Sierra de las Villas (Jaén) 02.04.16 Collado lobo a Lancha Benita por Majaenrea y puntal del Lazarillo 02.04.16

Sabroso periplo por un lugar poco transitado de la sierra de las Villas pero que antaño, tuvo una gran humanización. Forma parte del valle de Guarondo ya que sus aguas, salvo las que se originan en la parte más alta que enriquecen directamente al Aguascebas grande, van a parar al embalse.
Comenzamos en el collado del lobo, donde el antíguo cortijo sufrió una gran remodelación y donde podemos ver una de las eras mejor conservadas de estas sierras. De allí nos introducimos en la selva de majaenrea donde cuando estás no es dificil averiguar el origen del topónimo. Alcanzamos el collado de Cuevahonda que se encuentra junto a la bonita oquedad que da nombre a todo lo de aquí, entramos en ella pero con precaución ya que, para bajar a la gran zala, la rampa es muy resbaladiza. Continuamos pasando pasando por la tiná que en su día albergó la ovejas que aquí se criaban y llegamos a los tornajos de la fuente de la puerca, característicos por la hilada blanca de bañeras con las que se confeccionó; algo más arriba se encuentra la fuente que los abastece, bien protegida cuando estuvimos por allí. Cambiamos de barranco para visitar la tiná de Damaso, cuatro piedras quedan con sus fuertes pilares que un día sostuvieron la estructura. A partir de aquí toca el subidón, sin senda pero sin perdida ya que con un poco de intuición vamos buscando el collado que nos quita el hipo del esfuerzo con la panorámica que se nos presenta. Reposo, descanso y recuperar fuerzas toca , a la vez que nos hinchamos de mirar deredor. Nos vamos hacia el puerto del pino (creo que así es su nombre) a los pies del Ponestillo, paralelo al collado del Pocico y que da paso a la inclinada lancha de la Benita. Por allí nos vamos en busca de la vieja tapuela que encontramos de milagro, más por intuición que otra cosa, ya que la bajada es un pedregal por el que hay que extremar las precauciones. Buena fotografía tiene este cortijillo bajo el collado del pocico, que vemos bastante por encima de nosotros y que hay que ganar con esfuerzo para darnos un agradable paseo por esa interminable recta de la nava del Rico hasta el lugar de inicio.