Subida a la Sierra del Alor (Olivenza)
near San Jorge, Extremadura (España)
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Organizada por el Club de Orientación “Vila Raiders” de Olivenza (Badajoz), y dentro del Circuito Extremeño de Rutas Senderistas 2013, de la FEXME (5ª ruta), se llevó a cabo durante la mañana del domingo 24 de marzo de 2013.
El anuncio de lluvia para toda la jornada realizado por todas las agencias de meteorología no desanimaron a los, aproximadamente, 400 senderistas que nos dimos cita en la Plaza de España de Olivenza.
Del Club organizador solo puedo decir que “lo clavaron”. Estuvieron toda la mañana pendiente de los senderistas y no había un cruce donde no estuviera más de uno de ellos para orientar, ni un lugar con demasiado barro para indicarnos por donde era mejor pasar, ni un lugar que mereciera ser visto para llamarnos la atención al respecto. Muy bien.
Por mi parte tuve el privilegio de ser recibido y estar acompañado durante toda la jornada por los miembros del Club de Senderismo Prisiñas, de Olivenza, que se han constituido recientemente y ya han organizado su primera ruta para primeros del próximo mes de mayo. Por la forma en que vi cómo viven el senderismo y el modo en que están organizando su primera ruta como club, les auguro toda clase de éxitos pues el saber hacer lo aderezan con buenas dosis de amabilidad, simpatía, buen humor y conocimiento del entorno.
Desde la Plaza de España fuimos por la Avda. de Ramón y Cajal, a salir la carretera de Villanueva. Me llamó la atención la gran proliferación de azulejos en las fachadas de los edificios, no solo para anunciar los negocios allí instalados, sino también para rotular las calles. Respecto a los rótulos de las calles, señalar que todas ellas tienen sus nombres en español y portugués.
Ya antes de llegar a la carretera de Villanueva nos queda a la vista la muralla abalaustrada de Olivenza, construida en el siglo XVII.
Esta es la cuarta de las murallas con que contó la ciudad. Han desaparecido la segunda y la tercera, pero se conserva la primera, construida a principios del siglo XIV (en 1306) por orden del rey portugués de Olivenza Don Dinis.
Prácticamente desde el mismo sitio (carretera de Villanueva), pude fotografiar la parte más visible del Castillo de Olivenza, la Torre del Homenaje, de casi 40 metros de altura, tiene tres plantas y para subir a lo alto tiene 17 rampas (no escalones), al igual que la Giralda de Sevilla, lo que permitía que pudieran subir animales de carga. El Castillo es del siglo XIII, pero la Torre lo es de finales del XV.
Cuando llevamos recorridos 500 metros por las aceras que bordean la carretera citada, nos metemos a nuestra izquierda para, cruzando una urbanización de unifamiliares de nueva construcción, salir al Camino de Táliga que sale a nuestra derecha en dirección a la Sierra del Alor.
Trescientos metros después de coger este camino veremos a nuestra izquierda una gravera; puede servirnos de ayuda para no despistarnos, pues pocos metros más allá hay una desviación a la derecha que no nos interesa, pues hemos de seguir recto. En total haremos algo más de dos kilómetros antes del siguiente desvío.
A estas alturas de la ruta todavía no nos había llovido, pero el suelo empezaba a anticiparnos lo que iba a ser una constante: el barro manchando nuestras botas.
Cuando el cielo empieza a encapotarse de modo serio y caen las primeras gotas de la jornada, tenemos delante de nosotros y a nuestra izquierda, la Atalaya de San Jorge, sobre un collado de 379 metros de altitud.
Una de las constantes de esta ruta son los olivos, numerosos y centenarios. Se ven podados con esmero. A sus dueños los olivos les darán sus frutos, pero a nosotros nos dan el maravilloso espectáculo de sus preciosas formas. Son todos iguales pero, a la vez, todos distintos y deleitarse contemplando uno te anima a pasar la vista a los otros. Un entorno que ya hace merecer la pena el realizar la ruta.
Cuando llegamos al paraje de la Dehesilla, a 1,8 kms, de la gravera por la que pasamos antes, hacemos un giro de 90º a nuestra derecha para ir, cruzando la carretera BA-V-2034, a encontrarnos en la falda de la Sierra del Alor. A partir de este punto el camino se hace un poco más empinado. Para nosotros eso no fue problema, como tampoco lo fue el riachuelo de barro fluido que bajaba invadiendo todo el camino, de lado a lado.
