Del embarcadero de Pedro Abad a la presa de El Carpio (ida y vuelta) (arroyos de Pedro Gil, Algamosilla y Tamujoso)

La que comparto es una bonita travesía de ida y vuelta de 12, 4 kilómetros de recorrido por el Guadalquivir, desde el emcarcadero de Pedro Abad hasta la expectacular presa de El Salto, en El Carpio, adentrándonos desde sus desembocaduras en los tres arroyos que vierten sus aguas en el gran río desde el margen derecho de este tramo, el arroyo de Pedro Gil, el Algamasilla y el Tamujoso. Disfrutamos de la ruta siguiendo las magníficas indicaciones de mi compañero y amigo del Club de Piragüismo de Córdoba, Pepe Arranz, que ya la hizo con otros compañeros del club unas semanas antes. Si se quiere navegar unos kilómetros más se puede optar por partir 2,250 km río arriba, desde el embarcadero de Algallarín (ver la ruta "Del embarcadero de Algallarín a la presa de El Carpio (ida y vuelta) (arroyos de Pedro Gil, A,lgamosilla y Tamujoso)").

El pantalán de Pedro Abad (37.99121491159091, -4.488924902054992), inaugurado en enero de 2020 se encuentra en una lugar con historia, ya que se ubica en un punto en el que se cree que se pudo encontrar el embarcadero de Sacili Martialum, origen del municipio que hoy conocemos como Pedro Abad. Más concretamente, en época imperial y según describió Plinio en su Naturalis Historia III, Sacili se localizaba en torno al cortijo Alcurrucén al que el propio César dio estatuto de municipio. La Vía Augusta atravesaba por dicho enclave el Guadalquivir dirigiéndose a lo que hoy es Villafranca de Córdoba. Ese enlace en barca entre ambas orillas del río se ha estado utilizando por los lugareños hasta los años 80 del pasado siglo para cruzar a los municipios de Algallarín y Adamuz desde el margen izquierdo, y hasta 2006, que se inauguró el nuevo puente que comunica Algallarín con la N-IV, los vecinos de ambos municipios debían recorrer un periplo de más de 20 km de carretera de sierra hasta salir a la N-IV.

Unos metros río arriba, frente al embarcadero, nos encontramos con la amplia desembocadura del arroyo de Pedro Gil, que nos invita a adentrarnos. El cauce se presenta amplio y sugerente, y nos permite, incluso en tiempos de sequía como los que atravesamos, adentrarnos algo menos de un kilómetro, hasta encontrarnos con aguas poco profundas que nos impiden penetrar más, pero transparentes.

Aproximadamente un kilómetro y medio río abajo, nos encontramos con la desembocadura del arroyo de Algamosilla, por el que nos adentramos unos centenares de metros, entre álamos, olivos y eucaliptos. Una penetración más corta, pero igualmente atractiva e interesante.

De regreso al Guadalquivir, nos vimos remando en un amplio meandro, al tiempo que observamos como iba cambiando el paisaje, sobre todo, en el margen derecho, por el que íbamos viendo como se elevaban los conocidos como Montes Comunales. Cuando íbamos terminado el meandro, nos encontramos a la derecha con la desembocadura del arroyo Tamujoso, pero no nos adentramos en él todavía, atraídos por las aves que observábamos entre las eneas que se extendían en el margen izquierdo y de las que más tarde hablaremos. Disfrutamos de la avifauna dejándonos llevar hasta las inmediaciones de la Presa de El Salto, que se presentó exultante en el horizonte. Se trata de una obra de ingeniería, cuyo fin era lógicamente la generación de energía eléctrica, pero su ejecución en estilo neomudéjar, proyectada por los arquitectos Mendoza, Sáez de Argandoña y del Águila, fue dirigida por la ingeniera Mengamor entre 1918 y 1922, con tal belleza que este salto fue premiado con la medalla de oro de la Exposición de Artes Decorativas de París en 1925 y declarado Bien de Interés Cultural, catalogado como monumento, en 2003.

Luego nos adentramos en las aguas del arroyo Tamujoso, que transcurren entre los montes que se alzan entre los valles del Guadiato y del Guadalquivir. Este paseo, de aproximadamente un kilómetro y medio, resultó ser de singular belleza.

Ya de vuelta de esta última incursión, emprendimos el camino de regreso hasta el punto de partida y de llegada.

Por último, cómo no hacer referencia a algo que resultó ser de lo más sorprendente de la jornada. Me refiero a la gran variedad de aves que pudimos observar y, entre ellas, algunas verdaderamente significativas... Garceta común, garzas y ánades reales, martinetes, un avetorrillo, zampullín común, gallineta o pollita de agua, martín pescador, un gavilán, oropéndolas, avejarrucos y, lo mejor, dos grandes descubrimientos: una importante colonia de garzas imperiales y otra de calamón común entre las eneas del margen izquierdo cercanos a la presa. Y, por supuesto, todo un ejército de golondrinas, verdecillos, jilgueros, verdones, petirrojos, ruiseñores, etc., que con sus trinos, pusieron la banda sonora de una jornada inolvidable.

En fin, todo un goce para los sentidos...

Para saber más:

Si se quiere profundizar en el conocimiento del Guadalquivir por esta zona recomiendo ver los siguientes vídeos de Miguel Ángel Aranda que explican la geomorfología del río y algunos aspectos culturales y etnográficos, conjugando rigor científico y sentido didáctico:

Geomorfología del Guadalquivir (I)

Geomorfología del Guadalquivir (II)

Geomorfología del Meandro de Alcurrucen

Barcas y vados del Guadalquivir (I)

Barcas y vados del Guadalquivir (II)

Molinos hidraúlicos del Guadalquivir

Estos y otros más se encuentran en el video blog de Miguel Ángel Aranda "Aprendiz Rural".

Aprovecho para felicitar a Miguel Ángel y agradecerle su generosidad al compartir su trabajo.