Las Chorreras -Lomas Carboneros -Puerto Novillo -Pista Navalayegua- Fuente de las Ánimas-Molino Sta. Ana . Valdepeñas de Jaén
near Valdepeñas de Jaén, Andalucía (España)
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Itinerary description
EL PARAJE
Valdepeñas de Jaén, en pleno corazón de la Sierra Sur de Jaén, es uno de los enclaves estratégicos para todos los amantes de la naturaleza y sobre todo, del agua.
El paraje de Las Chorreras está formado por las aguas del río Vadillo, que ha formado a su paso por Valdepeñas de Jaén un estrecho por la erosión del río y por donde cae el agua estrepitosamente en rápidos, saltos de agua y cascadas, de hasta 15 metros de caída, y donde existen numerosas cavidades y formaciones tobáceas.
El mágico paraje de Las Chorreras es fácilmente accesible por un sendero que discurre junto al río, con pasarelas y puentes de madera.
Goza de una vegetación autóctona en la que abundan las zarzas, hiedras, fresnos, higueras bravías, ortigas y demás plantas de ribera, que proporcionan al visitante la impresión de que está recorriendo un bosque de galería, donde agua y vegetación dan lugar a un entorno de naturaleza exuberante.
En este paraje también podemos encontrar diferente fauna como el pequeño musgaño de Cabrera, una especie de sorícido semiacuático que se alimenta de insectos, y hasta la fecha no se había descubierto en la Sierra Sur de Jaén.
Una visita a las Chorreras es un corto, pero emocionante paseo en el que disfrutaremos de las formaciones que el agua nos brinda, y que invita a estimular nuestros sentidos y seguro harán las delicias tanto de los mayores y como de los más pequeños.
Desde Las Chorreras también comienzan para los amantes del senderismo numerosas rutas; como la que proponemos que tras terminar el Paraje de las Chorreras se alarga hasta Las Lomas de Carboneros, el Puerto del Novillo y regresa por la Pista a Navalayegua; pasando por la pintoresca Fuente y Cortijo del Monte de las Ánimas.
Si a todo ello le añadimos el aura y el magnetismo tan especial que tiene la desconocida e injustamente desprotegida Sierra Sur de Jaén nos da como resultado este imprescindible y asequible recorrido de montaña.
A parte del impresionante sendero de las Chorreras y para completar este magnífico recorrido y tomar consciencia de lo que es y era este magnífico paraíso terrenal, recomendamos la visita al MOLINO MUSEO DE SANTA ANA.
Hemos encontrado una excelente DESCRIPCIÓN, que no tiene desperdicio, extraída de la GUÍA REPSOL con Texto de LARA VILLANUEVA.
Las Chorreras es una de las principales rutas a pie de la provincia de Jaén. Un lugar donde el agua ha marcado el discurrir de los tiempos, de sus habitantes y de su gastronomía. Un vergel silvestre que rodea cultivos de regadío, con el Museo Molino de Santa Ana marcando el ritmo de este lugar, que habla de desconexión para valdepeñeros y turistas. Valdepeñas de Jaén, un rincón que encandiló a la misma Almudena Grandes.
Un puente sobre el río Vadillo inicia la llamada Ruta de Las Chorreras. Un sendero que discurre junto al río y que se extiende a lo largo de un kilómetro, rodeado de nogales, álamos, higueras, almendros o mimbre, del que en su día salieron los cestos que se encuentran en el Molino de Santa Ana, primer molino conocido de Valdepeñas, cuyo guardián es Serafín Parra, oriundo del pueblo. "Siempre que encuentres un desnivel de seis metros, puedes dejar caer el agua y mover una piedra de moler. En Valdepeñas de Jaén, el agua ha sido desde siempre un regalo que nunca ha escaseado. Un bien que ya aprovecharon los árabes desde el siglo XI". Hoy, Serafín, nieto del primer panadero de Santa Ana y archivero municipal, se podría decir que es molinero oficial del reino acuático de Valdepeñas, un oasis a unos ocho grados de diferencia con respecto a la temperatura de Jaén capital.
