Sierra de las Villas (Jaén): Lancha de la Cigarra
near Bardazoso, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Iniciamos el camino en el área recreativa que hicieron allí, por donde Gil Cobo se ganaba la vida en otros tiempos. Nos dirigimos a la coqueta cerrada de San Ginés por donde el Aguacebas de Gil Cobo aún baja sosegado, aunque inquieto, ante el descenso a caida libre que le espera unos metros más adelante, hasta que se entrega a su homónimo Grande allá por el paraje de la herradura. Avanzamos animosos por el camino que se abre entre los cortados que caen desde las cumbres, esta grieta separa las lanchas de la cigarra que queda a la izquierda de la lancha de la Escalera por nuestra derecha. Llegamos al "prao" de los Espinares, por aquí todo toma el mismo nombre como tanto se repite por esta sierra, el arroyo, la lancha que recorreremos, el cortijo, todo menos la fuente que mantiene la simpleza toponímica de la fuente de la teja. En el prao tomamos el camino de la izquierda que nos guiará en nuestra derrota, por la derecha llegaríamos a Jabalcaballo que dejaremos para otras excursiones.
Comienza el camino a tirar hacia arriba, buscando en el horizonte el collado que buscamos, hacia la mitad, debemos girarnos para divisar la silueta de la morra del cerezo que cierra este valle por el S.
Alcanzamos el collado Perenoso, por donde en otras ocasiones hemos entrado en los dominios de Pedro Miguel, pero en esta ocasión nos vamos en dirección contraria, hacia la izquierda y sin sendero marcado, tan solo las trazas de las ovejas nos conducen por el mejor camino. Llegamos hasta un primer escalón que ya nos enseña el colosal peñasco que tenemos enfrente, máxima altura de la sierra en la que nos encontramos y su coqueto portillo que permite acceder a la bonita cañada que antecede la cima.
Continuamos el empinado ascenso hasta lograr la cima que por este lado se alcanza y que, a la postre, es la mayor de toda la lancha.
Y digo que este debe ser el corazón que cuenta Jesuita en sus escritos, y no el mio, que se me sale del esfuerzo, o tal vez de la emoción, de alcanzar con la vista la mayoría de lo que hay que ver en esta abrupta, escueta, grande y querida sierra de las Villas.
Desde aquí, una cresta abismal nos lleva bordeando el filo rocoso que tiene por debajo el poyo de Gil Cobo.
Cuando la cresta se va agotando ya sabemos la causa, se va formando el collado de la cigarra, el que permitía subir a estas navillas desde abajo directamente. es el momento de descolgarnos y enfrentarnos al nodo sinusal de esta sierra. Si la lancha de la cigarra la consideró Gómez Muñoz muy acertadamente el corazón de la sierra de las villas, el pino laricio de la Cigarra es con seguridad el marcapasos, de donde fluye la energía para provocar el latido de la naturaleza.
Lo vemos, lo medimos y, aunque no nos sorprende la altura (16 m aproximadamente), si que nos pasma su circunferencia (5, 47 m a 1,30 m de altura desde la base). Teniendo en cuenta la gran herida que presenta, un enorme resiego en el que cabe una persona, algunos centímetros más ganaría su perímetro real.
Mirando al poyo de Gil Cobo vemos claramente por donde subía probablemente la antigua senda que por aquí pasaba para cambiar de vertiente de la misma lancha.
Nos adentramos algo más, desde esta posición, hasta encontrar el mirador perfecto, justo debajo las choperas nos delatan el área recreativa desde donde partimos y, el frente, está completado con la Traviesa, el raso de la escalera por encima y el collado del pocico por la derecha, increíble panorámica.
Regresamos de nuevo a la posición de nuestro gran laricio y, por allí, volcamos por donde iría la senda, por el collado que se forma para descender hacia los espinares por un lapiaz complicado de andar. Por fin llegamos al cortijo, casi nada queda de él salvo la era que lo delata y alguna columna de las que lo sostenían. Allí, dominando el morro que aquí se forma, sobre los campos de labor que pudieron ganar al torcal con la mirada puesta en la morra del cerezo, construyeron su casa y vivieron algunas gentes. Un poco más abajo, la tiná donde guardaban las ovejas y que antecede a la salida que tiene, ahora si, la senda, en el prao de los espinares, donde la bifurcación. De aquí, un suave descenso, llenos de satisfacción por la experiencia, por la cerrada de San Ginés nos devuelve al punto de inicio.
