VIRDIU CORRALES desde Linares por el Collado Bollu y descenso a Estragüeña por la senda de la GÜERA ARGÜENZU. 13-2-22
near Linares, Cantabria (España)
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Trail photos
Itinerary description
Esta es una ruta de MONTAÑISMO apta únicamente para quienes estén habituados a terrenos escabrosos y difíciles de transitar, con presencia de vegetación incómoda en algún que otro tramo. Por ello, está merecidamente catalogada como difícil.
En otra jornada para el recuerdo, un animoso y sufrido equipo de 16 montañeros completó la travesía de Linares a Estragüeña por virdios, valles escondidos y una inaudita senda de pastores en desuso que desciende vertiginosa por lo escabroso del desfiladero de La Hermida.
La aventura comenzó con una trazada directa y rápida hacia el Collao Bollu, donde las fuertes rachas de viento sur hacían difícil mantenerse de pie. Del Collado Bollu subimos a lo más alto del Virdiu Corrales, el Coteru Alto, emplazamiento magnifico para contemplar una sublime panorámica de la Sierra Cocón y los Picos de Europa. A corta distancia podíamos contemplar las profundas cicatrices de la Torre Árguma, por donde ascienden sendas históricas como la del Jorao, Paraspina y Picayo. Por encima de Árguma y siguiendo el cordal de la sierra, unas leves manchas de nieve daban relumbre al Cueto de la Cerralosa. Al fondo, mostraban su faz alpina e invernal grandes cumbres de Picos como los Albos, Urriellu, Peña Castil o el Samelar.
Del Virdiu Corrales bajamos raudo a la alargada pradería de Campolluengu, por donde seguimos descendiendo cómodamente hasta adentrarnos en la maleza que dificulta el paso hacia la Braña Collao. Siguiendo las trochas de ganado salimos a la plácida braña, adornada con una charca de reminiscencias mineras. Algunos miembros del equipo aprovecharon para subir al cercano pico Sestón, donde, a cambio de nuevas vistas, sufren los embates durísimos del viento, que lanzan por los suelos a dos de nosotros.
Dejamos la braña siguiendo un corto tramo de pista para descender ahora por un hermoso vallejo abierto por la riega de Aceras, cuyo abrigo aprovechan las hayas. Atravesamos nuevos restos mineros para coger el camino que nos lleva cómodamente hasta la Concha la Celá. Así llegamos a un punto estratégico donde hay que elegir entre lo sencillo y tranquilo, hacia el oeste, por el borde de lo Hondo de Valmayor, o lo abrupto y salvaje, hacia el este, por lo profundo de Argüenzu y el desfiladero. Nuestro grupo venía preparado para lo segundo.
Descendimos ahora por lo plácido y nostálgico de Argüenzu atravesando verdes praderas y ruinosas cabañas. Paramos a comer a resguardo del viento entre un grupito de ellas. Y a partir de aquí, empezó “la fiesta”. Primero tuvimos que ir sorteando espinos, zarzas y tojos, olfateando por aquí y acullá la mejor trazada para pincharse menos. En esta parte vamos perdiendo altura suavemente por la margen derecha de la riega, todavía unos cuantos metros por encima. En un cierto punto, el terreno nos obliga a un descenso más pronunciado hacia la riega, pero hay que poner cuidado de no llegar a ella. Si uno va con todos los sentidos al máximo, puede descubrir entre la densa mata de matorrales, como hizo Quillo, el trazado de la vieja senda, que desciende ahora bruscamente por un filo rocoso. En este punto, el terreno se inclina abruptamente y la sensación de vértigo es tan grande como la de asombro. Por debajo se aprecia perfectamente la senda de la Güera, cuya visión tranquiliza al asombrado montañero que se pregunta a dónde va.
Una vez alcanzada, la senda sobrevive en decente estado y nos permite seguir bajando, ahora suavemente, mientras vamos flanqueando las abruptas laderas del desfiladero.
A los lados de la senda aparecen restos de rediles y covachos del pasado ganadero. Junto a uno de ellos hay un leve repecho por el que traspasamos una pequeña horcada. A partir de ese punto la senda pierde entidad y hay que andar con más cuidado para no rodar ladera abajo. Poco a poco nos vamos acercando a las mallas y redes que protegen la caída de piedras. Y ya acerca de ellas, iniciamos la traca final, que consiste en bajar por donde podemos y como podemos hasta la carretera. Primero nos ayudamos de los propios cables. Luego vamos jugando a mantener el equilibrio sobre pedreras, nos ayudamos de las mallas y culeamos por las pindias laderas de matorrales, hasta aterrizar de pie sobre el asfalto de la carretera, muy cerca de Estragüeña.