La ruta del agua en Valdepeñas tiene como primera referencia el Parque del Chorrillo. Allí se encuentra la presa y la Fuente del Estanquillo, donde antes hubo otro molino, hoy desaparecido. "La riqueza del agua fue lo que llevó a que el pueblo se fundara aquí, entre dos ríos, el Vadillo y el Ranera. Hay documentos antiguos que se remontan al siglo XVII, cuando aquí estaban los llamados pozos de la nieve, simas que en invierno permitían hacer acopio de este bien y que luego se trasladaban como bloques de hielo hasta Córdoba. Lo hacían en mulos y estaban destinadas a las clases más pudientes, con fines medicinales o para hacer helado". Es Juan Infante, Cronista Oficial de Valdepeñas, antiguo maestro del pueblo y amigo de Serafín.
Los pueblos de la sierra de Valdepeñas conviven entre el sonido y el frescor de sus fuentes, como Las Chorreras. "En nuestra infancia veníamos a bañarnos aquí", cuentan Juan y Serafín con brillo en los ojos, en esta ruta marcada por puentes y saltos de agua. También nos retábamos a subir por las lianas, hasta donde saltaban las cascadas". Los archivos históricos hablan de una comarca donde desde hace casi 500 años se trabaja con el agua. Cerezos, manzanos, perales, berros, brevas y más cultivos de regadío acompañan al caminante en este recorrido donde la vegetación silvestre da sombra a los días de estío.
"En Valdepeñas los molinos alimentaban a otros molinos. En estos pueblos había tres pilares: el ayuntamiento, la Iglesia y el molino", relata Serafín. 150 años de historia familiar custodiada por el discurrir del rodezno y de los cárcavos, los engranajes que mueven el agua que da vida a este molino harinero de cuento, que continúa en uso desde su construcción en el siglo XVI.
"En el Molino de Santa Ana, éramos cuatro hermanos y fuimos los dos varones los que nos quedamos con él". Hoy, siglo y medio desde que el abuelo Serafín se trasladara al Molino de Santa Ana, su nieto homónimo y José, sobrino del actual Serafín, custodian este baluarte del buen pan y de la repostería artesana en el entorno de Valdepeñas. José vive en la parte nueva, Serafín en la de arriba. "Nos gustaría hacer talleres de panadería en el antiguo horno muy pronto", dice Serafín, rememorando la labor de su madre, Carmen Delgado, la primera panadera del molino.
¿Lo más difícil de llevar del molino? Lograr el punto exacto de la molienda del grano. ¿Lo más apasionante? Todo, desde la limpia hasta el traslado de los sacos. Entre sus recuerdos, Carmen, su madre, en el horno. "El cariño y el mimo que mi madre tenía a la masa del pan y a su fermentación. Lo vivía. Era una gran panadera. Hacía un pan exagerao". Un mimo que hoy Serafín lleva consigo, como alter ego del propio molino. Todo movido por el agua, cuya máxima expresión son los dos cárcavos en la roca donde giran los rodeznos, bajo la sala de molienda.
Un lugar que hasta los años 80 solo descansaba en Viernes Santo. "Trigo, harina y pan", es el mantra con el que este rincón histórico cumplió sagradamente día tras día, durante décadas. "Este es un molino vivo, con piezas originales. También es museo, sí, pero el orden es este, primero molino y luego museo". La crónica de Serafín va narrando los diferentes rincones de este molino legendario, presidido por una foto de Bernardino y Carmen, sus padres.
Martillos, sierras y diferentes herramientas para arreglar las averías, con las que seguir manteniendo impoluto este molino, salpican la estancia. No faltan colecciones dignas de anticuario, como la alacena con la primera olla exprés (patentada), cerámicas de La Cartuja del siglo XIX, una lata de agua de Lourdes de hace cien años, o vales (letras) de la década de los 40, cuando el pan se repartía con borrica y trompeta por estos lares.
La Sala de Harina de Mercedes, la Limpia de María, hermana de Serafín, la encargada en aquellos años de limpiar el trigo, la zona de molienda y secado del grano… Todo tiene su personalización en este molino museístico vivo. Desde los aperos de labranza, a los candiles y azulejos que acompañan uno de los instrumentos culinarios propios de este pueblo: el dornillo. Un cuenco de madera de olivo con el que hacer el majado más representativo de la zona de Valdepeñas: el de la pipirrana. Bien dice el dicho de 1924 de Alfredo Cazabán, Cronista Oficial de la provincia de Jaén en aquella época: "El agridulce tomate, el pimiento, picadillo, se frota un ajo y se bate el aceite. Y por remate miga, sal y vinagrillo. ¡Qué olorcillo el que sale del dornillo!".
