103. Ruta Arqueológica desde Ubierna
near Ubierna, Castilla y León (España)
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Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 57 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 406 metros (superior al que estima Wikiloc).
‘Érase una ruta…’ que transcurría largamente por un monte pelado, un desolado páramo, más páramo que monte. A él había que trepar por un talud pindio y sin sendero. Y para ello, justo antes, había que atravesar a pie una carretera general (“¡pasa rápido…!”). Arriba, la hierba apenas despuntaba tímidamente sobre un terreno yermo. Aquí y allá, por doquier, montículos y trazos con piedras calizas salpicaban el paisaje.
‘Pongamos que hablo de…’ una magnífica ruta… (“¿¡eeh!?”). Y que se halla a sólo 18 km en coche desde la Plaza Mayor de la ciudad de Burgos (y mayormente por autovía). “Hombre, magnífica no puede ser. Además, ahí, tan cerca. Si al menos estuviera a 100 km…”. Pues a nosotros nos lo pareció y voy a contar sus bondades para argumentar mi apreciación personal. Pero antes haré una breve descripción del recorrido.
Partimos del pueblo de Ubierna. Tras un paseo de 2 km hasta San Martín de Ubierna por una agradable campiña, cruzamos la N-627 (por debajo) y la N-623 (por arriba), y subimos al páramo por una fuerte rampa. Por el páramo, 3 km y luego descendemos por un bosque de encinas hasta un valle de campos cerealistas durante algo más de 2 km. Enfilamos entonces una cómoda y llana ‘vía verde’ (antiguo ferrocarril Santander-Mediterráneo; acondicionada), a través del desfiladero de Peñahorada hacia el sur; unos 2 km. Mitad de la ruta.
Iniciamos el regreso. Dejamos La Cantera a la derecha y una extensa llanura de campos a la izquierda. Ahora toca acceder de nuevo al páramo, pero este ascenso es más suave que el otro. Llegados arriba, el camino aparece y desaparece a trechos, pero la vegetación es escasa y se avanza bien. Atentos a no desorientarse. Otros 2,5 km hasta que llegamos al borde (de bajada) del páramo. Una angosta depresión en el terreno nos señala el apacible descenso y retorno hacia Ubierna; algo menos de 2 km. Pero antes, una sorpresa inesperada (por eso).
Y ahora las bondades de la ruta (y la sorpresa anecdótica). El páramo mismo proporciona los mayores atractivos, especialmente durante la ida (pero no sólo). Por un lado, están las vistas panorámicas. El páramo en sí, su inmensidad horizontal, sin ataduras, es lo primero que resalta. Luego están las perspectivas sobre el valle del río Ubierna y los retorcidos roquedos del noroeste y del norte. La Sierra de la Demanda queda más lejos, hacia el sureste, pero en su alargada silueta destacan los picos encadenados.
Todavía en el páramo, pero ahora mirando a lo cerca, maravilla la ebullición de su florida vegetación primaveral (no sé en otra época del año, pero en ésta…). Plantas y flores de escaso desarrollo (el árido terreno y la dura intemperie allá arriba no dan para más), pero reconcentradas en colores y formas. Plantas y flores novedosas, sorprendentes. Caminos alfombrados de hierba verde con ‘corte militar’. Caminando por allí, en soledad, uno se siente tentado de desembarazarse del lastre y abrir las alas…
Pero lo más impactante en el páramo es la humanidad que encierran sus piedras. Nos contemplan los restos de un extenso castro y necrópolis (La Polera) de la Edad del Hierro (primer milenio antes de Cristo). Por un lado, se aprecian, algo difusas, elevaciones a modo de murallas o barreras defensivas. Por otro, más nítidos, hay numerosos círculos de piedra, las bases de viviendas en forma de chozas. Y, finalmente, lo que más impresiona son los anillos, algunos dobles, con pequeños dólmenes centrales; presumiblemente, funerarios. Historia y cultura. Alimento para la mente.
Tras el páramo, el descenso por el bosque de encinas hacia el valle y los ‘miles’ de verdes entre el bosque y los campos, y algún corzo y algún águila; todo ello anonada. Hasta los gamones. En el llano, la rectilínea y lisa ‘vía verde’ (parece una pista de tierra batida) que perfora el desfiladero es entretenida. Atravesamos largos túneles cuya boca al otro lado parece ‘el más allá’; profundos cortados en la roca para que pasase el tren; flanqueados por roquedos y áreas de escalada; un solitario ciclista de MTB al que le dio tiempo de ir y volver. Y yo que pensaba que ese tramo podría ser aburrido…
Terminada la vía, en el llano alegran los campos preparados para transitar del verde al amarillo, la colorida retama; y, luego, las vistas de la llanura, echando la mirada atrás durante la re-subida al páramo. En esta parte ya no hay castro ni necrópolis, pero sí variedad vegetal. Ahora, a trechos, vamos sin camino marcado, monte a través, lo que aporta un estimulante sentimiento de exploración (“¿por dónde tiramos ahora?”). Así, hasta llegar a una curiosa V en el borde del páramo, un pasadizo hendido en las rocas que nos encara al valle de Ubierna, con estupendas panorámicas. Un descenso para saborear despacio.