NARRACIÓN: Antonio Martín
FOTOGRAFÍAS: Antonio Martín y Miguel Boyada
Waypoints
Linares
En este pueblo, que es la capital del municipio de Peñarrubia, da comienzo la ruta.
Collao Bollu
Los mapas otorgan a este collado el nombre de Práu la Collá y sitúan el Collao Bollu en otro emplazamiento.
Virdiu Corrales
Esta cima, situada bajo el Coteru Alto, ofrece vistas magníficas hacia la Sierra Cocón (Torre Árguma y Cueto de La Cerralosa) y hacia los Picos de Europa.
Pradera de Campolluengu
Del Virdiu Corrales bajamos raudo a la alargada pradería de Campulluengu, por donde seguimos descendiendo cómodamente hasta adentrarnos en la maleza que dificulta el paso hacia la Braña Collao.
Braña Collao
Siguiendo las trochas de ganado salimos a la plácida braña, adornada con una charca de reminiscencias mineras.
Pico Sestón
Algunos miembros del equipo aprovecharon para subir al cercano pico Sestón, donde, a cambio de nuevas vistas, sufren los embates durísimos del viento, que lanzan por los suelos a dos de nosotros.
Riega de Las Aceras
Dejamos la braña siguiendo un corto tramo de pista para descender ahora por un hermoso vallejo abierto por la riega de Aceras, cuyo abrigo aprovechan las hayas.
Concha la Celá
Atravesamos nuevos restos mineros para coger el camino que nos lleva cómodamente hasta la Concha la Celá. Así llegamos a un punto estratégico donde hay que elegir entre lo sencillo y tranquilo, hacia el oeste, por el borde de lo Hondo de Valmayor, o lo abrupto y salvaje, hacia el este, por lo profundo de Argüenzu y el desfiladero. Nuestro grupo venía preparado para lo segundo.
Argüenzu
Descendimos ahora por lo plácido y nostálgico de Argüenzu atravesando verdes praderas y ruinosas cabañas. Paramos a comer a resguardo del viento entre un grupito de ellas. Y a partir de aquí, empezó “la fiesta”. Primero tuvimos que ir sorteando espinos, zarzas y tojos, olfateando por aquí y acullá la mejor trazada para pincharse menos. En esta parte vamos perdiendo altura suavemente por la margen derecha de la riega, todavía unos cuantos metros por encima. En un cierto punto, el terreno nos obliga a un descenso más pronunciado hacia la riega, pero hay que poner cuidado de no llegar a ella. Si uno va con todos los sentidos al máximo, puede descubrir entre la densa mata de matorrales, como hizo Quillo, el trazado de la vieja senda, que desciende ahora bruscamente por un filo rocoso. En este punto, el terreno se inclina abruptamente y la sensación de vértigo es tan grande como la de asombro. Por debajo se aprecia perfectamente la senda de la Güera, cuya visión tranquiliza al asombrado montañero que se pregunta a dónde va.
Senda de la Güera Argüenzu
Una vez alcanzada, la senda sobrevive en decente estado y nos permite seguir bajando, ahora suavemente, mientras vamos flanqueando las abruptas laderas del desfiladero.
Senda de la Güera Argüenzu
A los lados de la senda aparecen restos de rediles y covachos del pasado ganadero. Junto a uno de ellos hay un leve repecho por el que traspasamos una pequeña horcada. A partir de ese punto la senda pierde entidad y hay que andar con más cuidado para no rodar ladera abajo. Poco a poco nos vamos acercando a las mallas y redes que protegen la caída de piedras. Y ya acerca de ellas, iniciamos la traca final, que consiste en bajar por donde podemos y como podemos hasta la carretera. Primero nos ayudamos de los propios cables. Luego vamos jugando a mantener el equilibrio sobre pedreras, nos ayudamos de las mallas y culeamos por las pindias laderas de matorrales, hasta aterrizar de pie sobre el asfalto de la carretera muy cerca de Estragüeña.
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