El camino se ha ido embelleciendo por momentos. Ahora nos rodean algunos olivos, pero también encinas, abundantes jaras y muchos helechos.
Unos cuatro kilómetros después de haber cruzado la carretera el camino se ha hecho más cuesta arriba y en un momento determinado mis anfitriones de los Prisiñas me ofrecen apartarnos del camino que sigue todo el grupo y desviarnos a la derecha para ir a ver la Fuente de Val do Gral. Y yo, que me apunto a un bombardeo, acepto encantado.
Y si el camino que seguíamos era precioso, el desvío que cogemos lo embellece aún más.
Y por fin llegamos a la fuente, respecto a la que un panel informativo nos indica que la Sierra del Alor, “… la fuente de Val do Gral que sirvió y sirve en la actualidad para quitar la sed del cabrero y su rebaño durante los meses del año en que proporciona agua. También los cortijos próximo como el “Pedra Furada” tomaban el agua de esta fuente, transportándola en cántaros hasta el hogar.”
Desde la fuente nos dirigimos por una vereda, que a veces desaparecía entre la maravillosa vegetación del paraje, hacia la cima de la Sierra. Entre el ramaje comenzaba a atisbarse el espectáculo que nos esperaba un poco más arriba.
Unos chozos nos salen al encuentro, hablándonos del refugio que prestaban a los cabreros que, tiempos atrás, se movían por la zona.
Y, por fin, llegamos al primero de los dos miradores existentes en el lugar, que se encuentra en el punto más alto de la Sierra, a pocos metros del lugar señalado como punto geodésico.
Las vistas son espectaculares, por lo que no puedo evitar tratar de llevarme, en mi cámara, el recuerdo de fantástico paisaje que se domina desde aquí. Alcanzamos a ver la Presa de Alqueva, al oeste, y el Embalse de Piedra Aguda (mucho más cerca que aquélla), al este.
Buen momento para, además del paisaje, traerme conmigo el recuerdo de algunos de los Prisiñas.
Nos tomamos un respiro para reponer fuerzas, compartiendo lo que llevamos y haciendo partícipe también a algún compañero de cuatro patas.
Y bajamos al segundo mirador, situado 27 metros por debajo del nivel del anterior, pero con unas vistas al sureste sencillamente maravillosas.
E iniciamos la bajada hacia la Villa de San Jorge, pedanía dependiente de Olivenza, sin dejar de comentar por el camino la magnífica ruta que nos habían preparado los chicos de Vila Raiders.
La Sierra del Alor tiene tres cuerpos de sierra y dos valles entre ellos. Hemos subido por el valle situado más al oeste, por el que discurre el Arroyo de Morgadas y bajamos por el otro, más al este, el de Piedra Furada, que termina en la Villa citada.
Los Prisiñas que me acompañan procuran que no me pierda nada y tan pronto llaman mi atención sobre los magníficos ejemplares de olivos centenarios que abundan en este recorrido, como sobre la Atalaya de San Jorge, que divisamos con claridad frente a nosotros, a algo más de dos kilómetros en línea recta. También sobre las costumbres del lugar, al señalarme los enormes montones de piedra en medio del campo, llamados “majanos”, cuyo objeto es dejar libre de cantos las tierras de alrededor, para que puedan ser cultivadas con más facilidad. Respecto a éstos me dice que en los dolorosos tiempos de la Guerra Civil, algunos majanos los habían vaciado de piedras en su centro, poniendo luego tablas como techo que volvían a cubrir con otras piedras. Ahí vivían de día, ocultos, los que se sentían perseguidos, saliendo de noche para hacer una vida familiar en lamentables condiciones. Tiempos, comentamos, que nunca debieron ocurrir.
Al llegar a la villa de San Jorge, un avituallamiento preparado al efecto nos permite calmar la sed y disfrutar de las magníficas naranjas que nos tienen preparadas. Los kilómetros andados y el barro en que hemos chapoteado, unidos al constante quita-y-pon de chubasqueros y apertura-y-cierrre de paraguas nos han cansado más de lo que la simple ruta hubiera provocado, por lo que agradecemos tanto el avituallamiento como las amables sonrisas con las que nos regalan los miembros de la organización.
Seguimos hacia el final atravesando San Jorge, del que me llama enormemente la atención la abundancia de grandes chimeneas, de similar factura pero casi todas diferentes y que sugieren que en las casas en que se encuentran siguen existiendo aquéllas cocinas-salón-comedor en las que ardía un fuego continuo que ayudaba a hacer la comida pero que, a la vez, calentaba los cuerpos y sugería el crecimiento de la vida en familia.
