Tornavacas-Jarandilla de la Vera (Travesía de Carlos V)
near Tornavacas, Extremadura (España)
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Itinerary description
Espectacular ruta muy bien organizada por el Grupo Placentino de Montaña (no en vano es la 37 edición), que conmemora el viaje que hizo el emperador Carlos V el 12 de noviembre de 1556 desde Tornavacas (adonde había llegado el día anterior “una hora después de anochecido”, con destino al Monasterio de Yuste para retirarse de la vida pública), atravesando la sierra de Tormantos (Gredos), hasta Jarandilla de la Vera, donde se hospedaría en el castillo de su amigo y vasallo el Conde de Oropesa, en tanto esperaba que se acondicionasen sus estancias en Yuste (un palacio junto a la iglesia del Monasterio, edificado según los planos enviados por el propio emperador para que se asemejase a su casa natal de Gante). Pasaría unos tres meses entretanto en Jarandilla, entrando en Yuste el 3 de febrero de 1557.
En Tornavacas hay una casa con una inscripción que hace referencia a su primitivo propietario (“Iván Méndez Dávila, criado de su Majestad”), donde, según la tradición, el César pernoctó la noche que pasó en esta localidad.
Iniciamos ruta a la salida de Tornavacas junto a la Fuente del Pilón (donde se abrevaba el abundante ganado que pasaba por aquí hacia las fincas fuera del pueblo, y que servía también como lavadero). Unos metros después se encuentra una picota (que se levantaba a la entrada o salida de las villas) , llamada de Marirrollas por las cuatro caras que había en sus laterales, de las que quedan dos, y enseguida la Ermita del Santo Cristo del Humilladero: se erigían en la entrada de las poblaciones-o en los cruces de caminos- para que peregrinos y caminantes se arrodillasen (se “humillasen”) para rezar aquí. Siguiendo el PR 1, cruzamos un puente sobre el Jerte para descender por su margen izquierda, por una pista hormigonada que luego se transforma en senda.
Vamos en paralelo al río, junto a pastizales y huertos de cerezos, con la visión enfrente de Gredos (Risco de la Campana), atravesando las gargantas de San Martín, de la Higuera y Honda. Progresivamente empezamos a ascender por el Monte Reboldano, dentro de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, entre robles melojos (o rebollos) y castaños que lucen sus mejores galas otoñales, vislumbrando en el valle el pueblo de Jerte, hasta alcanzar el collado de las Losas, en la Cuerda de los Lobos.
Desde aquí se inicia una corta y zigzagueante bajada, caminando por tramos empedrados, hasta el Puente Nuevo o de Carlos V, que salva la garganta de la Serrá (o de los Asperones, que se junta con la anterior).
Toca ahora subir por la sierra de Tormantos, primero por camino enlosado, a la loma del cerro de la Encinilla (1280 msnm), subida que es la más larga de la jornada, con tramos estrechos casi ocultos por la retama (será algo habitual en gran parte del recorrido), pero pasando también entre hermosos robles como el que hay junto a la Fuente de Robledo Hermoso, como su nombre indica. El ascenso es más duro por la ladera del cerro Carretas, suavizándose algo luego. Abajo queda la imponente garganta de las Yeguas (cuando se une más abajo a la de la Serrá forman la garganta de los Infiernos, con sus afamados Pilones). Pasamos junto a las fuentes de los Alisillos y de Peña Lozana antes de llegar a un escarpe rocoso llamado los Escalerones, en el collado de Encinares, donde podremos disfrutar de magníficas vistas de la garganta, antes de seguir ascendiendo nuevamente por un robledal; luego en la ladera de Peña Lozana caminamos entre piornos y brezos que cierran el sendero, antes de cruzar la garganta del Collado de las Yeguas por un pequeño puente de madera. Bajamos hasta una pasarela sobre la garganta del Hornillo, un poco antes de su confluencia con la de las Yeguas, para encarar el último ascenso, por desgracia por un paisaje quemado, recorriendo en algún tramo un antiguo camino de caballerías, hasta llegar al collado de las Yeguas (1479 msnm), el mismo que superó con gran dificultad el emperador (hay que decir que a él lo portaban en silla de manos) y ante el que cuentan que dijo: “Ya no franquearé otro puerto que el de la muerte...”
Ahora ya se divisa la comarca de la Vera, incluso el valle del Tiétar al fondo. El inicio de la bajada es cómodo, en realidad un faldeo casi llano por la ladera, antes de tomar un zigzagueante y pedregoso sendero (e interminable, 2 kilómetros con 600 metros de desnivel) que baja hasta un puentecito de madera que salva la garganta del Yedrón. Éste es otro lugar de gran belleza, compensando así el castigo que el descenso ha supuesto para rodillas y tobillos.
Después el sendero acompaña al río por la ladera, por la Cuerda del Rayo, separándose de su curso, y, tras atravesar una cancela, llega junto a las ruinas de una casa de pastores, desde donde ya se divisa Jarandilla. Descendemos junto a bancales de cerezos hasta alcanzar la fuente del Santo Nuncio y después atravesamos
parajes de gran belleza entre robles melojos centenarios (los Vínculos) con el sendero delimitado por muretes de piedra, antes de llegar a una pista forestal. Se abandona ésta girando a la derecha, para bajar entre piornos y luego por un frondoso castañar conocido como el Convento, que lleva hasta la carretera que va al Guijo de Santa Bárbara; tras cruzarla, 100 metros más a la izquierda, sale una pista hormigonada (Camino de Serradilla), luego de tierra, que lleva al Puente de Palos (salvando la garganta Jaranda, última del día). Luego un bonito y estrecho sendero, junto al camping, lleva a la carretera C-501, entrando en Jarandilla, pasando frente a la Iglesia de San Agustín y terminando la ruta junto al castillo del Conde de Oropesa, de mediados del siglo XV, hoy Parador Nacional de Turismo.
