Subida al Hornillo tras las huellas de Malraux

André Malraux, escritor, aventurero y político francés, organizó una flotilla de aviones que participó en la guerra civil entre Agosto del 36 y Febrero del 37. Uno de sus aviones hizo un aterrizaje de emergencia en la parte alta de Valdelinares, posiblemente entre los Mases de Corneliu, Gomez y la Penilla. La solidaridad de los lugareños con los heridos sirvió de inspiración para el libro L´espoir y más tarde para la película La Sierra de Teruel.
La ruta pasará por esa zona camino del Hornillo.
Salimos de la plaza de Valdelinares (donde moran los guardianes del invierno) para tomar la calzada pasando por Fuenvallejo y el chorrico Lucía, hasta llegar a los corrales de la Calzada. Seguimos por el borde del acantilado hasta un mirador sobre el valle del Recuenco y el bolage de Abajo; con toda la sierra del Monegro enfrente.
Remontamos el barranco para ir al Mas de Corneliu. En algún lugar entre este Mas y el siguiente debió ocurrir el aterrizaje forzoso del Potez-54 "Ñ".
Ese día (27 diciembre 1936) este manto blanco y sedoso fue lo mas acogedor que encontró el piloto antes de intentar sobrevolar la negrura inquietante del Pinar Ciego. Pese a lo aparatoso del incidente solo hubo heridos, ya que el muerto (Jean Belaïdi) lo fue en el combate previo. Malraux acudió al rescate de los heridos y para llevarse piezas del avión. Lo que quedó lo utilizaron los del pueblo para reforzar puertas de corrales, hacer bases para las chimeneas o construir un crucifijo para la iglesia.
Este tramo lo hacemos tranquilamente a ver si encontramos algo, siguiendo el arroyo de la Penilla hasta la fuente y Mas del mismo nombre, situados en una hondonada herbosa.
Rodeado el Mas de la Penilla tomamos un antiguo camino que nos sube hasta el corral de la Penilla. Poco antes del corral nos desviamos a la derecha para subir directamente al Hornillo.
Después de admirarnos de las vistas desde esta gran atalaya volveremos a Valdelinares siguiendo el sendero local.
A partir del collado Frío hay un tramo donde no encontramos marcas. Hay que seguir las terrazas hacia unos montones de piedras perfectamente apiladas, que de lejos parecen balas de paja. Aquí ya se vuelven a encontrar las señales que no se pierden hasta el final. El sendero baja por el camino de los Corralejos pasando por la Fuen del Cañuelo y los Planos hasta el pueblo.