Valdepeñas de Jaén, en pleno corazón de la Sierra Sur de Jaén, es uno de los enclaves estratégicos para todos los amantes de la naturaleza y sobre todo, del agua.
El paraje de Las Chorreras está formado por las aguas del río Vadillo, que ha formado a su paso por Valdepeñas de Jaén un estrecho por la erosión del río y por donde cae el agua estrepitosamente en rápidos, saltos de agua y cascadas, de hasta 15 metros de caída, y donde existen numerosas cavidades y formaciones tobáceas.
El mágico paraje de Las Chorreras es fácilmente accesible por un sendero que discurre junto al río, con pasarelas y puentes de madera.
Goza de una vegetación autóctona en la que abundan las zarzas, hiedras, fresnos, higueras bravías, ortigas y demás plantas de ribera, que proporcionan al visitante la impresión de que está recorriendo un bosque de galería, donde agua y vegetación dan lugar a un entorno de naturaleza exuberante.
En este paraje también podemos encontrar diferente fauna como el pequeño musgaño de Cabrera, una especie de sorícido semiacuático que se alimenta de insectos, y hasta la fecha no se había descubierto en la Sierra Sur de Jaén.
Una visita a las Chorreras es un corto, pero emocionante paseo en el que disfrutaremos de las formaciones que el agua nos brinda, y que invita a estimular nuestros sentidos y seguro harán las delicias tanto de los mayores y como de los más pequeños.
Desde Las Chorreras también comienzan para los amantes del senderismo numerosas rutas; como la que proponemos que tras terminar el Paraje de las Chorreras se alarga hasta Las Lomas de Carboneros, el Puerto del Novillo y regresa por la Pista a Navalayegua; pasando por la pintoresca Fuente y Cortijo del Monte de las Ánimas.
Si a todo ello le añadimos el aura y el magnetismo tan especial que tiene la desconocida e injustamente desprotegida Sierra Sur de Jaén nos da como resultado este imprescindible y asequible recorrido de montaña.
A parte del impresionante sendero de las Chorreras y para completar este magnífico recorrido y tomar consciencia de lo que es y era este magnífico paraíso terrenal, recomendamos la visita al MOLINO MUSEO DE SANTA ANA.
Hemos encontrado una excelente DESCRIPCIÓN, que no tiene desperdicio, extraída de la GUÍA REPSOL con Texto de LARA VILLANUEVA.
Las Chorreras es una de las principales rutas a pie de la provincia de Jaén. Un lugar donde el agua ha marcado el discurrir de los tiempos, de sus habitantes y de su gastronomía. Un vergel silvestre que rodea cultivos de regadío, con el Museo Molino de Santa Ana marcando el ritmo de este lugar, que habla de desconexión para valdepeñeros y turistas. Valdepeñas de Jaén, un rincón que encandiló a la misma Almudena Grandes.
Un puente sobre el río Vadillo inicia la llamada Ruta de Las Chorreras. Un sendero que discurre junto al río y que se extiende a lo largo de un kilómetro, rodeado de nogales, álamos, higueras, almendros o mimbre, del que en su día salieron los cestos que se encuentran en el Molino de Santa Ana, primer molino conocido de Valdepeñas, cuyo guardián es Serafín Parra, oriundo del pueblo. "Siempre que encuentres un desnivel de seis metros, puedes dejar caer el agua y mover una piedra de moler. En Valdepeñas de Jaén, el agua ha sido desde siempre un regalo que nunca ha escaseado. Un bien que ya aprovecharon los árabes desde el siglo XI". Hoy, Serafín, nieto del primer panadero de Santa Ana y archivero municipal, se podría decir que es molinero oficial del reino acuático de Valdepeñas, un oasis a unos ocho grados de diferencia con respecto a la temperatura de Jaén capital.
