Vitoria: Circular parque Natural Salburua
near Elorriaga, País Vasco (España)
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Trail photos
Itinerary description
Salburua es el parque periurbano más sobresaliente de cuantos forman el Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz. Se trata de un humedal con enorme biodiversidad, paraíso ornitológico englobado en la Red Natura 2000, en el que viven otras joyitas naturales como el visón europeo, la rana ágil o la espadilla.
Apostado al inicio del pasillo natural que conduce al observatorio de Los Fresnos, contemplo cómo la manada de ciervos que había estado viendo a placer unos minutos antes en la pradera, se encamina por la zona inundada hacia el interior de la balsa de Arcaute, la mayor de las lagunas de este humedal alavés. Y lo hacen exagerando algo la zancada para ayudarles a abrirse paso por el suelo fangoso, que atrapa como una ventosa. Desde mi posición veo perfectamente entre las ramas cómo progresan en pequeños grupitos de hembras con crías y escucho el chapoteo que acompaña cada paso.
Los ciervos siguen avanzando y también el sol, ya naranja, en sus últimos suspiros de la tarde. He acompañado su trayectoria avanzando en paralelo por el pasillo, y ya desde el interior del observatorio de fauna, la visión de 180º me permite abarcar las dimensiones de la lámina de agua. El momento es épico, con los ciervos avanzando a saltos con el agua por el vientre. Incluso han de nadar algo para vadear hasta las pequeñas islas que les ofrece un respiro terrestre.
En el entorno de esta balsa se introdujeron ejemplares de ciervo para controlar, mediante el pastoreo en extensivo “a diente” de estos grandes herbívoros, la vegetación del entorno de la lámina de agua. La población de ciervos se mantiene controlada y estable en torno a poco más de un centenar de ejemplares, que se mueven por las praderas orientales de Salburua y no dudan en vadear la balsa deparando a los atónitos ojos del observador, una escena que por momentos como los descritos, me transportó a algún rincón de mi querida África.
Salburua es un humedal de algo más de 200 hectáreas recuperado en 1994 a los terrenos que antaño, ya desde el siglo XIX, se dedicaban a fines agrícolas. El agua ha vuelto a reinar en la superficie que fue suya y actualmente anega una zona colindante con la ciudad vitoriana en la que viven animales tan emblemáticos como el escaso visón europeo -que podría considerarse el símbolo del espacio natural-, la rana ágil -solo presente en contadas zonas húmedas de Álava y Navarra-, la espátula, el aguilucho lagunero… si bien llamará la atención de los más pajareros las parejas de ánsares, de porrón moñudo o de cigüeñuela que aquí crían y del visitante común, una buena cantidad de anátidas y la manada de ciervos europeos que habita en este parque periurbano.
Se pueden observar 70 especies de aves residentes y 40 migratorias, 40 especies de mamíferos, 12 de reptiles, 9 de anfibios, 3 de peces y un sinfín de invertebrados (mariposa macaón o los escarabajos ciervo volante y Rosalia alpina, entre una vasta lista).
En el aspecto botánico, destacan por ejemplo el robledal-isla de El Montecito, la flora acuática a base de charas -algas verdes que juegan un papel fundamental en el ecosistema y en la alimentación de múltiples especies de aves-, y especialmente las formaciones de espadilla (Carex riparia) que crecen en la balsa de Betoño, las mejor conservadas de la península Ibérica. Este cárice es probablemente la joya botánica de Salburua, aunque a los ojos del visitante, entre finales de invierno y comienzos de verano todas las fotos se las lleva el manto amarillo que tapiza las lagunas. Me refiero a la floración de miles y miles de lirios, especialmente durante el mes de mayo.
Entre las balsas de agua destacan las de Duranzarra -de gran belleza- o Larragana y otras de mayor tamaño como las ya citadas de Betoño y Arcaute. Para recorrer este espacio natural de reconocido prestigio internacional y enorme riqueza, existen 9 kilómetros de senderos perfectamente acondicionados y observatorios de fauna estratégicamente repartidos. Las Zumas y Los Fresnos, en la balsa de Arcaute, son de indispensable visita.