Y, para hacer la excursión aún más emocionante, una anécdota hacia el final. Como un km antes de iniciar el descenso, vemos dos perrazos que vienen lanzados hacia nosotros; tipo mastín; pastores. Decididos, ladrando como posesos. Había un rebaño de ovejas lejano (muy lejano). En otro tiempo nos habríamos asustado. Mas, después de la experiencia con dos bestias oscuras como orcos, con apariencia de jabalíes, no lejos de aquí, hacía unos meses (*), esto nos pareció ‘pan comido’. Estábamos curtidos.
Así que nos plantamos serenos ante ellos (de verdad…). Se pararon a unos 20 metros. Siguieron ladrando fieros. No cogimos ninguna piedra. Sólo la palabra. “Chavales, ¿sabéis bien lo que estáis haciendo? Pero, ¿tenéis idea de quiénes somos? Los amansa-jabalíes del monte de La Serrezuela…”. Y así una larga perorata. Pero, nada, que no se convencían. Obcecados en desgañitarse, desafiantes, chulescos. Así que les enseñé y blandí en el aire a mi ‘compañera de caminatas’, mi ligera y fuerte cachava de bambú (o lo que sea que se le parezca).
Amainaron en sus ladridos y se echaron ligeramente para atrás. Pero no cejaron. Nos siguieron, escoltándonos durante medio km, hasta después de iniciado el descenso. Continuamos; como que ya no nos importase su presencia (¡vaya si nos importaba!), como haciéndoles ver nuestra indiferencia (pero mirándolos por el rabillo del ojo). Ya me gustaría tener unos guardianes así. Sí, pero ahora, desde este otro lado, “gracias, cachava, por la confianza que me das”.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monte-de-la-serrezuela-desde-penahorada-96246473
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 57 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 406 metros (superior al que estima Wikiloc).
‘Érase una ruta…’ que transcurría largamente por un monte pelado, un desolado páramo, más páramo que monte. A él había que trepar por un talud pindio y sin sendero. Y para ello, justo antes, había que atravesar a pie una carretera general (“¡pasa rápido…!”). Arriba, la hierba apenas despuntaba tímidamente sobre un terreno yermo. Aquí y allá, por doquier, montículos y trazos con piedras calizas salpicaban el paisaje.
‘Pongamos que hablo de…’ una magnífica ruta… (“¿¡eeh!?”). Y que se halla a sólo 18 km en coche desde la Plaza Mayor de la ciudad de Burgos (y mayormente por autovía). “Hombre, magnífica no puede ser. Además, ahí, tan cerca. Si al menos estuviera a 100 km…”. Pues a nosotros nos lo pareció y voy a contar sus bondades para argumentar mi apreciación personal. Pero antes haré una breve descripción del recorrido.
Partimos del pueblo de Ubierna. Tras un paseo de 2 km hasta San Martín de Ubierna por una agradable campiña, cruzamos la N-627 (por debajo) y la N-623 (por arriba), y subimos al páramo por una fuerte rampa. Por el páramo, 3 km y luego descendemos por un bosque de encinas hasta un valle de campos cerealistas durante algo más de 2 km. Enfilamos entonces una cómoda y llana ‘vía verde’ (antiguo ferrocarril Santander-Mediterráneo; acondicionada), a través del desfiladero de Peñahorada hacia el sur; unos 2 km. Mitad de la ruta.
Iniciamos el regreso. Dejamos La Cantera a la derecha y una extensa llanura de campos a la izquierda. Ahora toca acceder de nuevo al páramo, pero este ascenso es más suave que el otro. Llegados arriba, el camino aparece y desaparece a trechos, pero la vegetación es escasa y se avanza bien. Atentos a no desorientarse. Otros 2,5 km hasta que llegamos al borde (de bajada) del páramo. Una angosta depresión en el terreno nos señala el apacible descenso y retorno hacia Ubierna; algo menos de 2 km. Pero antes, una sorpresa inesperada (por eso).
Y ahora las bondades de la ruta (y la sorpresa anecdótica). El páramo mismo proporciona los mayores atractivos, especialmente durante la ida (pero no sólo). Por un lado, están las vistas panorámicas. El páramo en sí, su inmensidad horizontal, sin ataduras, es lo primero que resalta. Luego están las perspectivas sobre el valle del río Ubierna y los retorcidos roquedos del noroeste y del norte. La Sierra de la Demanda queda más lejos, hacia el sureste, pero en su alargada silueta destacan los picos encadenados.
