la Pasada de Algeciras, junto al Puente de la Esira. Cruzándolo, junto a la carretera comienza (o finaliza, según el sentido de la marcha) el Sendero del Guadalora, tras franquear una puerta que permanece cerrada desde el 1 de junio hasta el 15 de octubre, época de alto riesgo de incendios forestales (se precisa autorización para recorrer el tramo del Sendero del Guadalora entre las dos puertas, que se puede obtener en la página de la Ventana del Visitante de los Espacios Naturales de Andalucía).
Pasamos junto a una antigua cantera de rocas calizas (de donde se extrajo material para la construcción de la carretera que conduce al Embalse del Retortillo) y continuamos por este excepcional bosque ripario, llegando pronto al primer vado del río (de los tres que hay que salvar sin ninguna clase de puente). Esto no supone habitualmente mayor problema que el de mojarse los pies, pero en caso de ir
crecido el río (y especialmente tanto como estos días) puede ser dificultoso y no exento de riesgo (aunque no suelen ser vados muy profundos, sí tienen cierta anchura). El cruce de este primero no nos resulta muy complicado, pues el lecho no es rocoso, aunque en el punto de mayor profundidad el agua nos llega por encima de la cintura (y está fresquita!). Tras recorrer unos 600 metros de senda por la margen izquierda del Guadalora, lo cruzamos nuevamente por un vado algo menos ancho, pero con piedras en su fondo (afortunadamente no son resbaladizas) y con algo de corriente ya llegando a la otra orilla (absolutamente imprescindible llevar bastón y buen calzado, afirmando cada paso). Nos surge otra dificultad a los pocos metros de caminar por esta ribera, pues la senda está ocupada por el río fuera de su cauce en algunos tramos, debiendo avanzar con el agua hasta las rodillas. Más adelante, ya caminando sobre tierra firme, podemos disfrutar del maravilloso bosque de ribera y muy especialmente de una aliseda singular (tanto por su estado de conservación como por su extensión, 6,4 hectáreas).
Salvado el tercer y último vado, salimos a un espacio abierto (donde las flores campestres nos regalan una sinfonía de color), llegando al Molino de la Paloma (que aprovechaba la fuerza del agua para la molienda del cereal que se cultivaba en la meseta), buen lugar donde solearnos y tomar fuerzas para el resto de la ruta. Pocos metros más adelante, cruzado el arroyo de la Paloma, la senda empieza a subir, serpenteando hasta llegar a un mirador sobre el Valle del Guadalora; luego se introduce en la umbría, en los dominios del quejigo, antes de llegar a la cancela que cierra este tramo en la época de peligro de incendio.
Traspasada esta puerta, el paisaje cambia radicalmente: caminamos por el olivar (pasando junto a un bonito rincón junto a la Fuente del Conejo), conectando más adelante (entre los cortijos del Alcornoque y del Valle) con otra vía pecuaria: el Cordel de las Herrerías. El camino atraviesa el magnífico alcornocal de Santa Cruz, llegando al área recreativa de Fuente del Valle, antiguo descansadero-abrevadero del Cordel de las Herrerías. Aquí, junto a la Ermita de San Abundio (patrón de Hornachuelos), dejamos momentáneamente la vía pecuaria siguiendo por el Sendero de las Herrerías hacia el sureste. Salimos a terreno con menos arbolado, de suelo calizo donde predomina el matorral compuesto por lentisco, aulaga, cantueso y, de nuevo, palmito, pasando junto a otras caleras antes de retomar el Cordel de las Herrerías, por el que llegamos al casco urbano, en las inmediaciones de la Fuente del Humilladero y del cementerio; solo nos resta atravesar una vaguada para llegar a la barriada de San Bernardo, fin de ruta.
Ha sido un bellísimo recorrido por la Sierra Morena cordobesa, exultante en estos días, aunque no recomiendo hacer el Sendero del Guadalora hasta que las aguas bajen más mansas; sin duda alguna, este sendero es absolutamente imprescindible. Homérico!