La ruta del agua en Valdepeñas tiene como primera referencia el Parque del Chorrillo. Allí se encuentra la presa y la Fuente del Estanquillo, donde antes hubo otro molino, hoy desaparecido. "La riqueza del agua fue lo que llevó a que el pueblo se fundara aquí, entre dos ríos, el Vadillo y el Ranera. Hay documentos antiguos que se remontan al siglo XVII, cuando aquí estaban los llamados pozos de la nieve, simas que en invierno permitían hacer acopio de este bien y que luego se trasladaban como bloques de hielo hasta Córdoba. Lo hacían en mulos y estaban destinadas a las clases más pudientes, con fines medicinales o para hacer helado". Es Juan Infante, Cronista Oficial de Valdepeñas, antiguo maestro del pueblo y amigo de Serafín.
Los pueblos de la sierra de Valdepeñas conviven entre el sonido y el frescor de sus fuentes, como Las Chorreras. "En nuestra infancia veníamos a bañarnos aquí", cuentan Juan y Serafín con brillo en los ojos, en esta ruta marcada por puentes y saltos de agua. También nos retábamos a subir por las lianas, hasta donde saltaban las cascadas". Los archivos históricos hablan de una comarca donde desde hace casi 500 años se trabaja con el agua. Cerezos, manzanos, perales, berros, brevas y más cultivos de regadío acompañan al caminante en este recorrido donde la vegetación silvestre da sombra a los días de estío.
"En Valdepeñas los molinos alimentaban a otros molinos. En estos pueblos había tres pilares: el ayuntamiento, la Iglesia y el molino", relata Serafín. 150 años de historia familiar custodiada por el discurrir del rodezno y de los cárcavos, los engranajes que mueven el agua que da vida a este molino harinero de cuento, que continúa en uso desde su construcción en el siglo XVI.
"En el Molino de Santa Ana, éramos cuatro hermanos y fuimos los dos varones los que nos quedamos con él". Hoy, siglo y medio desde que el abuelo Serafín se trasladara al Molino de Santa Ana, su nieto homónimo y José, sobrino del actual Serafín, custodian este baluarte del buen pan y de la repostería artesana en el entorno de Valdepeñas. José vive en la parte nueva, Serafín en la de arriba. "Nos gustaría hacer talleres de panadería en el antiguo horno muy pronto", dice Serafín, rememorando la labor de su madre, Carmen Delgado, la primera panadera del molino.
¿Lo más difícil de llevar del molino? Lograr el punto exacto de la molienda del grano. ¿Lo más apasionante? Todo, desde la limpia hasta el traslado de los sacos. Entre sus recuerdos, Carmen, su madre, en el horno. "El cariño y el mimo que mi madre tenía a la masa del pan y a su fermentación. Lo vivía. Era una gran panadera. Hacía un pan exagerao". Un mimo que hoy Serafín lleva consigo, como alter ego del propio molino. Todo movido por el agua, cuya máxima expresión son los dos cárcavos en la roca donde giran los rodeznos, bajo la sala de molienda.
Un lugar que hasta los años 80 solo descansaba en Viernes Santo. "Trigo, harina y pan", es el mantra con el que este rincón histórico cumplió sagradamente día tras día, durante décadas. "Este es un molino vivo, con piezas originales. También es museo, sí, pero el orden es este, primero molino y luego museo". La crónica de Serafín va narrando los diferentes rincones de este molino legendario, presidido por una foto de Bernardino y Carmen, sus padres.
Martillos, sierras y diferentes herramientas para arreglar las averías, con las que seguir manteniendo impoluto este molino, salpican la estancia. No faltan colecciones dignas de anticuario, como la alacena con la primera olla exprés (patentada), cerámicas de La Cartuja del siglo XIX, una lata de agua de Lourdes de hace cien años, o vales (letras) de la década de los 40, cuando el pan se repartía con borrica y trompeta por estos lares.
La Sala de Harina de Mercedes, la Limpia de María, hermana de Serafín, la encargada en aquellos años de limpiar el trigo, la zona de molienda y secado del grano… Todo tiene su personalización en este molino museístico vivo. Desde los aperos de labranza, a los candiles y azulejos que acompañan uno de los instrumentos culinarios propios de este pueblo: el dornillo. Un cuenco de madera de olivo con el que hacer el majado más representativo de la zona de Valdepeñas: el de la pipirrana. Bien dice el dicho de 1924 de Alfredo Cazabán, Cronista Oficial de la provincia de Jaén en aquella época: "El agridulce tomate, el pimiento, picadillo, se frota un ajo y se bate el aceite. Y por remate miga, sal y vinagrillo. ¡Qué olorcillo el que sale del dornillo!".
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