Serra de l'Obac, Turo de la Mamella i Roca Salvatge

Si desde La Mola, en Sant Llorens del Munt, miramos hacia Montserrat, no a muchos metros, unos montículos de conglomerado rojizo llamaran nuestra atención, es la cima del Castellsapera, que con sus 939 m es la cumbre de la sierra del Obac, de laderas escarpadas y multitud de canales sombríos, rica en simas y pequeñas cavidades, algunas habitadas desde la antigüedad, la historia de este pedazo de la cordillera del pre litoral catalán se remonta a varios millones de años, cuando primero un gran rio y después un lago encajonado unen las rocas sedimentarias con limos de sílices y calcáreas, formando una masa compacta o los conglomerados que ahora visitaremos. La ruta comienza en la Casa Nova del Obac, cerca del collado del mismo nombre, carretera B-122, esta casa es el centro cultural del parque, siempre usaremos sendas bien fresadas, algunas forman parte de la red de senderos locales o del GR-5, nuestro primer objetivo, el Turo de la Mamella de 807 m de altura con su torre de vigilancia contraincendios, por un ramal a la derecha visitamos los restos de una torre fortificada construida entre los siglos X y XI, la Torrota de l’Obac, retornando al sendero de la carena de las Alts de la Pera, pasado el Tossal de l’Aguila, encontramos uno de los cuatro pozos de hielo que hay en la sierra, el Pou de Glaç de l’Estepar, semi enterrado reconstruido en 1985, seguimos por la carena del collet Estret que nos encara a la abruptas paredes del Castellsapera, cenit de la cadena, por un sencillo y agradable canal llegamos a Roca Salvaje, un morro que sobresale a la uniformidad del relieve, arrecife sobre un mar verde de encinas, antes de ver la Casa Vella del Obac, pasamos por la fuente de la Portella, el singular Turo Roig conglomerado de grandes cantos rodados, y por el pozo de hielo del Obac, esta masía quemada por los carlistas, fundada para ser guardiana de los territorios cristianos, albergo la saga de los Ubach, innovadores, supieron aprovechar lo que la montaña les ofrecía, almacenaje de aguas en su gran cisterna, comercio de hielo, y su transporte todas las noches a las grandes ciudades, negocio que perduro hasta que los primeros frigoríficos irrumpieron en nuestros hogares, también vendían carbón vegetal producido en sus múltiples carboneras, trabajaban el vidrio, cultivaron la vid, fue tal su prosperidad que en 1812 la familia se traslada a la casa nova construida cerca, y cuenta la leyenda que el bandolero Capablanca murió bajo sus muros, no querrías saber cómo, pues solo es leyenda, hemos andado juntos por una sierra de pequeñas dimensiones cuna de guerrilleros y bandoleros, escondite de maquis, Rosa S., Elena y Julián.