Llegamos a Hornachuelos por la carretera A-431, siguiendo a continuación por la A-3151 hasta el pueblo, donde aparcamos en la barriada de San Bernardo, por donde pasa el Sendero del Águila. Tomamos dirección sur, atravesando la barriada, para seguir por un terreno de transición entre lo urbano y
lo forestal (en el que llama la atención la presencia del palmito, que crece bien en suelos calizos), en los límites del parque natural (que coinciden con la separación del monte de los cultivos o descampados). Hay que prestar atención al track para no continuar por el camino justo pasado un cortijo (que fue lo que nos pasó a nosotros) y seguir el sendero, que va junto a una alambrada y un arroyo (que luego cruza), antes de alcanzar la carretera CO-5312, donde viramos hacia el oeste siguiendo una antigua vía pecuaria de origen medieval, el Cordel del Águila, que conecta aquí con la Cañada Real Soriana; estas vías forman desde la Edad Media una gran red de caminos a lo largo de todo el país (con una extensión de 125 000 kilómetros y casi medio millón de hectáreas), que incluyen cañadas reales, coladas, cordeles o veredas.
Pasamos junto a una antigua calera, horno para fabricar cal usada principalmente para encalar las viviendas y también, mezclada con arena y agua, para la elaboración de argamasa, usada en la construcción.
La calera (o calerín si era de menor tamaño) se construía a partir de un agujero de alrededor de un metro de profundidad y hasta tres metros de diámetro, al borde del que se levantaba un muro de piedra troncocónico de entre dos y tres metros de altura y más de un metro de espesor, dejando en el muro un hueco, la "puerta", para rellenarla de piedra y combustible; la cal se fabricaba a partir de la roca caliza (muy abundante en el entorno, lo que explica la presencia de varias caleras), que se colocaba en el interior del horno dispuesta en varias filas (de manera que las paredes interiores quedaran perfectamente recubiertas), rellenando los huecos con el combustible, que eran jaras y aulagas (a veces recubriendo el exterior del horno con barro para aprovechar mejor el calor), labor que se conocía como "armar la calera". El encendido se hacía a través de la “puerta", pudiendo arder el interior de la calera (según su tamaño) hasta tres días (durante los cuales el calero estaba en las cercanías para controlar la combustión, aportando combustible o tapando los huecos que se producían en el exterior); tras uno o dos
días de terminada la combustión, la piedra, ya enfriada, se cargaba
en sacos (fanegas) para llevarla a las casas de los caleros, donde era vendida, apagando los restos más pequeños de caliza calcinada en la misma calera para ser vendidos como cal de obra.
Nos adentramos en el monte, tras dejar el Cordel del Águila junto a unas ruinas, y al poco, tras cruzar un arroyuelo, llegamos a la Fuente del Puerco (nombre que hace referencia a la abundancia de jabalíes en la zona). Subimos ahora hasta el Mirador del Águila, antes de hacer una pronunciada bajada facilitada por escalones de troncos, postes de madera y cuerdas (hay que decir que el sendero, como los otros del parque, está muy bien balizado). Vamos recorriendo un bosque mediterráneo en magnífico estado de conservación, donde predomina la encina (sobre todo en la solana, junto a acebuches en terrenos calizos), aunque también veremos alcornoques y quejigos en las zonas umbrías, más húmedas.
Bajamos hasta la carretera CO-5310 (que une Hornachuelos con la Puebla de los Infantes pasando por el Embalse del Retortillo), cruzándola para continuar por una preciosa senda entre ésta y el río Guadalora, afluente del Bembézar. Lo que resta de Sendero del Águila discurre por esta senda, a la sombra de un impresionante bosque de ribera (formado por alisos, sauces, fresnos, álamos, olmos, almeces, majuelos, cornicabras, zarzas y adelfas) y amenizados por el canto de las muchas aves que aquí habitan (ruiseñores, lavanderas, mosquiteros, petirrojos, currucas…), al que a veces se impone el ruido del agua que corre brava en muchos puntos del río tras las últimas lluvias.
