Sorabilla-Belkoain-Aduna
near Sorabilla, País Vasco (España)
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Itinerary description
Sorabilla-Belkoain-Aduna
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El recorrido comienza en el barrio de Sorabilla. Que recuerdos de cuando uno era joven! Aun puedo evocar a los amigos jugando a pala en su fronton una tarde cualquiera de verano. Terminabamos reuniendonos en el pequeño bar de al lado y con el escaso dinero que pudieramos tener amasado en nuestro necesitado bolsillo, jugabamos a ser adultos refrescando la garganta con un humilde porron de cerveza con gaseosa.
Volvamos al recorrido para empezar a ascender por un tramo asfaltado hasta los prados que se extienden alrededor del caserio de Mendiluze. Es alli donde en nuestra adolescencia frecuentabamos un pequeño pinar al que seguia una abundante alfombra de helechos. Ocultos tras ellos, escapabamos de la vigilancia del mundo adulto para iniciarnos en el mundo de lo prohibido a través del primer cigarrillo o del primer beso robado.
Continuando por el asfalto, llegaremos a una bifurcación y por la izquierda tomamos una pista monte arriba. Unos 400 metros más adelante esta se topa con una pista que la corta transversalmente. Nos incorporamos a esta última y seguimos por la derecha hasta alcanzar el collado de Mareaga. En este punto se abre un cruce de caminos y una señalizacion nos marca que tomando el camino que arranca por la derecha, estaremos en la cima del Belkoain en escasos 20 minutos.
Alcanzada la cima es obligado hacer una foto a su cruz, caracterizada por la ikurriña metálica que se erige en su parte superior. La tala de algunos árboles nos permite avistar alli abajo la villa de Andoain.
Han pasado casi 35 años desde que deje el pueblo. Mucho he cambiado desde entonces: pelo menos abundante, y cano en todo caso, y arrugas que hacen visible el paso del tiempo. Pero como yo, Andoain la contemplo igualmente cambiada. Muchas de sus casas han crecido para arriba y sus arterias de asfalto se han hinchado notablemente. Son como voluminosas varices que amenazan con incrustarse dentro del tejido verde de la naturaleza.
No siento prisa por emprender el camino de vuelta, sumido en el sentimiento de sosiego por el silencio del paraje.