Apostado al inicio del pasillo natural que conduce al observatorio de Los Fresnos, contemplo cómo la manada de ciervos que había estado viendo a placer unos minutos antes en la pradera, se encamina por la zona inundada hacia el interior de la balsa de Arcaute, la mayor de las lagunas de este humedal alavés. Y lo hacen exagerando algo la zancada para ayudarles a abrirse paso por el suelo fangoso, que atrapa como una ventosa. Desde mi posición veo perfectamente entre las ramas cómo progresan en pequeños grupitos de hembras con crías y escucho el chapoteo que acompaña cada paso.
Los ciervos siguen avanzando y también el sol, ya naranja, en sus últimos suspiros de la tarde. He acompañado su trayectoria avanzando en paralelo por el pasillo, y ya desde el interior del observatorio de fauna, la visión de 180º me permite abarcar las dimensiones de la lámina de agua. El momento es épico, con los ciervos avanzando a saltos con el agua por el vientre. Incluso han de nadar algo para vadear hasta las pequeñas islas que les ofrece un respiro terrestre.
En el entorno de esta balsa se introdujeron ejemplares de ciervo para controlar, mediante el pastoreo en extensivo “a diente” de estos grandes herbívoros, la vegetación del entorno de la lámina de agua. La población de ciervos se mantiene controlada y estable en torno a poco más de un centenar de ejemplares, que se mueven por las praderas orientales de Salburua y no dudan en vadear la balsa deparando a los atónitos ojos del observador, una escena que por momentos como los descritos, me transportó a algún rincón de mi querida África.
Salburua es un humedal de algo más de 200 hectáreas recuperado en 1994 a los terrenos que antaño, ya desde el siglo XIX, se dedicaban a fines agrícolas. El agua ha vuelto a reinar en la superficie que fue suya y actualmente anega una zona colindante con la ciudad vitoriana en la que viven animales tan emblemáticos como el escaso visón europeo -que podría considerarse el símbolo del espacio natural-, la rana ágil -solo presente en contadas zonas húmedas de Álava y Navarra-, la espátula, el aguilucho lagunero… si bien llamará la atención de los más pajareros las parejas de ánsares, de porrón moñudo o de cigüeñuela que aquí crían y del visitante común, una buena cantidad de anátidas y la manada de ciervos europeos que habita en este parque periurbano.
Se pueden observar 70 especies de aves residentes y 40 migratorias, 40 especies de mamíferos, 12 de reptiles, 9 de anfibios, 3 de peces y un sinfín de invertebrados (mariposa macaón o los escarabajos ciervo volante y Rosalia alpina, entre una vasta lista).
En el aspecto botánico, destacan por ejemplo el robledal-isla de El Montecito, la flora acuática a base de charas -algas verdes que juegan un papel fundamental en el ecosistema y en la alimentación de múltiples especies de aves-, y especialmente las formaciones de espadilla (Carex riparia) que crecen en la balsa de Betoño, las mejor conservadas de la península Ibérica. Este cárice es probablemente la joya botánica de Salburua, aunque a los ojos del visitante, entre finales de invierno y comienzos de verano todas las fotos se las lleva el manto amarillo que tapiza las lagunas. Me refiero a la floración de miles y miles de lirios, especialmente durante el mes de mayo.
Entre las balsas de agua destacan las de Duranzarra -de gran belleza- o Larragana y otras de mayor tamaño como las ya citadas de Betoño y Arcaute. Para recorrer este espacio natural de reconocido prestigio internacional y enorme riqueza, existen 9 kilómetros de senderos perfectamente acondicionados y observatorios de fauna estratégicamente repartidos. Las Zumas y Los Fresnos, en la balsa de Arcaute, son de indispensable visita.
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