Valle de Lecrín: El Barranco de Luna (SL-A 286).
near Saleres, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Continuando con nuestra serie de rutas veraniegas, hoy nos acercamos al Valle de Lecrín para visitar dos barrancos que se encuentran cercanos uno del otro, a no más de 4 kilómetros; de hecho, hay quien los hace en una única caminata, uniendo los pueblos de Saleres y Albuñuelas a través del Río Santo. Alfonso y yo decidimos visitarlos por separado, yendo en coche de un pueblo a otro y así dedicar más tiempo a lo que realmente nos interesaba.
Dejamos el coche a la entrada de Saleres y cruzamos el pueblo visitando alguno de sus monumentos más interesantes. Después ascendemos hasta la carretera que lo une con Albuñuelas, donde en menos de 100 metros encontramos la primera indicación hacía el Barranco de Luna y tras caminar medio kilómetro por un sendero entre fincas particulares llegamos al Río. En este punto nos ponemos las zapatillas de agua, ya que todo el camino restante lo haremos por el lecho del Río con el agua por encima de los tobillos.
Caminamos por un estrecho pasillo de frondosa vegetación que crece entre las paredes del barranco y el agua. Poco a poco este se va estrechando y las paredes se van elevando. Es curioso fijarse en estos altos muros ya que están completamente tapizados de fósiles; en algunas zonas se diría que son una pura acumulación de conchas y otros restos marinos. A lo largo del barranco iremos encontrando diferentes obstáculos que hay que ir sorteando y escalando, pero sin que haya lugares de dificultad significativa; aunque las rocas están mojadas, no son especialmente resbaladizas y encontramos suficientes apoyos y agarres como para que el avance prosiga a buen ritmo.
Conforme nos internamos en el barranco las paredes van alcanzando mayor altura y en algunos casos vemos grandes piedras encajadas entre ambos lados que crean zonas de profunda oscuridad. Así mismo, la vegetación de las paredes también se hace más frondosa y es una delicia observar los miles de pájaros que anidan en esa espesura. La parte transitable del cañón no es muy larga, poco más de un kilómetro y hacia el final vemos como la concentración de fósiles se hace mayor, hasta llegar a un punto (ya pasado el desvío hacia la salida del barranco) en el que la erosión hace que vayamos por una zona techada poco consistente, en la que se hace recomendable dar por finalizado el avance por peligro de desprendimientos.
En vez de salir del barranco y hacer una ruta circular por carril, nosotros decidimos volver sobre nuestros pasos y deshacer el sendero aguas abajo; de este modo disfrutaremos de más tiempo en este entorno auténticamente mágico, donde las formas se combinan con las luces y las sombras para crear caprichosas estampas que no nos cansaremos de observar. Comentar que en mi opinión es más sencillo hacerlo aguas arriba que aguas abajo, aunque en ninguno de los dos casos tiene mayor dificultad; simplemente a la vuelta nos mojaremos algo más ya que hay que arrastra el culo en más ocasiones.
Dejamos el coche a la entrada de Saleres y cruzamos el pueblo visitando alguno de sus monumentos más interesantes. Después ascendemos hasta la carretera que lo une con Albuñuelas, donde en menos de 100 metros encontramos la primera indicación hacía el Barranco de Luna y tras caminar medio kilómetro por un sendero entre fincas particulares llegamos al Río. En este punto nos ponemos las zapatillas de agua, ya que todo el camino restante lo haremos por el lecho del Río con el agua por encima de los tobillos.
Caminamos por un estrecho pasillo de frondosa vegetación que crece entre las paredes del barranco y el agua. Poco a poco este se va estrechando y las paredes se van elevando. Es curioso fijarse en estos altos muros ya que están completamente tapizados de fósiles; en algunas zonas se diría que son una pura acumulación de conchas y otros restos marinos. A lo largo del barranco iremos encontrando diferentes obstáculos que hay que ir sorteando y escalando, pero sin que haya lugares de dificultad significativa; aunque las rocas están mojadas, no son especialmente resbaladizas y encontramos suficientes apoyos y agarres como para que el avance prosiga a buen ritmo.
Conforme nos internamos en el barranco las paredes van alcanzando mayor altura y en algunos casos vemos grandes piedras encajadas entre ambos lados que crean zonas de profunda oscuridad. Así mismo, la vegetación de las paredes también se hace más frondosa y es una delicia observar los miles de pájaros que anidan en esa espesura. La parte transitable del cañón no es muy larga, poco más de un kilómetro y hacia el final vemos como la concentración de fósiles se hace mayor, hasta llegar a un punto (ya pasado el desvío hacia la salida del barranco) en el que la erosión hace que vayamos por una zona techada poco consistente, en la que se hace recomendable dar por finalizado el avance por peligro de desprendimientos.
En vez de salir del barranco y hacer una ruta circular por carril, nosotros decidimos volver sobre nuestros pasos y deshacer el sendero aguas abajo; de este modo disfrutaremos de más tiempo en este entorno auténticamente mágico, donde las formas se combinan con las luces y las sombras para crear caprichosas estampas que no nos cansaremos de observar. Comentar que en mi opinión es más sencillo hacerlo aguas arriba que aguas abajo, aunque en ninguno de los dos casos tiene mayor dificultad; simplemente a la vuelta nos mojaremos algo más ya que hay que arrastra el culo en más ocasiones.
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