Y con el pensamiento puesto en la paella que nos espera tan solo seis kilómetros más adelante, salimos de San Jorge para rematar la jornada.
El camino alterna momentos de firme simplemente húmedo con otros en que hemos de buscar con ahínco el sitio por donde pasar para coger menos barro en las botas. Y todo ello atravesando una preciosa dehesa a la que la superabundancia de agua no ha hecho más que embellecer aún más.
Cuando ya tenemos Olivenza a la vista, hacemos un giro de 90º a la izquierda para, tras pasar por la gravera que vimos a primera hora, dejar a nuestra derecha una antigua construcción, ahora en ruinas, a la que llaman “Agar derrubado” justo antes de llegar a nuestro destino.
En el Camping de Olivenza nos tenían preparada una estupenda paella, de la que dimos cuenta con presteza, dando por terminada la jornada.
Por mi parte, me despedí del fenomenal grupo de Prisiñas, citándome con ellos nuevamente para la Ruta de los Matacanes que están organizando y que se celebrará el próximo 5 de mayo de 2013.
El anuncio de lluvia para toda la jornada realizado por todas las agencias de meteorología no desanimaron a los, aproximadamente, 400 senderistas que nos dimos cita en la Plaza de España de Olivenza.
Del Club organizador solo puedo decir que “lo clavaron”. Estuvieron toda la mañana pendiente de los senderistas y no había un cruce donde no estuviera más de uno de ellos para orientar, ni un lugar con demasiado barro para indicarnos por donde era mejor pasar, ni un lugar que mereciera ser visto para llamarnos la atención al respecto. Muy bien.
Por mi parte tuve el privilegio de ser recibido y estar acompañado durante toda la jornada por los miembros del Club de Senderismo Prisiñas, de Olivenza, que se han constituido recientemente y ya han organizado su primera ruta para primeros del próximo mes de mayo. Por la forma en que vi cómo viven el senderismo y el modo en que están organizando su primera ruta como club, les auguro toda clase de éxitos pues el saber hacer lo aderezan con buenas dosis de amabilidad, simpatía, buen humor y conocimiento del entorno.
Desde la Plaza de España fuimos por la Avda. de Ramón y Cajal, a salir la carretera de Villanueva. Me llamó la atención la gran proliferación de azulejos en las fachadas de los edificios, no solo para anunciar los negocios allí instalados, sino también para rotular las calles. Respecto a los rótulos de las calles, señalar que todas ellas tienen sus nombres en español y portugués.
Ya antes de llegar a la carretera de Villanueva nos queda a la vista la muralla abalaustrada de Olivenza, construida en el siglo XVII.
Esta es la cuarta de las murallas con que contó la ciudad. Han desaparecido la segunda y la tercera, pero se conserva la primera, construida a principios del siglo XIV (en 1306) por orden del rey portugués de Olivenza Don Dinis.
Prácticamente desde el mismo sitio (carretera de Villanueva), pude fotografiar la parte más visible del Castillo de Olivenza, la Torre del Homenaje, de casi 40 metros de altura, tiene tres plantas y para subir a lo alto tiene 17 rampas (no escalones), al igual que la Giralda de Sevilla, lo que permitía que pudieran subir animales de carga. El Castillo es del siglo XIII, pero la Torre lo es de finales del XV.
Cuando llevamos recorridos 500 metros por las aceras que bordean la carretera citada, nos metemos a nuestra izquierda para, cruzando una urbanización de unifamiliares de nueva construcción, salir al Camino de Táliga que sale a nuestra derecha en dirección a la Sierra del Alor.
Trescientos metros después de coger este camino veremos a nuestra izquierda una gravera; puede servirnos de ayuda para no despistarnos, pues pocos metros más allá hay una desviación a la derecha que no nos interesa, pues hemos de seguir recto. En total haremos algo más de dos kilómetros antes del siguiente desvío.
A estas alturas de la ruta todavía no nos había llovido, pero el suelo empezaba a anticiparnos lo que iba a ser una constante: el barro manchando nuestras botas.
Cuando el cielo empieza a encapotarse de modo serio y caen las primeras gotas de la jornada, tenemos delante de nosotros y a nuestra izquierda, la Atalaya de San Jorge, sobre un collado de 379 metros de altitud.
