Serranía de Cuenca. Las Majadas - Uña (IBP 59 HKG)

La Serranía de Cuenca fue declarada Parque Natural el 8 de marzo de 2007, entre otras razones por la gran riqueza en flora, fauna, geología geomorfología y paisaje.

El parque ocupa una superficie de 73.726 hectáreas y se incluye en los términos municipales de Arcos de la Sierra, Beamud, Cuenca, Huélamo, Las Majadas, Portilla, Tragacete, Uña, Valdemeca, Villalba de la Sierra y Zafrilla.
Los grandes pinares que dominan sus paisajes conforman una de las masas forestales naturales más extensas de España.
En el Parque Natural de la Serranía de Cuenca se pueden encontrar ciervos, jabalíes, gamos y buitres leonados, entre otros.

También es muy común la vegetación rupícula, es decir, adaptada a los medios rocosos. Como ejemplares de esta especie, existentes en Los Callejones de las Majadas, tenemos el té de risca, la uña de gato o la doradilla. Podemos observar también algunas especies pertenecientes a la vegetación esciófila o de ambientes sombreados. Es el caso del saúco, el acebo, el avellano, la hepática o la sanícula. Todo un reino de árboles, plantas y arbustos que otorgan un enorme valor añadido al paisaje.

El enclave más conocido de la Serranía de Cuenca es la Ciudad Encantada declarado Sitio Natural de Interés Nacional en 1929. Recoge un impresionante paisaje calcáreo, único en el mundo, esculpido por la acción erosiva del agua y el viento. La imaginería popular también ha querido dejar su huella bautizando las fantásticas formas de las rocas con nombres evocativos a su aspecto: el Perro, la Ballena, el Puente, etc.

Cerca de la Ciudad Encantada encontramos una formación similar, los Callejones de Las Majadas, lugar que visitaremos en nuestra ruta, donde la acción erosiva del agua, el hielo y el viento también han dejado su huella en las rocas, dando lugar a una especie de callejones de piedras con formas singulares.

La ruta se inicia en el pueblo de Las Majadas, situada al norte de la capital y unida a ella, y a otros pueblos de la Serranía, por medio de una carretera local que cruza todo el norte de la provincia hasta Beteta y poblaciones limítrofes, se trata de un bello pueblo serrano, que mantiene una interesante artesanía de muebles de madera. Es el segundo en altura de la provincia de Cuenca, a casi 1500 metros. Saldremos entre prados y vacas hacia el paraje singular de Los Callejones, que se ubica a unos 2,5 kms. del pueblo.

En términos geológicos, los callejones constituyen un ejemplo de formación kárstica conocida como lapiaz, el cual se originó por la acción del agua, el hielo, el viento y las variaciones de temperatura. Se origina debido a que las rocas, denominadas dolomías, están compuestas decarbonato magnésico y cálcico, lo cual quiere decir que son solubles al agua. El viento, la lluvia y el paso de miles de años han originado este mar de piedra, donde podemos apreciar multitud de formaciones, puentes y pasajes.

En la ruta podemos apreciar zonas en las que predominan más los surcos, otras los callejones y otras donde la disolución ha hecho desaparecer prácticamente a la roca, quedando algunas figuras solitarias como los conocidos tormos.
Es un paisaje en movimiento, un paisaje esculpido a martillazos de agua y viento. Se dice y, es cierto, que es una “Ciudad Encantada” en pequeñito.

Los Callejones han sido utilizados tradicionalmente por parte de los pastores para construir apriscos donde guardar el ganado, al utilizar las paredes de roca como parte de los mismos. Hoy en día todavía se pueden observar algunos de ellos, como la Tinada de Félix.

Daremos unas vueltas entre estas formaciones, con tiempo suficiente para disfrutar de ellas y hacer fotografías de recuerdo. En este lugar es imprescindible que el grupo no se separe puesto que, aunque el lugar no es excesivamente grande, puede dar lugar a extravíos que nos retrasarían en la jornada.

Continuamos nuestro camino caminando por caminos bien marcados y divisando a nuestra izquierda el cañón del río Júcar, con unas increíbles vistas y con muchas probabilidades de observar el tranquilo planeo de los buitres leonados.
Enseguida llegamos al Mirador del Tío Cogote, un lugar asegurado con vallas de madera, con unas vistas realmente espectaculares sobre el valle del río Júcar y el barranco del Molinillo. Pinares, quejigares y sabinares albares serán las principales formaciones vegetales que nos sorprenderán.

Continuamos un ligero descenso que pronto se convertirá en fuerte pero corto repecho que deberemos afrontar con calma, disfrutando del entorno en que nos encontramos y que nos llevará al techo de nuestra ruta 1.435 m.

Seguimos nuestro camino entre pinares, por pistas forestales, hasta alcanzar otro impresionante mirador sobre la Laguna de Uña. Hay que tener especial cuidado en este lugar y no acercarnos al precipicio, más de lo que el sentido común y la prudencia nos aconsejen, aunque la fotografía lo merezca.

Enseguida encontramos el desvío para descender hacia Uña por la ruta del Escalerón y la Raya. Nosotros dejaremos a nuestra izquierda la Raya y continuaremos el descenso por el Escalerón. 1,8 km. más adelante, cruzamos el puente que nos lleva a Uña, final de nuestra etapa y donde podremos tomar un refrigerio en cualquiera de los dos restaurantes que encontramos en la entrada.

Junto a la laguna existe un parque infantil donde hay una fuente donde poder abastecernos de agua.
Es muy recomendable la visita a la laguna por una pasarela de madera dónde tendremos magníficas vistas del lugar donde nos encontramos.

UÑA (CUENCA), un pueblo entre roca y agua

El pueblo de Uña se encuentra a escasos 36 kilómetros de Cuenca capital, en pleno corazón del Parque Natural de la Serranía de Cuenca.

En el centro del pueblo se encuentra la humilde Iglesia Parroquial de San Miguel Arcángel (S. XIII, restaurada S. XVI). Este pequeño pueblo de corazón serrano se asienta en torno a una preciosa laguna y una colina a través de la cual discurre el famoso sendero del Escalerón a la Raya, ideal para amantes del senderismo.

La Laguna de Uña es un rico ecosistema de flora y fauna que se encuentra a 1.120 metros de altitud. En la actualidad, la laguna tiene un uso funcional como depósito de agua, lo que ha provocado su gran crecimiento pero, pese a su carácter artificial perfectamente apreciable, el lugar posee un encanto muy particular, que se acentúa al acercamos hasta las mismas aguas para disfrutar de la gran variedad de plantas y de fauna que la habitan.