Valle de las Batuecas-Senda del Chorro
near Las Mestas, Extremadura (España)
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Trail photos
Itinerary description
Toca hoy visitar Las Batuecas. Es la última ruta de senderismo por tierras de Salamanca y estamos seguros de que estará a la altura de sus predecesoras. El listón está alto, pues no en vano hemos coronado la cimas mas altas de la provincia, el Canchal de la Ceja, El Calvitero y la Peña de Francia. Visitado cascadas en Masueco y recorrido el castañar de Candelario hasta el Embalse de Navamuño. También hemos traspasado fronteras , recorriendo las Pasarelas del Mondego y navegando en Crucero por el Duero, en tierras y aguas lusitanas. Aunque la ruta es de ida y vuelta, confiamos en que será amena. Tomamos en la aproximación la misma carretera que ya conocemos, trufada de dehesas y ganado, añadiendo el paso por el Puerto del Portillo como novedad. Fantasmagórico, conquistado por la niebla, teñido de grises, se presta a ser inmortalizado una y mil veces en fotografías, a cada cual mas artística por bella. El pronóstico de mal tiempo parece ser hoy acertado, y cielos nublados y mucha humedad, nos reciben en el aparcamiento del Valle de las Batuecas. Olvidando los malos augurios, nos adentramos por sus pasarelas, sumergidos entre la abundante y verde vegetación, con las cantarinas aguas como única compañía, dando gracias por las nuevas tecnologías, digitales me refiero, porque de otra manera, tantas fotos nos habrían agotado los analógicos carretes. Remedando ametralladoras, alcanzamos, con las cámaras, todo lo que nos rodea sin pestañear, y cuando el despejado cielo lo permite, todo lo que habita en la lejanía. Con un frenesí desaforado, ahítos de belleza sin parangón, nos encontramos ante la cancela del Monasterio de las Batuecas, cerrada para la ocasión. Atisbando entre, de la puerta, sus rendijas, no alcanzamos a captar todo su esplendor, confiando en conseguirlo mas tarde, desde algún alturón. Entretenidos por los centenarios árboles, el riachuelo y su sendero, giramos hacia la Ermita del Bautista, pasando por la Fuente de San José hasta el Mirador del mismo nombre. Aunque el sendero se eleva para llegar a otras ermitas, reposamos aquí del esfuerzo, reponiendo fuerzas mientras admiramos el conjunto, ahora si, del citado monasterio. Alcanzamos a ver todos los edificios que lo componen, sus patios, sus huertos y todos sus rincones. Por ver, vemos también, aunque no podemos oir, a dos hombres conversando, mientras uno de ellos señala y hace gestos sin parar. Irreverentes como somos, no podemos por menos que afirmar, que "Todo esto algún día será tuyo, hijo mío", es lo que declama el cura ante el seglar. Volviendo al sendero principal, reparamos en que nuestro fotógrafo impenitente, y despistado además, tras perder crema y gorra, se pierde a si mismo una vez mas. A gritos estentóreos reclamamos su respuesta, que como tarda y no hay tal, obliga a retroceder para traerlo a nuestra presencia. Rescatado al momento, parece que de dos caminos, tomó el que, por errar, le distrajo de nuestro encuentro. Añadimos el retraso a los que acumula con cada perfecta fotografía, apurando el paso para compensar. Baldío intento, pues a cada paso encuentra algo maravilloso que inmortalizar. Casi trepando, por su desmesurada altura, por los pétreos peldaños, curioseamos en el Canchal de las Cabras Pintadas. Nombre tomado, a juzgar por los paneles informativos, de las rupestres pinturas, ahora algo desvaidas, de las citadas cabras. Protegido el lugar contra vandálicos ataques pictóricos, de locos artistas modernos, por una robusta reja de hierro, nos entretiene un rato, buscando las figuras. Tomando un desvío no previsto, nos acercamos al agua del Río Batuecas, recobrando nuestra sintonía con el acuático medio, con una gran sonrisa. En el Canchal del Zarzalón, repetimos la liturgia, semejante a su rupestre antecesor, ofrece la misma distracción. No solo nos respeta la lluvia, sino que el sol sale a ratos, y entre eso, el esfuerzo y la humedad, copiosamente sudamos. Durante un largo tramo, pisamos sendero terroso, a ratos pedregoso, amenizados por el vuelo de los buitres, que sobre nuestras cabezas, dibujan círculos planeando. Superamos el Regato de la Paya de un salto, lo que nos hace flaquear el ánimo, pues si baja poca agua, del Chorro la Cascada, puede que por ser,sea chorrito. Algo mas de cauce lleva el Batuecas y nos obliga a saltar entre piedras para vadearlo. Con solemnidad observamos desde el Mirador las Catedrales, rendidos a su pétrea grandiosidad, que rivaliza con la de otros altos farallones. Avanzamos sin tregua, acumulando demora, por las causas antes comentadas, y otras nuevas. Aligerando el paso todo lo que podemos y permite el rocoso camino, llegamos al pie de la Cascada del Chorro. Con muy poca agua, se cumple el oráculo de ser chorrito, aunque a la vista del lugar en su conjunto, disculpamos el actual deshonor, por ser la causa la sequía. Apenas recorridos cinco quilómetros, nuestro promedio es de pena, a quilómetro por hora hemos salido, calculando la velocidad media. Azuzamos al artista para espabilar, intentando con determinación hacerle entrar en razón, pues lo visto visto está, cuando volvamos atrás. No paramos de decir que pronto lloverá, y emprendemos una marcha a toda máquina, intentándola esquivar. Conseguimos avanzar sin detenernos apenas, no quedando mas remedio cuando empieza a chispear, que hacerlo, para los plásticos sacar. Aunque nos resistimos, las gotas empiezan a menudear, y una parada a tiempo, una victoria es. Atajamos todo lo atajable, incluso por el arroyo que circunda al convento. El diluvio es ahora universal, empapando ropas y enseres, y para evitar otros peligros y avanzar con mas presteza, el último tramo lo hacemos, por la asfaltada calzada. Llegados al coche, nos refugiamos bajo su portón trasero, cambiando vestimentas y ropajes, mientras lamentamos los retrasos que han propiciado semejante remojón. En resumen, a pesar de todo, la salida ha estado a la altura, nos deja recuerdos imborrables y muchos temas de conversación. Nos vamos hacia La Alberca, para visita y nutrición.
La Alberca, caminado entre adoquines
La Alberca, caminado entre adoquines
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Comments (2)
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Bello entorno
Hermoso recorrido de ida y vuelta