Ruta rompepiernas, pero imprescindible en la mochila del senderista.
En Tornavacas hay una casa con una inscripción que hace referencia a su primitivo propietario (“Iván Méndez Dávila, criado de su Majestad”), donde, según la tradición, el César pernoctó la noche que pasó en esta localidad.
Iniciamos ruta a la salida de Tornavacas junto a la Fuente del Pilón (donde se abrevaba el abundante ganado que pasaba por aquí hacia las fincas fuera del pueblo, y que servía también como lavadero). Unos metros después se encuentra una picota (que se levantaba a la entrada o salida de las villas) , llamada de Marirrollas por las cuatro caras que había en sus laterales, de las que quedan dos, y enseguida la Ermita del Santo Cristo del Humilladero: se erigían en la entrada de las poblaciones-o en los cruces de caminos- para que peregrinos y caminantes se arrodillasen (se “humillasen”) para rezar aquí. Siguiendo el PR 1, cruzamos un puente sobre el Jerte para descender por su margen izquierda, por una pista hormigonada que luego se transforma en senda.
Vamos en paralelo al río, junto a pastizales y huertos de cerezos, con la visión enfrente de Gredos (Risco de la Campana), atravesando las gargantas de San Martín, de la Higuera y Honda. Progresivamente empezamos a ascender por el Monte Reboldano, dentro de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, entre robles melojos (o rebollos) y castaños que lucen sus mejores galas otoñales, vislumbrando en el valle el pueblo de Jerte, hasta alcanzar el collado de las Losas, en la Cuerda de los Lobos.
Desde aquí se inicia una corta y zigzagueante bajada, caminando por tramos empedrados, hasta el Puente Nuevo o de Carlos V, que salva la garganta de la Serrá (o de los Asperones, que se junta con la anterior).
Toca ahora subir por la sierra de Tormantos, primero por camino enlosado, a la loma del cerro de la Encinilla (1280 msnm), subida que es la más larga de la jornada, con tramos estrechos casi ocultos por la retama (será algo habitual en gran parte del recorrido), pero pasando también entre hermosos robles como el que hay junto a la Fuente de Robledo Hermoso, como su nombre indica. El ascenso es más duro por la ladera del cerro Carretas, suavizándose algo luego. Abajo queda la imponente garganta de las Yeguas (cuando se une más abajo a la de la Serrá forman la garganta de los Infiernos, con sus afamados Pilones). Pasamos junto a las fuentes de los Alisillos y de Peña Lozana antes de llegar a un escarpe rocoso llamado los Escalerones, en el collado de Encinares, donde podremos disfrutar de magníficas vistas de la garganta, antes de seguir ascendiendo nuevamente por un robledal; luego en la ladera de Peña Lozana caminamos entre piornos y brezos que cierran el sendero, antes de cruzar la garganta del Collado de las Yeguas por un pequeño puente de madera. Bajamos hasta una pasarela sobre la garganta del Hornillo, un poco antes de su confluencia con la de las Yeguas, para encarar el último ascenso, por desgracia por un paisaje quemado, recorriendo en algún tramo un antiguo camino de caballerías, hasta llegar al collado de las Yeguas (1479 msnm), el mismo que superó con gran dificultad el emperador (hay que decir que a él lo portaban en silla de manos) y ante el que cuentan que dijo: “Ya no franquearé otro puerto que el de la muerte...”
Ahora ya se divisa la comarca de la Vera, incluso el valle del Tiétar al fondo. El inicio de la bajada es cómodo, en realidad un faldeo casi llano por la ladera, antes de tomar un zigzagueante y pedregoso sendero (e interminable, 2 kilómetros con 600 metros de desnivel) que baja hasta un puentecito de madera que salva la garganta del Yedrón. Éste es otro lugar de gran belleza, compensando así el castigo que el descenso ha supuesto para rodillas y tobillos.
Después el sendero acompaña al río por la ladera, por la Cuerda del Rayo, separándose de su curso, y, tras atravesar una cancela, llega junto a las ruinas de una casa de pastores, desde donde ya se divisa Jarandilla. Descendemos junto a bancales de cerezos hasta alcanzar la fuente del Santo Nuncio y después atravesamos
parajes de gran belleza entre robles melojos centenarios (los Vínculos) con el sendero delimitado por muretes de piedra, antes de llegar a una pista forestal. Se abandona ésta girando a la derecha, para bajar entre piornos y luego por un frondoso castañar conocido como el Convento, que lleva hasta la carretera que va al Guijo de Santa Bárbara; tras cruzarla, 100 metros más a la izquierda, sale una pista hormigonada (Camino de Serradilla), luego de tierra, que lleva al Puente de Palos (salvando la garganta Jaranda, última del día). Luego un bonito y estrecho sendero, junto al camping, lleva a la carretera C-501, entrando en Jarandilla, pasando frente a la Iglesia de San Agustín y terminando la ruta junto al castillo del Conde de Oropesa, de mediados del siglo XV, hoy Parador Nacional de Turismo.
Ruta rompepiernas, pero imprescindible en la mochila del senderista.
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