Chilla Santuario-Garganta de Chilla-Majada del Chorro-Junta del Chorro

Mas que una ruta, una aventura. Buscando senderos poco pisados, remontando entre las grandes piedras de la garganta, subiendo y bajando por la ladera, y algún que otro pequeño trecho trepando, hacen que merezca la pena y la calificación de moderada. La tremenda tormenta del dia anterior, no conforme con la que lió, nos deja una densa niebla bien agarrada a la sierra que impide disfrutar de las, en otras ocasiones, estupendas vistas. Como no hay mal que por bien no venga, el sol no puede castigarnos como suele e incluso comenzamos algo abrigados. Llegando al Santuario nos envuelve la niebla, densa como puré de guisantes, con una elevada humedad y convirtiendo el paisaje en un adecuado escenario tétrico y fantasmagórico , no apto para pusilánimes. Las siluetas espectrales de los árboles y las de las rocas, colaboran al unísono para crear tan preocupante clima. La sensación se incrementa al tomar un húmedo sendero entre helechos , que altos i eniestos se resisten a dejarnos avanzar. Puedo confesar, que igual que en la playa a veces nos asalta nadando el recuerdo de Tiburón, aquí y ahora, no podemos evitar echar una ojeada alrededor, por si un emboscado velociraptor nos acecha con ojitos de convertirnos en su almuerzo. Girando a la izquierda, vemos a lo lejos una figura con los brazos extendidos, en ademán fantasmal, que por supuesto resulta ser un fornido árbol (le llamaremos Buhhhh como homenaje). Como el paisaje se nos niega, jugamos a poner nombre o figura a las rocas y los árboles. Ora un casco griego, ora una tortuga, y ahora un curioso conjunto, ¿Que fué primero, la piedra o el árbol? Sin dejar ni un resquicio entre ellos, parecen querer imponerse el uno al otro para que se aparte. Un pequeño arroyo nos compensa de no poder ver la garganta, a pesar de que el rumor de su cauce, hace rato que nos acompaña. Llegamos hasta la garganta, pero como su cauce es exiguo, decidimos remontar por la orilla, girando a la derecha del penúltimo hito. Empieza ahora otro tipo de empresa, avanzar por entre las hileras de helechos, sin ver el suelo que pisamos, e intentando adivinar por donde discurre el invisible sendero. Nos topamos con una abrupta pared que no invita a ser escalada y decidimos seguir saltando y triscando por las grandes rocas de la garganta. Encontramos por momentos restos de hitos que alguien puso en alguna ocasión, y que ahora nosotros completamos para uso y disfrute de quien por aquí pase. Una roca a lo lejos asemeja el pico de un águila, y por el otro lado un dócil can que apacenta el ganado. Una pequeña pero hermosa cascada recompensa el esfuerzo y nos reconforta para subir por la ladera salvando un enorme peñón para bajar después, siempre intentando guiarnos por los hitos. Cada uno buscamos nuestro propio paso entre las rocas extremando las precauciones, puesto que nuestras resbaladizas botas no proporcionan buen agarre al pisar los líquenes. Trepando un pequeño trecho, llegamos a un hollado sendero desde el que ya vislumbramos la Majada del Chorro. De nuevo nos es tarea fácil bajar para pasar el rio, y tomando como referencia los restos del pilar de un antiguo puente, resolvemos el entuerto, saltando y brincando por las enormes piedras. Ya al otro lado, aprovechamos para solazarnos con la Majada, su rústica fuente y los castaños, que formando casi un círculo, parecen deliberar sobre el devenir de los acontecimientos. Un arroyuelo y un abrigo natural, preceden al increible espectáculo que nos brinda la Junta del Chorro. Mirando a todos lados con los ojos como platos, buscamos como chiquillos el mejor lugar para admirar la cascada y el salto de agua que hay un poco más arriba. Un buen rato y miles de fotos después , reemprendemos el camino pasando el cristalino cauce. Ahítos todavia de belleza, nos acercamos de nuevo a la Garganta, y la recorremos arriba y abajo para contemplar, ahora un pequeño salto, ahora un triple salto, ahora otra cascada. Mejor marcar esta zona como Saltos, que marear al caminante con demasiadas referencias. Recorred el lugar con la mirada, buscad y marcaos vosotros mismos los objetivos que sean de vuestro interés. Caminando raudos por la pista para adelantar ahora que podemos, nos detenemos un momento para compadecernos del pobre árbol alcanzado por un rayo, al que bautizamos como Corasón Partio, para compenzar la trizteza que transmite su estampa. Un inapreciable sendero, cubierto de helechos que discurre entre lindes y un atajo, nos llevan hacia el Puente de Chilla, donde la subida y el implacable sol que luce ahora, nos hace sudar de lo lindo. Más adelante, un doble giro del GR , desemboca en un sombreado sendero que finalizando en el Santuario nos permite visitar la zona de picnic y el Jardín del Agua. La calificación de moderada corresponde a las dificultades que representan caminar y saltar entre las rocas de la garganta, y los tramos en que hay que trepar por la ladera.