Una de las constantes de esta ruta son los olivos, numerosos y centenarios. Se ven podados con esmero. A sus dueños los olivos les darán sus frutos, pero a nosotros nos dan el maravilloso espectáculo de sus preciosas formas. Son todos iguales pero, a la vez, todos distintos y deleitarse contemplando uno te anima a pasar la vista a los otros. Un entorno que ya hace merecer la pena el realizar la ruta.
Cuando llegamos al paraje de la Dehesilla, a 1,8 kms, de la gravera por la que pasamos antes, hacemos un giro de 90º a nuestra derecha para ir, cruzando la carretera BA-V-2034, a encontrarnos en la falda de la Sierra del Alor. A partir de este punto el camino se hace un poco más empinado. Para nosotros eso no fue problema, como tampoco lo fue el riachuelo de barro fluido que bajaba invadiendo todo el camino, de lado a lado.
El camino se ha ido embelleciendo por momentos. Ahora nos rodean algunos olivos, pero también encinas, abundantes jaras y muchos helechos.
Unos cuatro kilómetros después de haber cruzado la carretera el camino se ha hecho más cuesta arriba y en un momento determinado mis anfitriones de los Prisiñas me ofrecen apartarnos del camino que sigue todo el grupo y desviarnos a la derecha para ir a ver la Fuente de Val do Gral. Y yo, que me apunto a un bombardeo, acepto encantado.
Y si el camino que seguíamos era precioso, el desvío que cogemos lo embellece aún más.
Y por fin llegamos a la fuente, respecto a la que un panel informativo nos indica que la Sierra del Alor, “… la fuente de Val do Gral que sirvió y sirve en la actualidad para quitar la sed del cabrero y su rebaño durante los meses del año en que proporciona agua. También los cortijos próximo como el “Pedra Furada” tomaban el agua de esta fuente, transportándola en cántaros hasta el hogar.”
Desde la fuente nos dirigimos por una vereda, que a veces desaparecía entre la maravillosa vegetación del paraje, hacia la cima de la Sierra. Entre el ramaje comenzaba a atisbarse el espectáculo que nos esperaba un poco más arriba.
Unos chozos nos salen al encuentro, hablándonos del refugio que prestaban a los cabreros que, tiempos atrás, se movían por la zona.
Y, por fin, llegamos al primero de los dos miradores existentes en el lugar, que se encuentra en el punto más alto de la Sierra, a pocos metros del lugar señalado como punto geodésico.
Las vistas son espectaculares, por lo que no puedo evitar tratar de llevarme, en mi cámara, el recuerdo de fantástico paisaje que se domina desde aquí. Alcanzamos a ver la Presa de Alqueva, al oeste, y el Embalse de Piedra Aguda (mucho más cerca que aquélla), al este.
Buen momento para, además del paisaje, traerme conmigo el recuerdo de algunos de los Prisiñas.
Nos tomamos un respiro para reponer fuerzas, compartiendo lo que llevamos y haciendo partícipe también a algún compañero de cuatro patas.
Y bajamos al segundo mirador, situado 27 metros por debajo del nivel del anterior, pero con unas vistas al sureste sencillamente maravillosas.
E iniciamos la bajada hacia la Villa de San Jorge, pedanía dependiente de Olivenza, sin dejar de comentar por el camino la magnífica ruta que nos habían preparado los chicos de Vila Raiders.
La Sierra del Alor tiene tres cuerpos de sierra y dos valles entre ellos. Hemos subido por el valle situado más al oeste, por el que discurre el Arroyo de Morgadas y bajamos por el otro, más al este, el de Piedra Furada, que termina en la Villa citada.
Los Prisiñas que me acompañan procuran que no me pierda nada y tan pronto llaman mi atención sobre los magníficos ejemplares de olivos centenarios que abundan en este recorrido, como sobre la Atalaya de San Jorge, que divisamos con claridad frente a nosotros, a algo más de dos kilómetros en línea recta. También sobre las costumbres del lugar, al señalarme los enormes montones de piedra en medio del campo, llamados “majanos”, cuyo objeto es dejar libre de cantos las tierras de alrededor, para que puedan ser cultivadas con más facilidad. Respecto a éstos me dice que en los dolorosos tiempos de la Guerra Civil, algunos majanos los habían vaciado de piedras en su centro, poniendo luego tablas como techo que volvían a cubrir con otras piedras. Ahí vivían de día, ocultos, los que se sentían perseguidos, saliendo de noche para hacer una vida familiar en lamentables condiciones. Tiempos, comentamos, que nunca debieron ocurrir.