Finalizamos el recorrido por el Sendero del Águila en la Pasada de Algeciras, junto al Puente de la Esira. Cruzándolo, junto a la carretera comienza (o finaliza, según el sentido de la marcha) el Sendero del Guadalora, tras franquear una puerta que permanece cerrada desde el 1 de junio hasta el 15 de octubre, época de alto riesgo de incendios forestales (se precisa autorización para recorrer el tramo del Sendero del Guadalora entre las dos puertas, que se puede obtener en la página de la Ventana del Visitante de los Espacios Naturales de Andalucía).
Pasamos junto a una antigua cantera de rocas calizas (de donde se extrajo material para la construcción de la carretera que conduce al Embalse del Retortillo) y continuamos por este excepcional bosque ripario, llegando pronto al primer vado del río (de los tres que hay que salvar sin ninguna clase de puente). Esto no supone habitualmente mayor problema que el de mojarse los pies, pero en caso de ir
crecido el río (y especialmente tanto como estos días) puede ser dificultoso y no exento de riesgo (aunque no suelen ser vados muy profundos, sí tienen cierta anchura). El cruce de este primero no nos resulta muy complicado, pues el lecho no es rocoso, aunque en el punto de mayor profundidad el agua nos llega por encima de la cintura (y está fresquita!). Tras recorrer unos 600 metros de senda por la margen izquierda del Guadalora, lo cruzamos nuevamente por un vado algo menos ancho, pero con piedras en su fondo (afortunadamente no son resbaladizas) y con algo de corriente ya llegando a la otra orilla (absolutamente imprescindible llevar bastón y buen calzado, afirmando cada paso). Nos surge otra dificultad a los pocos metros de caminar por esta ribera, pues la senda está ocupada por el río fuera de su cauce en algunos tramos, debiendo avanzar con el agua hasta las rodillas. Más adelante, ya caminando sobre tierra firme, podemos disfrutar del maravilloso bosque de ribera y muy especialmente de una aliseda singular (tanto por su estado de conservación como por su extensión, 6,4 hectáreas).
Salvado el tercer y último vado, salimos a un espacio abierto (donde las flores campestres nos regalan una sinfonía de color), llegando al Molino de la Paloma (que aprovechaba la fuerza del agua para la molienda del cereal que se cultivaba en la meseta), buen lugar donde solearnos y tomar fuerzas para el resto de la ruta. Pocos metros más adelante, cruzado el arroyo de la Paloma, la senda empieza a subir, serpenteando hasta llegar a un mirador sobre el Valle del Guadalora; luego se introduce en la umbría, en los dominios del quejigo, antes de llegar a la cancela que cierra este tramo en la época de peligro de incendio.
Traspasada esta puerta, el paisaje cambia radicalmente: caminamos por el olivar (pasando junto a un bonito rincón junto a la Fuente del Conejo), conectando más adelante (entre los cortijos del Alcornoque y del Valle) con otra vía pecuaria: el Cordel de las Herrerías. El camino atraviesa el magnífico alcornocal de Santa Cruz, llegando al área recreativa de Fuente del Valle, antiguo descansadero-abrevadero del Cordel de las Herrerías. Aquí, junto a la Ermita de San Abundio (patrón de Hornachuelos), dejamos momentáneamente la vía pecuaria siguiendo por el Sendero de las Herrerías hacia el sureste. Salimos a terreno con menos arbolado, de suelo calizo donde predomina el matorral compuesto por lentisco, aulaga, cantueso y, de nuevo, palmito, pasando junto a otras caleras antes de retomar el Cordel de las Herrerías, por el que llegamos al casco urbano, en las inmediaciones de la Fuente del Humilladero y del cementerio; solo nos resta atravesar una vaguada para llegar a la barriada de San Bernardo, fin de ruta.
Ha sido un bellísimo recorrido por la Sierra Morena cordobesa, exultante en estos días, aunque no recomiendo hacer el Sendero del Guadalora hasta que las aguas bajen más mansas; sin duda alguna, este sendero es absolutamente imprescindible. Homérico!
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