Sitges R2-Cova de Sant Llorenç-Ermita de la Trinitat
near Sitges, Catalunya (España)
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Trail photos
Itinerary description
La calificación de la ruta como moderada, corresponde exclusivamente al tramo de sendero rocoso que llega hasta un poco más allá del Turó de la Fleca. El suelo no es liso, y las irregularidades, rugosidades y afiladas aristas que presenta, dificultan el caminar con seguridad. Hay dos tramos de zona urbana, senderos y pista.
La oscuridad que nos rodea, contribuye y aumenta nuestra inseguridad, a la hora de acertar cuando es el momento adecuado para bajarnos. Los paneles interiores del tren no avisan de la próxima parada, y los rótulos con el nombre de las estaciones no están iluminados. Afortunadamente conocemos el trayecto y nos dejamos guiar, como siempre, por los usuarios habituales. Salimos de la estación por el lado montaña, reservandonos la zona costera para el final. Toca recorrer una par de quilómetros por zona urbana, haciendo una parada ante la Església de Sant Joan. Como la entrada al sendero no estaba clara, la marcamos con un hito, y nos sumergimos en lo que podemos llamar la magia del cine, pues mirando sólo hacia la izquierda, creemos estar en plena naturaleza, entre vegetación y montañas, aunque el ladrido a nuestro paso de los perros, nos recuerda que caminamos por la parte de atrás de las casas. El sendero ahora terroso, pronto torna su lecho por roca, nos hace ir avanzando como montaraces saltimbanquis para conservar equilibrio y dignidad, dando pequeños saltos y vacilantes pasos, como si tuviéramos ardientes brasas bajo nuestros pies. Por momentos la orografía y la vegetación, típicas del Garraf, parecen animarnos a llevar largas perneras y a evitar acercar los desguarnecidos brazos a sus afilados bordes. Romeros y brezos en flor, aunque casi es noviembre, decoran,perfuman y flanquean nuestro caminar. Decidimos que el esfuerzo vale la pena, por las hermosas vistas y el rato entretenido que nos regala la Cova de Sant Llorenç, que aunque modesta, es digna de visitar por su remedo de estalactitas y estalagmitas, además de originales contraluces. Pasado el Turó de la Fleca pisamos de nuevo tierra y desbrozamos la entrada al sendero, además de poner un hito, para visitar la pequeña cocona o cisterna donde atesoraban el agua para su consumo. Casi de improviso nos topamos con la inhiesta Creu de Sant Isidre, imponente y orgullosa de ser facilitadora de la comunicación entre energías celestiales y terrenas. Proporciona sombra y asiento al caminante, y consuelo al peregrino. Un pequeño desvío de ida y vuelta, nos lleva a la cabaña con cisterna y un curioso frontal de conchas, limpia y algo remozada, aún contiene agua de las pasadas lluvias, gracias al citado sistema de aprovechar el lecho rocoso para dirigir el agua hasta el depósito anexo. Nos deleitamos con las vistas y reemprendiendo la ruta, pronto caminamos por pista a ratos cementada, suponemos para facilitar el agarre a los vehículos, aunque curiosamente una señal prohibe su paso. Unas enormes antenas preceden a la ermita, que nos distrae largamente, deteniéndonos en cada uno de sus rincones, curioseando en su interior por los cristales de la puerta, y compartiendo el velador con un grupo de alegres senderistas y otros visitantes que llegaron en coche. No podemos ofrecer a nuestro joven compañero, al que atrajimos con mágicos cantos de sirena, espectaculares vistas, puesto que en lugar del sol, han acudido a la cita abundantes nubes, una ligera neblina cubre el horizonte y nos niega el maravilloso juego de agua y luces prometido. Volviendo sobre nuestros pasos, franqueamos la despejada entrada al sendero del Gr-92, donde han colocado el indicador, antaño desaparecido, sujeto por un montón de piedras. Hacemos una pausa en los miradores, sin cansarnos de disfrutar de observarlo todo a nuestro alrededor, procurando no mirar hacia abajo, para así creer que no existen los abundantes desechos dejados tras los botellones, y recreándonos en las escondidas y pintorescas escaleras, para retrasar la reentrada en la zona urbana. El hermoso Passeig dels Balmins nos consuela, con las aguas jugando con las rocas y la arena a nuestra izquierda, mérito de la naturaleza, y la ermita, el palacio y la iglésia, a la derecha, obra de los humanos. Nos mezclamos con locales y foráneos por las animadas calles, y admiramos los monumentos y edificios que trufan el Passeig Marítim. Un inesperada estampa nos devuelve la esperanza en estos atribulados tiempos, una paloma de la paz se posa en el cañón, como anunciando el fin de las hostilidades o al menos, queremos ceer, una larga tregua. Estos y otros asuntos de la actualidad nos ocupan y nos distraen, pero se acaba la obligada pausa de hidratación y nutrición, toca arriar velas, atar amarras, y algo amodorrados aunque animados, volver a la urbe.