Al llegar a la villa de San Jorge, un avituallamiento preparado al efecto nos permite calmar la sed y disfrutar de las magníficas naranjas que nos tienen preparadas. Los kilómetros andados y el barro en que hemos chapoteado, unidos al constante quita-y-pon de chubasqueros y apertura-y-cierrre de paraguas nos han cansado más de lo que la simple ruta hubiera provocado, por lo que agradecemos tanto el avituallamiento como las amables sonrisas con las que nos regalan los miembros de la organización.
Seguimos hacia el final atravesando San Jorge, del que me llama enormemente la atención la abundancia de grandes chimeneas, de similar factura pero casi todas diferentes y que sugieren que en las casas en que se encuentran siguen existiendo aquéllas cocinas-salón-comedor en las que ardía un fuego continuo que ayudaba a hacer la comida pero que, a la vez, calentaba los cuerpos y sugería el crecimiento de la vida en familia.
Y con el pensamiento puesto en la paella que nos espera tan solo seis kilómetros más adelante, salimos de San Jorge para rematar la jornada.
El camino alterna momentos de firme simplemente húmedo con otros en que hemos de buscar con ahínco el sitio por donde pasar para coger menos barro en las botas. Y todo ello atravesando una preciosa dehesa a la que la superabundancia de agua no ha hecho más que embellecer aún más.
Cuando ya tenemos Olivenza a la vista, hacemos un giro de 90º a la izquierda para, tras pasar por la gravera que vimos a primera hora, dejar a nuestra derecha una antigua construcción, ahora en ruinas, a la que llaman “Agar derrubado” justo antes de llegar a nuestro destino.
En el Camping de Olivenza nos tenían preparada una estupenda paella, de la que dimos cuenta con presteza, dando por terminada la jornada.
Por mi parte, me despedí del fenomenal grupo de Prisiñas, citándome con ellos nuevamente para la Ruta de los Matacanes que están organizando y que se celebrará el próximo 5 de mayo de 2013.
Waypoints
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1,526 ft
Refugio de Diego Corrientes
Intersection
1,024 ft
Carretera
Carretera
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Me alegró verte de nuevo Dalits, aunque fuera tan brevemente.
Enhorbuena por el relato. Has vuelto a reflejar muy bien lo que fue la jornada. Gracias.
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Una bonita ruta para caminarla en buena compañía.
Maravilloso grupo de buenas personas. Gracias por estar con nosotros en ese día. https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/subida-a-la-sierra-del-alor-olivenza-4166739/photo-2033301
Magnifico trabajo Teo.
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Una ruta magnífica. Un buen resumen Teo.
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También la hice yo con los Prisiñas. Buena descripción y buenas fotos.
¿se trata del refugio del Bandolero? /outdoor-trails/subida-a-la-sierra-del-alor-olivenza-4166739#wp-4175116
Buenos días javierdejaen.
Sí, efectivamente, se trata del refugio de dicho bandonero
Un cordial saludo. /outdoor-trails/subida-a-la-sierra-del-alor-olivenza-4166739#wp-4175116
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Moderate
Preciosa ruta y mejores vistas desde arriba. La realizamos con VilaRaiders y Prisiñas y es algo que deberemos repetir.
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Preciosa ruta que he tenido la oportunidad de hacer hace pocos días para ir a disfrutar de las rosas de alejandría.
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Moderate
Preciosa ruta que adquiere un valor especial si tienes la suerte de pillar las peonías (o rosas de Alejandría) en periodo de floración, que es lo que me ha pasado a mi en los primeros días de abril. Gracias.
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Moderate
Preciosa ruta, especialmente desde que pasa San Jorge y llegas a las inmediaciones de la Sierra. todo el recorrido por ella, espectacular, en especial las vistas desde el mirador.
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Moderate
Preciosa ruta que he tenido la suerte de hacerla esta Semana Santa pasada, cuando el campo estaba cuajado de peonías. Una preciosidad que recomiendo a quien quiera disfrutarlo. Las vistas desde el mirador de lo alto, preciosas.
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Moderate
Ruta perfecta para pasar un día en entornos naturales de especial belleza, sobre todo la segunda parte de la ruta con el ascenso a la sierra.
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Moderate
La primera parte del recorrido puede evitarse haciéndose en coche, con lo que también te la ahorras al final. Luego es precioso todo el recorrido, especialmente la parte final, con unas vistas preciosas. El campo precioso. Tu track e información, como es habitual, precisos y exactos. Gracias por tus contribuciones al senderismo.
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Moderate
Tranquilo recorrido y unas vistas espectaculares desde el mirador. Nos gustó a todo el grupo.
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Aceptable