Comienza el camino a tirar hacia arriba, buscando en el horizonte el collado que buscamos, hacia la mitad, debemos girarnos para divisar la silueta de la morra del cerezo que cierra este valle por el S.
Alcanzamos el collado Perenoso, por donde en otras ocasiones hemos entrado en los dominios de Pedro Miguel, pero en esta ocasión nos vamos en dirección contraria, hacia la izquierda y sin sendero marcado, tan solo las trazas de las ovejas nos conducen por el mejor camino. Llegamos hasta un primer escalón que ya nos enseña el colosal peñasco que tenemos enfrente, máxima altura de la sierra en la que nos encontramos y su coqueto portillo que permite acceder a la bonita cañada que antecede la cima.
Continuamos el empinado ascenso hasta lograr la cima que por este lado se alcanza y que, a la postre, es la mayor de toda la lancha.
Y digo que este debe ser el corazón que cuenta Jesuita en sus escritos, y no el mio, que se me sale del esfuerzo, o tal vez de la emoción, de alcanzar con la vista la mayoría de lo que hay que ver en esta abrupta, escueta, grande y querida sierra de las Villas.
Desde aquí, una cresta abismal nos lleva bordeando el filo rocoso que tiene por debajo el poyo de Gil Cobo.
Cuando la cresta se va agotando ya sabemos la causa, se va formando el collado de la cigarra, el que permitía subir a estas navillas desde abajo directamente. es el momento de descolgarnos y enfrentarnos al nodo sinusal de esta sierra. Si la lancha de la cigarra la consideró Gómez Muñoz muy acertadamente el corazón de la sierra de las villas, el pino laricio de la Cigarra es con seguridad el marcapasos, de donde fluye la energía para provocar el latido de la naturaleza.
Lo vemos, lo medimos y, aunque no nos sorprende la altura (16 m aproximadamente), si que nos pasma su circunferencia (5, 47 m a 1,30 m de altura desde la base). Teniendo en cuenta la gran herida que presenta, un enorme resiego en el que cabe una persona, algunos centímetros más ganaría su perímetro real.
Mirando al poyo de Gil Cobo vemos claramente por donde subía probablemente la antigua senda que por aquí pasaba para cambiar de vertiente de la misma lancha.
Nos adentramos algo más, desde esta posición, hasta encontrar el mirador perfecto, justo debajo las choperas nos delatan el área recreativa desde donde partimos y, el frente, está completado con la Traviesa, el raso de la escalera por encima y el collado del pocico por la derecha, increíble panorámica.
Regresamos de nuevo a la posición de nuestro gran laricio y, por allí, volcamos por donde iría la senda, por el collado que se forma para descender hacia los espinares por un lapiaz complicado de andar. Por fin llegamos al cortijo, casi nada queda de él salvo la era que lo delata y alguna columna de las que lo sostenían. Allí, dominando el morro que aquí se forma, sobre los campos de labor que pudieron ganar al torcal con la mirada puesta en la morra del cerezo, construyeron su casa y vivieron algunas gentes. Un poco más abajo, la tiná donde guardaban las ovejas y que antecede a la salida que tiene, ahora si, la senda, en el prao de los espinares, donde la bifurcación. De aquí, un suave descenso, llenos de satisfacción por la experiencia, por la cerrada de San Ginés nos devuelve al punto de inicio.
Waypoints
Comments (2)
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Buenas noches, vaya buena pinta visual presenta la ruta. Algún paso expuesto, aéreo...?. Muchas gracias por compartirla!!!
Buenos días. La ruta es una preciosidad, el inconveniente es que, salvo el tramo de pista que asciende al collado perenoso, discurre sin sendero. Lo más expuesto es el tramo donde se ubica el pino que está muy inclinado pero con precaución se pasa. Gracias por el comentario.