Desde el embarcadero a la presa de Villafranca (i/v) (Isla de los Pájaros y Arroyo de Guadatín)

La que comparto es una bonita travesía de ida y vuelta, de 11 kilómetros y 600 metros de distancia, por el Guadalquivir a su paso por Villafranca de Córdoba. Me eché al agua desde el magnífico embarcadero que ha instalado el Ayuntamiento de Villafranca en la zona de recreo "Fuente del Río", junto al Puente de los Remedios y el bonito Puente Viejo o Puente de Hierro (37°56'56.8"N 4°32'41.9"W). Pocos kilómetros aguas arriba y aguas abajo de su cauce, el río serpentea en amplios meandros, pero su curso es más recto en este tramo, ofreciendo solo un cambio de dirección de 45º en la mitad del trayecto entre el pantalán y la presa, como consecuencia de que, a su paso por Villafranca, el cauce se aleja un poco más de Sierra Morena. Mucho antes, a tan solo un centenar de metros de la salida, nos encontramos con un ramal en el margen derecho, que vuelve al río más adelante, formando la que se conoce popularmente como Isla de los Pájaros, nombre muy acertado para este bonito paraje, ya que en él anidan multitud de pájaros y aves acuáticas. La incursión por este desvío resultó ser sin duda lo más interesante del paseo, pudiendo disfrutar en plena primavera de una espectacular banda sonora de trinos de ruiseñores, jilgueros, collalbas, lavanderas, verdecillos y camachelos, entre otros. La Isla de los Pájaros ofrece además un enclave muy agradable para desembarcar y gozar de un rato de sosiego. Supongo que a ella se puede llegar también a través de una barca que encontré varada en el margen derecho y que surca el río con la ayuda de un cable que lo atraviesa.

De vuelta al cauce principal del gran río, que por este tramo ofrece una anchura cercana al centenar de metros, podemos disfrutar de una variada vegetación de ribera, entre la que predominan chopos, fresnos, olmos, arces y sauces. Espectacular belleza en esta época me ofrecieron los lirios amarillos (iris pseudacorus), que crecían exultantes en algunos puntos de las orillas.

El descenso lo hice cercano a la orilla derecha del río, en la que vierten sus aguas, por este orden, los arroyos del Molino, de la Huertezuela y del Cañal. Dada la escasez de lluvia, tan solo pude adentrarme un poco por este último. La vuelta, navegando más cerca del margen izquierdo, me adentré en el arroyo de Guadatín, cuya desembocadura se encuentra cerca del cambio de dirección del cauce. Por este último sí pude adentrarme un poco más sorteando troncos de árboles.

Entre las aves acuáticas que pude avistar, cabe destacar las garzas imperiales y los martinetes, que me acompañaron a lo largo de toda la travesía, además de alguna que otra garza real, cormoranes, gallinetas, algunos patos reales, una banda de gaviotas cabecinegras y una pareja de gansos del Nilo, especie invasora que poco a poco va asentándose por estos lares. También me sobrevolaron palomas torcaces y algunas rapaces que no acierto a identificar. Entre los córvidos, a menos altura y entre la vegetación, volaban rabilargos y alguna que otra urraca.

El retorno lo fuerza la presa de Villafranca, uno de los eslabones del proyecto impulsado a mitad del pasado siglo para la producción de electricidad en Andalucía en apoyo a su desarrollo e industrialización, cuando ya se había abandonado la quimera de la navegación por el Guadalquivir hasta Córdoba e iban proliferando estas pequeñas centrales hidroeléctricas. La construcción de esta obra hidraúlica finalizó en 1948.