174. EL FIN DEL DELTA DEL EBRO.

Eliseo nació en la isla de Buda, un trozo de tierra en la desembocadura del Ebro. Durante toda su vida fue pescador en esta zona. Hoy se dedica a pilota el Serrallo, un barco de motor que desde Deltaebro, lleva a los turistas hasta la desembocadura del Ebro. A la vez que guía la embarcación va hablando sobre el rio y su propia experiencia vital, su nacimiento y vida en la isla, sus años de pescador,y los dos últimos de capitán de barco y narrador. Una vida en la que ha visto como progresivamente el mar ganaba la partida a la tierra. Durante todo el camino nos va dando ejemplos. Cuando zarpamos la tierra se encuentra a cuatro metros del agua, en la navegación hacia la desembocadura tierra y mar se acercan, hasta llegar a confundirse.
Y es que, aquí también, el cambio climático es patente. Y la mano del hombre. Rio arriba se han construido pantanos, que impiden que el agua dulce circule, y con ella el aporte de sedimentos. Así, cada año el retroceso es evidente, y durante toda la travesía los ejemplos son múltiples. Cuando Eliseo era pequeño, en la Isla de Buda vivian unas cincuenta personas, hoy apenas dos. Sus antiguos habitantes, por la dificultad de los caminos, apenas ser veían durante el año, salvo por Pascua. Entonces se juntaban todas las familias, poniendo en común comida y bebida, en un lugar junto al Faro, que hoy se encuentra a 500 metros más adentro. Desde el Barco Eliseo nos señala un puntito dentro del agua: es el faro. Cuando acercamos nuestra vista a la orilla, el panorama no es mejor. Los arrozales, en su proceso de cultivo necesitan arrojar el agua sobrante, esto hace que la tierra ceda, siendo ocupada por el mar. La antaño grande Isla de Buda dentro del poco sólo será un recuerdo. