Travesía- Treking integral del Parque Natural Cabo de Gata- Níjar: El Toyo- Carboneras

A veces, te encuentras en medio de la nada, y otras veces, es en medio de la nada dónde te encuentras...

Travesía o treking integral del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar completada!! En total 4 días y 105 km de litoral almeriense, el Geoparque de Almería de extremo a extremo!!.
Dejé el coche el pasado viernes 30 de abril en el Toyo y desde ahí empecé a caminar recorriendo playas, salinas, acantilados, arrecifes, calas, minas, pueblos, valles,faros, atalayas,volcanes, caminos y vereas hasta llegar el lunes 3 de mayo a Carboneras y coger ahí de vuelta el bus que me dejaría de nuevo en el Toyo, devolviendome de nuevo a la vida real.
Cabo de Gata en ésta época es una explosión de color; el amarillo de la floración, las distintas tonalidades cromáticas de sus aguas, la variada paleta de colores que caracteriza la arena y chinarros de sus playas; las negras, ocres y grisáceas formaciones geológicas de origen volcánico(caprichosas y complejas), el blanco impoluto de sus pueblos, el verde del resurgir de la primavera...Cabo de Gata es luz y un continuo contraste de paisajes!!
Salí del Toyo dirección a la ermita de la Virgen de la Mar y Torre García. Dos singulares construcciones que resaltan en el monótono horizonte hasta otear el Cerro de San Miguel y el Cabo de Gata, primeras estribaciones de la Sierra del Cabo de Gata. La antigua factoría de salazones de origen romano en la Playa de Torregarcía, es la primera construcción que me encuentro y es, aún sin saberlo, un anticipo de los numerosos asentamientos que encontraré a lo largo del camino. Antiguas industrias y construcciones que atestiguan la presencia de diferentes civilizaciones que han sabido aprovechar los recursos de éstas costas a lo largo de la historia.
A continuación, me sumerjo en la calma de la solitaria playa de las Amoladeras, que con sus casi cuatro kilómetros de longitud, me sirve para asimilar los más de 100 km que todavía tengo por delante.
En el pueblo que le da nombre al Parque Natural, Cabo de Gata, tengo mi primera toma de contacto con la rica y variada gastronomía local, en cuyas tapas, el pescado ejerce con derecho propio, el protagonismo que se merece en un enclave como en el que nos encontramos.
La Torre y fortificación de San Miguel(datada de 1756) nos da la bienvenida a la Playa de Cabo de Gata. Dicha fortificación ejerció posteriormente como cuartel de la Guardia Civil y actualmente se encuentra en estado de abandono. Llegado a éste punto, dirijo mis pasos por una vereda mar adentro que discurre paralela entre la carretera y las Salinas de Cabo de Gata.
A lo largo del trayecto, hago un alto en el camino en los distintos puntos de observación que hay sobre las Salinas, intentando divisar algunas de las aves que aquí habitan, pero debido al fuerte poniente, sólo hace acto de presencia el altivo y presumido flamenco rosa.
La tétrica y majestuosa estampa solitaria de la Iglesia de Santa María del Cabo de Gata, se yergue en el horizonte dándome la bienvenida a la Almadraba de Monteleva, una barriada de pescadores y salineros, que seguro tuvo épocas mejores. El paseo marítimo entablado de La Fabriquilla, es la transición entre el llano y las primeras estribaciones de la Sierra del Cabo de Gata. A la derecha de la carretera, tenemos uno de los numerosos búnkeres de la Guerra Civil que nos vamos a encontrar en nuestro recorrido. Espacios que si bien, no son muy atractivos, pueden ser muy útiles para refugiarnos de cualquier temporal que nos sorprenda en el camino. Tras recorrer unos 3 kms de carretera, llego al Faro de Cabo de Gata, una parada obligatoria donde poder observar el imponente y escarpado litoral que nos depara el camino.
A escasos metros, me acerco hasta el archiconocido y fotografiado Arrecife de las Sirenas. Unas erosionadas chimeneas volcánicas en forma de agujas que emergen del agua y que probablemente reciban este nombre por la presencia de una colonia de foca monje que los pescadores de la zona llamaban sirenas o lobos marinos.
Prosigo mi andadura afrontando el primer gran desnivel del itinerario hasta llegar a la la torre vigía o almenara conocida como la Vela Blanca, datada en el siglo XVIII. El Cerro de la Vela Blanca es el acantilado más elevado del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, con unos 200 m de altura. Se llama así porque a los pies del acantilado, encuentramos una duna fosilizada de un blanco impoluto,con forma de vela. La Torre de la Vela Blanca es propiedad privada, como muchos torreones, baterías o fortificaciones que voy a encontrar a lo largo del recorrido.
A partir de aquí, dejo el asfalto y entro en un antiguo camino o carretera de tierra que se erigió como proyecto de carreterita que cruzase todo el litoral y que al final no se terminó por motivos conservacionistas, una vez ya proyectada y ejecutada en su mayoría, una vez ya hecho todo el estropicio, manda cojones!.
Durante éste descenso, es imposible no recrearse con las increíbles vistas sobre los acantilados y con el paisaje que se nos presenta por delante.
Dejo a la izquierda el desvío de Cala Carbón y cojo un sendero señalizado que me lleva directamente a la ensenada de Mónsul, lugar elegido para hacer el primer "vivac" de la travesía.
Como aberuntaba tormenta, decidí protegerme del viento y de la posible lluvia, en uno de los numerosos abrigos o extraplomos que hay a pié de la playa de Mónsul. Hay que tener cuidado con la mochila y sobretodo con la comida, ya que en mi caso, esa noche tuve la visita de dos zorros en busca de algo que llevarse a la boca(primero uno y a las dos horas otro más pequeño). No son peligrosos, pero sí te pueden hacer algún estropicio, como en mi caso, que me abrieron una brecha en la funda que protegía la mochila.
Al amanecer, me recreo con el que ha sido el escenario de numerosas películas como Indiana Jones y la última cruzada o La historia interminable. Después de desayunar, inicio la segunda jornada de travesia dirigiéndome a la playa del Barronal por un camino escoltado por las que se han convertido en un icono de Almería, las pitas. Antes de entrar a la playa, a la izquierda, se intuye la primera "verea" que asciende y que busca rodear el Cerro del Barronal. La senda nos baja de nuevo a nivel de mar y llegamos a Cala Lance del Perro, siendo ésta la primera de las tres calas(Cala Lance del Perro, Cala del Barranco y Cala Grande) por las que voy caminando por la orilla del mar antes de sortear otro promontorio y volver a bajar a Cala Chica. Es en ésta cala donde hay construido una especie de refugio o majada aprovechando una oquedad en el acantilado y que bien puede servirme como vivac en otra de las veces que vuelva por aquí. Continuo, remontando los acantilados por unas vereas muy definidas hasta coronar el collado del Morrón de los Genoveses y encontrarme con todo un espectáculo para los sentidos; la playa de los Genoveses. Una playa que es la belleza en estado puro y que forma una media luna perfecta. Aquí es donde ya me encuentro más tránsito de gente, debido a su proximidad con San José. En la misma playa, hay dos búnkers de la Guerra Civil y es donde encuentro la única masa arbórea hasta el momento; una plantación de eucalipto a pié de playa, donde poder cobijarse del sol abrasador o donde poder colgar la hamaca para echarse un rato a la bartola!.
Bordeando el Cerro del Ave María, hay una vereda muy transitada y marcada que nos conduce hasta San José, no sin antes volverme y echar la vista atrás para ver ésta preciosidad de playa desde otra perspectiva.
Cuando voy llegando a San José, la verea se convierte en camino y sale a la punta del Castillo de San José. Atravieso toda la localidad (no sin antes tomar un refrigerio con su correspondiente tapa) y me encamino hacia el camping Tau, sitio en el que parte el camino que me aproxima al que se conoce como el camino romano de los Escullos. El camino romano, asciende hasta coronar el Cerro de Cala Higuera, lugar en el que se encuentra otra torre vigía, y a la que no asciendo para no desviarme mucho del itinerario que me he marcado, además de que eran ya las dos de la tarde y lo único en lo que pensaba era en una jarra de cerveza bien fría en el hogar del pensionista de La Isleta del Moro, uno de mis lugares de culto preferidos sin lugar a dudas desde que visité por primera vez éstos parajes.
Es en éste tramo de la travesía,al visualizar el estropicio fruto de unas explotaciónes o "concesiones" a cielo abierto, es cuando entro en conflicto conociendo el carácter conservacionista que se supone ha de prevalecer en cualquier Parque Natural, y más aquí, ya que el Cabo de Gata-Níjar, además de ser Parque Natural, obstenta la figura de Geoparque por la UNESCO (es sólo una reflexión..)
Llegando a Los Escullos, podemos contemplar la playa de Piedra Galera y el Embarcadero, playas muy concurridas por furgoneteros, ya que hay mucho aparcamiento y son bastante accesibles. En los Escullos, bordeo el Castillo de San Felipe ubicado en la punta del Esparto. Ésta fortificación es de la época Carlista(1771) y actualmente es propiedad de la Junta de Andalucía, pudiéndose visitar su recinto exterior en situación de NO pandemia.
Tras tomar un poco de aliento a la sombra de la duna fósil de Oolitos ubicada en la playa del Arco, en los Escullos, me encuentro con mi paisano Nano que también está por la zona y hago con él el último tramo de sendero hasta llegar a la Isleta del Moro y a la tan ansiada cerveza fría en el Hogar del Pensionista.
Tras una pequeña espera debido al ser hoy festivo por motivo del 1° de mayo, nos pegamos un buen homenaje a base de jibia en salsa y un variado de pescado, alucinante como siempre, la espera mereció la pena!
Y es aquí, cuando he de reconocer que hice un poco de trampa tras el atracón,ya que mi amigo Nano me brindó la posibilidad de acercarme hasta el mirador de la Amatista en su furgo, ya que éste tramo de 3 km, al no haber verea, lo hubiera tenido que hacer por carretera, siendo las 5 de la tarde y con una caló de espanto, y acepté sin pensarlo. Y es aquí también, al llevar ya más de 50 km a cuestas, cuando valoré la necesidad y la oportunidad de quitarme todo el peso inútil que llevaba en la mochila, dejándolo en su furgo y recogiéndolo a la vuelta en Víznar (muy importante ser meticuloso haciendo la mochila y no cargar de más: yo después de 20 años de pateos, todavía cometo errores y siempre acabo llevando las típicas cosas de "por si acaso..."
Un descanso en el mirador de la Amatista y corono el collado que da vistas al valle de Rodalquilar. Un verde valle en ésta época del año que te transporta a las escenas del mítico libro de Goitisolo, "Campos de Níjar". Un libro que narra las peripecias y penalidades que tenían que pasar la gente en éstos lares en la primera mitad del siglo XX, cuando el poblado y los alrededores albergaba una población que se contaba por miles y que dependía de la industria aurífera, muy asentada y desarrollada en éste valle desde tiempos remotos.
Al descender un poco por la carretera, me desvío por una vereda que acorta distancia hasta "Los Albacetes", un poblado que por un momento me hace sentir como en casa, en mi tierra natal.
Bordeo varios hoteles de lujo que hay y me encamino por unas ramblas buscando el que será mi punto final de hoy, El Playazo.
Antes de llegar al Playazo, nos encontramos con la torre de los Alumbres. Antigua fortificación que se remonta a la época en la que, después de Roma, éste fué uno de los yacimientos más importantes del Mediterráneo. El alumbre era un codiciado mineral en la antigüedad debido a que era uno de los principales ingredientes que usaban los tintoreros y curtideros para dar a los colores más brillo y vivacidad a la hora de teñir pieles o tejidos.
A la entrada del Playazo también se pueden observar un par de norias restauradas con sus correspondientes pozos y que nos sirven para comprender y conocer más en profundidad cómo se las ingeniaban antiguamente para extraer agua en zonas tan áridas cómo estas.
Tras el episodio de los zorros de la pasada noche, ésta vez elijo una cueva ubicada en alto. Un lugar que ha servido de cobijo a otros caminantes por los indicios que se observan(cama hecha con hojas de palmito, restos de velas, etc,..) Un lugar mágico e idílico que me transporta a los tiempos en los que el hombre habitaba las cuevas y no tenía otra preocupación que saber lo que iba a cenar esa noche.
Amanece en el Playazo y da comienzo la tercera etapa de la travesía. Llevo ya 65 km en las dos jornadas anteriores y las sensaciones son muy buenas, nada de agujetas ni molestias en los pies. Abandono el Playazo bordeando la Batería de San Ramón, fortificación eregida sobre una duna fósil construida en 1775 también durante la época Carlista. Tras quedar al amparo de su suerte, después de la Guerra de la Independencia, albergó varios cuerpos de vigilancia de costas hasta que fue vendida a un particular en 1875 por 1500 pesetas, lo que venian siendo 300 duros. Actualmente su propietario la tiene a la venta,por si hay algún nostálgico en la sala que le sobren dos millones de euros. La senda que asciende por encima de la cueva de las Palomas(cueva accesible sólo por mar), llego a un collado donde ya se puede divisar la Cala del Cuervo(usada por los clientes del Camping Las Negras), el pueblo de las Negras y el Peñón Negro al fondo, tras el cual se encuentra la Cala de San Pedro. Un café obligado en una terraza con vistas al Mediterráneo y cuatro compras en el super del pueblo (abre de lunes a domingo) y prosigo camino hacia la Cala de San Pedro. El camino que asciende bordeando el Peñón Negro, es transitable hasta que a los 3 km se corta en un aparcamiento y ya continua una vereda "colgada" sobre los acantilados. He visitado en otras ocasiones la Cala y la verdad es que salvo por las ordas de turistas y domingueros nevera al hombro que me he cruzado en la bajada, diría que sigue siendo el oasis paradisíaco que conocí hace unos 15 años. La Cala está habitada de forma permanente por unas 35 personas. Tiene manantiales de agua potable y cuenta con tres "chiringos" que venden latas de bebidas frías a los visitantes. Las personas que la habitan, en su mayoría de nacionalidad extranjera, se ocupan de tener la cala en condiciones más que aceptables teniendo en cuenta su complicado acceso por tierra. En verano hay un servicio regular de taxi-lanchas que por 8 € traen y llevan a gente durante todo el día desde Las Negras, pudiéndose concentrar hasta 200/250 personas en la playa durante un día en julio o agosto. Sus habitantes cultivan las terrazas abandonadas, cavan letrinas, arreglan las veredas de acceso, canalizan y aprovechan el agua de una forma magistral y todas las semanas realizan asambleas en las que se reparten las tareas de voluntariado que llevarán a cabo dos días en semana. Una forma distinta de vida basada en la economía circular entre sus habitantes y ajena al sistema actual capitalista y globalizado en el que vivimos.
He de decir, que hacía tiempo que no disfrutaba así de un rato de charla y de un café de puchero magistral acompañado de un pastel de nísperos con personas que sólo conozco desde hace 10 minutos...
Después de pasar un par de horas en éste oasis, continuo camino afrontando la dura subida que me espera hasta coronar la meseta conocida como la Rellana de San Pedro. Una senda labrada en piedra, que nos ofrece unas vistas "acojonantes" de la bahía y del litoral que he ido dejando atrás. Al llegar a la meseta, parte del trayecto atraviesa un incendio que calcinó 45 hectáreas el pasado 18 de enero de 2021. Vista la vegetación que hay desde este punto y hasta Carboneras, es en parte entendible la voracidad que puede llegar a alcanzar un fuego de matorral en éstos lares. Las fuertes rachas de viento dominantes de la zona, las pronunciadas pendientes del terreno y los cientos de hectareas colonizadas por esparto o atochas actualmente sin ningún tipo de aprovechamiento, son el detonante perfecto para encadenar una catástrofe como la que se vivió en la cala ese fatídico 18 de enero.
Llego al extremo norte de la meseta y puedo divisar la que será mi última etapa de ésta aventura. La Mesa Roldán y Agua Amarga presiden el horizonte y justo debajo visiono el que será el baño perfecto para mí en éste viaje; la Cala del Plomo. Salvo por varios edificios integrados en la isla, éste rincón bien merece una paradita. A la Cala se puede acceder con vehículo, por lo que salvo por las restricciones que viene habiendo ahora, es un lugar perfecto para furgonetear.
Como hoy me lo he tomado más tranqui y sólo quedan 5 km para llegar a mi destino de hoy, Agua Amarga, alargo el baño unas dos horas y caída la tarde pongo rumbo por unas veredas entre espartos hacia la Cala de Enmedio, otro paraíso geológico fruto del capricho del tiempo y de los agentes que han erosionado todo el litoral del Cabo de Gata. Llegado al borde del cerro que preside Agua Amarga, me encuentro con otro búnker de la Guerra Civil, colgado sobre el acantilado como aquel que dice!
La senda desciende en oblicuo hasta buscar la Cala de Agua Amarga donde doy con unas cuevas horadadas en la pared, comunicadas entre ellas. Antiguamente se intuye que estarían cerradas, pero con el tiempo se ve que las paredes se han ido deteriorando y cayendo. Todas las cuevas tienen horadadas repisas y espacios de almacenamiento. Pero sintiéndolo mucho no me llaman tanto la atención como para dormir en ellas ésta noche, por lo que hoy me tiro al barro y decido abandonar la vida hipie y pillarme un hostal por un día. Y vaya acierto, el Family Agua Amarga es un hostal encantador donde sin lugar a dudas su punto fuerte es el desayuno, y vaya desayuno!! Con productos caseros, creps, tostadas, bizcochos, zumo de naranja, mermelada casera de naranja y un sin fin de cosas más, eso sí que es empezar el día con energía!!

Abandono Agua Amarga ascendiendo por encima del antiguo canal que nutría de agua un aljibe ubicado en la playa y al llegar arriba me quedo estupefacto al descubrir el tinglao que montaron allí a finales del siglo XIX para construir un cargadero de minerales que extraían en Lucainena, a 15 km de allí. El mineral se transportaba hasta allí en vagones por lo que a día de hoy es el trayecto de la vía verde de Lucainena a Agua Amarga.En la costa de Agua Amarga construyeron un cargadero donde se vaciaban éstos vagones en barcos de vapor para darle salida al mar. Junto con el complejo minero de Rodalquilar, es el patrimonio industrial más importante de la comarca. Una auténtica obra de ingeniería para aquella época y una lastima el estado en el que se encuentra... Desde aquí, sorteo varios barrancos siguiendo la senda que asciende al faro de Mesa Roldán, parada obligatoria de ésta Travesía. A través de Cristina Maldonado, contacto con Mario el farero y da la casualidad de que hoy está por allí. Mario es una de esas personas auténticas, sin filtros, que llegan a calarte hasta lo más profundo. Un apasionado de su trabajo al que había escuchado alguna vez en algún programa del Bosque Habitado de Radio3. Mario pertenece a una estirpe en extinción, los fareros. El fué de los últimos en entrar al cuerpo de fareros en 1992. Seis meses después de incorporarse él, declararon extinto el puesto y ya no sé han ido cubriendo las vacantes debido a la automatización que están teniendo estas instalaciones. Mario, con ayuda de personas de todo el mundo, ha conseguido montar un pedazo de museo con la temática de los faros de todo el mundo. Un apasionado de la mar que te transmite luz y energía, al igual que la bombilla de 360 w que ilumina el Faro de la Mesa Roldán. Una parada obligatoria para aquellas personas inquietas que quieran conocer de primera mano éste fascinante mundo. Me despido de Mario y me dirijo a la última playa que voy a pisar en éste viaje, la archiconocida Playa de los Muertos. Una espectacular playa de más de 1 km de longitud que sería perfecta sino sintieses de forma omnipresente en la nuca la colosal chimenea de la central térmica de Carboneras. La playa debe su nombre a la frecuencia con la que históricamente llegaban a sus costas los cadáveres de náufragos arrastrados por las corrientes marinas de la zona que convergen en éste punto.
Una playa de chinarro fino muy fotogénica y a la cual se accede por un sendero que dista unos 500 desde la carretera. Desde aquí, cojo un sendero local, que transita entre espartos por la ultima estribacion de lo que viene siendo el límite marítimo-terrestre del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. La senda sale a la entrada de la cementera de Carboneras, y ya desde aquí, sólo queda recorrer los 4 km de paseo marítimo que me separan de lo que es la parada del autobús que me llevará de vuelta a El Toyo para recoger el coche que dejé allí aparcado el viernes.
Cuatro días de intensas y continuas emociones al descubrir cala tras cala, rincón tras rincón de éste paradisíaco enclave natural que es el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.
Una aventura que espero repetir algún día con mis hijos...Cabo de Gata es luz, como la de los faros que presiden sus costas, que nos alumbran y nos indican el camino, mi camino, vuestro camino...