TAGLE-PUNTA BALLOTA-ERMITA SANTA JUSTA

Los paraísos no siempre están tan lejos como los buscamos. A veces basta con echar una mirada a nuestro alrededor para darnos cuenta de ello. Si este verano queremos perdernos en alguna cala bonita, tranquila y disfrutar de la brisa y las olas no hace falta que nos vayamos a la Riviera Maya, ni siquiera que volemos hasta Ibiza. Podemos coger el coche y en unas horas ya estaremos tocando el cielo o casi. Solo debemos poner rumbo al municipio cántabro de Suances. A menos de cinco kilómetros de él tenemos dos pequeños y coquetos arenales: las playas de El Sable, en Tagle, y Santa Justa, en Ubiarco.

La primera se abre paso entre los acantilados y parece la de la típica postal de la costa Cantábrica que venden en las tiendas de 'souvenirs' a los turistas. Para llegar a ella hay que tomar la carretera comarcal CA-132 hasta el municipio de Tagle y seguir las indicaciones allí marcadas o preguntarle a cualquier lugareño. Dispone de aparcamiento vigilado para 100 vehículos. Aunque si no disponemos de uno propio, hay un autobús interurbano que parte de Torrelavega y llega hasta allí.

No se trata de una playa masificada pese a que la zona de Suances es muy turística y está repleta de segundas residencias de familias de Castilla y León, sobre todo. Es más, suele tener un nivel de ocupación bajo, algo que se agradece en una cala tan pequeña: mide 200 metros de largo por 50 de ancho aproximadamente. Pese a ello, está bien acondicionada. Tiene duchas y teléfono, y en temporada existe servicio de socorristas.

Al amparo de Punta Ballota

Su arena fina y dorada invita a disfrutar del sol, a relajarse en la toalla, a leer un buen libro al arrullo del mar... Pero para bañarse hay que ser cauto y atender a las banderas porque es una zona ventosa y con oleaje. De hecho, es frecuente ver a los 'surfers' con sus tablas, aunque prefieren la playa de Los Locos, a unos tres kilómetros en dirección a Suances, más abierta al mar.

Desde el aire, El Sable es un bello ejemplo de cómo el mar ha luchado con la montaña por abrirse paso en esta escarpada zona de la costa. Y goza del encanto salvaje que le otorga su aislamiento: pese a estar muy cerca del pueblo y tener los accesos acondicionados, no hay edificaciones a su alrededor y el visitante parece estar en medio de la nada. Puede echarse la siesta mecido por los cencerros y, si se descuida, encontrarse con ganado pastando a unos metros de la toalla.

Otro de los atractivos del arenal es que cuando uno se cansa de tomar el sol y se bate en retirada hacia el coche o el autobús, todavía puede darse un paseo sobre los precipicios por uno de los caminos rurales que hay y llegarse hasta Punta Ballota, de espectaculares vistas sobre el Cantábrico.

Santa Justa, un tesoro

Otro de esos caminos rurales conecta con una segunda playa mucho más silvestre, la de Santa Justa, que está a apenas un kilómetro a pie. Sin embargo, si queremos acercarnos en coche, tenemos que volver sobre nuestros pasos hasta Tagle y coger la carretera CA-351. Justo en la curva anterior a llegar al pueblo de Ubiarco encontraremos el acceso hasta el arenal.

No se trata de un tostadero al uso. Tiene un parking para medio centenar de vehículos, pero el acceso a pie no es tan sencillo como en Tagle, a pesar de que cuenta con una escalinata de madera reciente. Tampoco encontraremos duchas ni teléfono público. Aunque sí socorristas.

Santa Justa presenta un paisaje agreste. Colocar la toalla en la arena requiere medir muy bien la distancia, porque abundan las rocas. Además, es muy pequeña: apenas mide 100 metros de largo por 50 de ancho. Sin embargo, para muchos se trata de un auténtico tesoro. Los ecologistas han luchado mucho por preservarla del pelotazo urbanístico y, después, del chapapote del Prestige.

Una ermita enclavada en el acantilado

Su atractivo, más allá de por su apariencia salvaje, tiene mucho que ver con la ermita que le da nombre. Es un templo del siglo XVI excavado sobre la propia roca y que se puede visitar cuando hay marea baja y apenas oleaje. En su tiempo se convirtió en lugar de peregrinación para honrar las reliquias de Santa Justa y Santa Rufina y en 2010 fue declarado Bien de Interés Local. Justo encima, en lo alto del acantilado, está otro de sus encantos: la Torre de San Telmo, la ruina de una atalaya medieval de la que solo quedan dos paredes. Tanto la ermita como el torreón nos lo encontraremos de camino si venimos a pie desde El Sable.

Otro de los puntos fuertes de estos dos arenales es su ubicación, en medio de una zona turística como es el arco entre Suances y Santillana del Mar, y muy cerca de la segunda ciudad en importancia de Cantabria, Torrelavega. Por ello, no hace falta preocuparse mucho ni por el alojamiento (los hoteles y casas rurales abundan), ni por dónde comer (en los tres municipios hay restaurantes y bares de sobra).