La oscuridad que nos rodea, contribuye y aumenta nuestra inseguridad, a la hora de acertar cuando es el momento adecuado para bajarnos. Los paneles interiores del tren no avisan de la próxima parada, y los rótulos con el nombre de las estaciones no están iluminados. Afortunadamente conocemos el trayecto y nos dejamos guiar, como siempre, por los usuarios habituales. Salimos de la estación por el lado montaña, reservandonos la zona costera para el final. Toca recorrer una par de quilómetros por zona urbana, haciendo una parada ante la Església de Sant Joan. Como la entrada al sendero no estaba clara, la marcamos con un hito, y nos sumergimos en lo que podemos llamar la magia del cine, pues mirando sólo hacia la izquierda, creemos estar en plena naturaleza, entre vegetación y montañas, aunque el ladrido a nuestro paso de los perros, nos recuerda que caminamos por la parte de atrás de las casas. El sendero ahora terroso, pronto torna su lecho por roca, nos hace ir avanzando como montaraces saltimbanquis para conservar equilibrio y dignidad, dando pequeños saltos y vacilantes pasos, como si tuviéramos ardientes brasas bajo nuestros pies. Por momentos la orografía y la vegetación, típicas del Garraf, parecen animarnos a llevar largas perneras y a evitar acercar los desguarnecidos brazos a sus afilados bordes. Romeros y brezos en flor, aunque casi es noviembre, decoran,perfuman y flanquean nuestro caminar. Decidimos que el esfuerzo vale la pena, por las hermosas vistas y el rato entretenido que nos regala la Cova de Sant Llorenç, que aunque modesta, es digna de visitar por su remedo de estalactitas y estalagmitas, además de originales contraluces. Pasado el Turó de la Fleca pisamos de nuevo tierra y desbrozamos la entrada al sendero, además de poner un hito, para visitar la pequeña cocona o cisterna donde atesoraban el agua para su consumo. Casi de improviso nos topamos con la inhiesta Creu de Sant Isidre, imponente y orgullosa de ser facilitadora de la comunicación entre energías celestiales y terrenas. Proporciona sombra y asiento al caminante, y consuelo al peregrino. Un pequeño desvío de ida y vuelta, nos lleva a la cabaña con cisterna y un curioso frontal de conchas, limpia y algo remozada, aún contiene agua de las pasadas lluvias, gracias al citado sistema de aprovechar el lecho rocoso para dirigir el agua hasta el depósito anexo. Nos deleitamos con las vistas y reemprendiendo la ruta, pronto caminamos por pista a ratos cementada, suponemos para facilitar el agarre a los vehículos, aunque curiosamente una señal prohibe su paso. Unas enormes antenas preceden a la ermita, que nos distrae largamente, deteniéndonos en cada uno de sus rincones, curioseando en su interior por los cristales de la puerta, y compartiendo el velador con un grupo de alegres senderistas y otros visitantes que llegaron en coche. No podemos ofrecer a nuestro joven compañero, al que atrajimos con mágicos cantos de sirena, espectaculares vistas, puesto que en lugar del sol, han acudido a la cita abundantes nubes, una ligera neblina cubre el horizonte y nos niega el maravilloso juego de agua y luces prometido. Volviendo sobre nuestros pasos, franqueamos la despejada entrada al sendero del Gr-92, donde han colocado el indicador, antaño desaparecido, sujeto por un montón de piedras. Hacemos una pausa en los miradores, sin cansarnos de disfrutar de observarlo todo a nuestro alrededor, procurando no mirar hacia abajo, para así creer que no existen los abundantes desechos dejados tras los botellones, y recreándonos en las escondidas y pintorescas escaleras, para retrasar la reentrada en la zona urbana. El hermoso Passeig dels Balmins nos consuela, con las aguas jugando con las rocas y la arena a nuestra izquierda, mérito de la naturaleza, y la ermita, el palacio y la iglésia, a la derecha, obra de los humanos. Nos mezclamos con locales y foráneos por las animadas calles, y admiramos los monumentos y edificios que trufan el Passeig Marítim. Un inesperada estampa nos devuelve la esperanza en estos atribulados tiempos, una paloma de la paz se posa en el cañón, como anunciando el fin de las hostilidades o al menos, queremos ceer, una larga tregua. Estos y otros asuntos de la actualidad nos ocupan y nos distraen, pero se acaba la obligada pausa de hidratación y nutrición, toca arriar velas, atar amarras, y algo amodorrados aunque animados, volver a la urbe.
Waypoints
Comments (3)
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Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
Buena ruta partiendo de la estación R.
Bona opció
Bones vistes