Vinuesa-El Portillo-Salduero-Gr-86-Molinos de Duero

Partimos de buena mañana de la Posada Rural en Vinuesa con sentido horario. Acostumbrados al sofoco de otro clima, agradecemos el fresquito que nos obliga a abrigarnos pués tenemos 10 grados aunque estemos a principios de Julio. Callejeando por el pueblo enseguida llegamos a la ermita de San Antón y la pista que corre paralela al Rio Remonicio. Parece jugar al gato y al ratón con nosotros y sólo podemos intuirlo por el tintineo de sus seguramente cristalinas aguas. Algunos retazos de su curso son visibles desde la pista y aún así no nos aventuramos a aproximarnos más por temor a resbalones. La subida por la pista es muy llevadera y poco exigente, toda para nosotros por la ausencia de caminantes. La cuota de aventura de la ruta de hoy llega cuando giramos por un sendero , ascendiendo al lugar llamado El Portillo que será la máxima altura de la ruta, circulando entre crecidos arbustos y piedras . El sol luce en lo alto y aún así apetece disfrutar de sus rayos sin buscar la sombra. Cruzando este llano iniciamos el descenso hacia Salduero por una empinada y pedregosa pista. No presenta complicaciones y tan sólo hay que procurar evitar los tropezones para no dar un mal paso. A medida que descendemos y se abre el bosque, el embalse de la Cuerda del Pozo se muestra en la lejanía por encima de sus copas con un orgulloso tono azulado. Alcanzamos el Duero y nos quedamos embobados de como un par de cigüeñas se pavonean adueñandose del rio y del cercano prado. Los humanos hemos estado varios meses confinados y está claro que el reino animal y vegetal ha recuperado parte de su habitat. Esta zona de barbacoas está decorada con tallas de madera que debereis buscar incluso en las ramas de los árboles. Rebasamos el puente de los Careteros y dejamos atrás Salduero, para llegar a la ermita del Santo Cristo, donde celebran un típico viacrucis escenificado con un penitente que representa al Cristo Crucificado. En Molinos de Duero buscamos el inicio de la Via Romana que orillea el embalse, la seguimos durante un largo trecho hasta que las crecidas aguas la devoran y nos obligan a remontar por la ladera buscando un sendero menos húmedo. Compartimos entre nosotros las maravillas arquitectónicas de los romanos, incluido el cemento que fragua bajo el agua. La Fuente del Salobral nos recibe con su inconfundible olor a huevos podridos debido a su agua sulfurada que recomiendan para el cuidado de la piel. Un pequeño refugio cuya llave se debe pedir en el ayuntamiento, completa el conjunto del edificio. En la puerta de la Ermita de San Mateo un cartel presenta un enigma para encontrar la llave. A lo lejos vislumbramos Vinuesa y al llegar al Puente de la Cañada Real Galiana, unas vacas obstruyen la entrada como reclamando sus derechos de paso. El puente Romano sigue escondido bajo el agua y disculpamos que los romanos no pudieran adivinar que la faraónica presa lo engulliria . Las calles están algo más concurridas y las terrazas de los bares albergan a sus parroquianos que nos siguen con la mirada típica con que se obsequia a los forasteros. La calle se abre al llegar a la Iglesia de Nuestra Señora del Pino y una vez completado el recorrido, pedimos aquiescencia para ocupar una mesa en sombra e hidratarnos con fruición. Un chapuzón en El Chorrón completa la jornada y hace las veces de masaje para recuperar la musculatura. Sus frias aguas nos reconfortan y preparan para próximos desafíos.