Vértice geodésico Buey (Jumilla)

La mayoría de gente sube a la cima del Buey por el sendero de la solana, que tiene al menos dos pasos aéreos: el del cable y el de la lagartija. Cuando ves la silueta de la sierra desde Jumilla parece imposible que se pueda acceder por ningún lado. Yo, que no soy montañero sino senderista (y además bastante poco aventurero), prefiero dejar esta opción para los valientes, así que opto por conquistar el Buey por lo fácil, esto es, por donde se suele descender.

Pongo rumbo al punto de partida, que será uno de los muchos caminos agrícolas que surcan los extensos campos de la Umbria de la Jimena. Para ello hay que coger la sinuosa carreterilla que pasa bajo los Hermanillos (un pequeño cerro característico por estar coronado de varias muelas de roca).

El trazado de la ruta es bien simple, sólo hay que subir por el camino hasta que acaba, andar unos veinte metros campo a través y enseguida conectaremos con la Senda de la Umbría de la Jimena, bajo las paredes del Buey. Giramos a la izquierda y entonces es sólo cuestión de seguir la senda y los hitos hasta la cumbre.

El primer tramo es un entretenido subibaja con buenas vistas de los campos que se extienden a nuestra izquierda, cerrados enfrente por la Sierra de la Cingla y la vistosa Peñarrubia. No tardaremos en hacer un giro a la derecha para iniciar el sector del Barranco del Madroñal, desde donde arranca la ascensión.

No presenta ninguna dificultad, y sólo habrá que ir con cierta precaución a la vuelta, por alguna breve rampa con piedra suelta, más inestable que las pedreras que en un par de sitios ocupan la senda.

El entorno empieza a ser montañero, y llevamos ya un rato muy cerca del extremo oeste de parque eólico que cubre parte de esta sierra. Ascendemos sin tregua, pero sin desniveles acusados, y al fin alcanzamos la cresta, muy ancha, para seguir avanzando por sendero entre esparto. La vertiente sur está dominada por la sobria figura de la Sierra del Carche.

Al fondo se eleva abruptamente la cima, y parece que nos vamos a tener que enfrentar a una trepada o subida técnica, pero tranquilos, que no hay nada de eso.

Seguimos progresando, y a medida que nos aproximamos a la elevación la vamos viendo menos estrecha y peligrosa, precedida de un pasillo muy cerca de los cortados, pero sobre el terreno comprobaremos que tampoco es expuesto, y está tan pisado y claro que en ningún momento tendremos miedo.

Sin darnos cuenta estaremos subiendo tranquilamente por la senda, suficientemente alejada del precipicio. Además, es mucho más corta de lo que parecía, así que en un par de minutos estamos subidos en el vértice geodésico. Hemos hecho cumbre.

A pocos metros se encuentra la Cruz de Verdú, en homenaje a este montañero local. Llegamos hasta ella y se convierte en el punto final. Desde aquí arriba sigue pareciendo imposible el acceso desde la solana.

Emprendemos la vuelta desandando nuestros pasos, tranquilamente, disfrutando de las vistas, que son increíbles.