Todavía en el páramo, pero ahora mirando a lo cerca, maravilla la ebullición de su florida vegetación primaveral (no sé en otra época del año, pero en ésta…). Plantas y flores de escaso desarrollo (el árido terreno y la dura intemperie allá arriba no dan para más), pero reconcentradas en colores y formas. Plantas y flores novedosas, sorprendentes. Caminos alfombrados de hierba verde con ‘corte militar’. Caminando por allí, en soledad, uno se siente tentado de desembarazarse del lastre y abrir las alas…
Pero lo más impactante en el páramo es la humanidad que encierran sus piedras. Nos contemplan los restos de un extenso castro y necrópolis (La Polera) de la Edad del Hierro (primer milenio antes de Cristo). Por un lado, se aprecian, algo difusas, elevaciones a modo de murallas o barreras defensivas. Por otro, más nítidos, hay numerosos círculos de piedra, las bases de viviendas en forma de chozas. Y, finalmente, lo que más impresiona son los anillos, algunos dobles, con pequeños dólmenes centrales; presumiblemente, funerarios. Historia y cultura. Alimento para la mente.
Tras el páramo, el descenso por el bosque de encinas hacia el valle y los ‘miles’ de verdes entre el bosque y los campos, y algún corzo y algún águila; todo ello anonada. Hasta los gamones. En el llano, la rectilínea y lisa ‘vía verde’ (parece una pista de tierra batida) que perfora el desfiladero es entretenida. Atravesamos largos túneles cuya boca al otro lado parece ‘el más allá’; profundos cortados en la roca para que pasase el tren; flanqueados por roquedos y áreas de escalada; un solitario ciclista de MTB al que le dio tiempo de ir y volver. Y yo que pensaba que ese tramo podría ser aburrido…
Terminada la vía, en el llano alegran los campos preparados para transitar del verde al amarillo, la colorida retama; y, luego, las vistas de la llanura, echando la mirada atrás durante la re-subida al páramo. En esta parte ya no hay castro ni necrópolis, pero sí variedad vegetal. Ahora, a trechos, vamos sin camino marcado, monte a través, lo que aporta un estimulante sentimiento de exploración (“¿por dónde tiramos ahora?”). Así, hasta llegar a una curiosa V en el borde del páramo, un pasadizo hendido en las rocas que nos encara al valle de Ubierna, con estupendas panorámicas. Un descenso para saborear despacio.
Y, para hacer la excursión aún más emocionante, una anécdota hacia el final. Como un km antes de iniciar el descenso, vemos dos perrazos que vienen lanzados hacia nosotros; tipo mastín; pastores. Decididos, ladrando como posesos. Había un rebaño de ovejas lejano (muy lejano). En otro tiempo nos habríamos asustado. Mas, después de la experiencia con dos bestias oscuras como orcos, con apariencia de jabalíes, no lejos de aquí, hacía unos meses (*), esto nos pareció ‘pan comido’. Estábamos curtidos.
Así que nos plantamos serenos ante ellos (de verdad…). Se pararon a unos 20 metros. Siguieron ladrando fieros. No cogimos ninguna piedra. Sólo la palabra. “Chavales, ¿sabéis bien lo que estáis haciendo? Pero, ¿tenéis idea de quiénes somos? Los amansa-jabalíes del monte de La Serrezuela…”. Y así una larga perorata. Pero, nada, que no se convencían. Obcecados en desgañitarse, desafiantes, chulescos. Así que les enseñé y blandí en el aire a mi ‘compañera de caminatas’, mi ligera y fuerte cachava de bambú (o lo que sea que se le parezca).
Amainaron en sus ladridos y se echaron ligeramente para atrás. Pero no cejaron. Nos siguieron, escoltándonos durante medio km, hasta después de iniciado el descenso. Continuamos; como que ya no nos importase su presencia (¡vaya si nos importaba!), como haciéndoles ver nuestra indiferencia (pero mirándolos por el rabillo del ojo). Ya me gustaría tener unos guardianes así. Sí, pero ahora, desde este otro lado, “gracias, cachava, por la confianza que me das”.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monte-de-la-serrezuela-desde-penahorada-96246473
Waypoints
Comments (4)
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El primer tramo es genial, está perfectamente señalizado. El segundo tramo, es decir, el regreso a Ubierna, fatal señalizado, no había señales de por dónde seguir y nosotros nos hemos desorientado.
Hola, Estela Camarero 1:
Sí, tienes algo de razón. Como indico, en el regreso hay algunos tramos (cortos) de monte a través. No vimos alternativa para ellos. Con una guía, ésta u otra, no debería haber ningún problema para superarlos sin dificultad.
En la inmensa mayoría de las rutas disponibles, no hay señalización o es muy limitada. En realidad, eso es un aliciente. Les añade emoción. Las convierte en aventura. Te dan la oportunidad de probarte a ti mismo.
Saludos cordiales.
Maisid
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Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
¡Excelente!
Gracias, Castarruyo. Tu valoración se parece a la nuestra, pero comprendemos y está bien que haya diversidad de criterios.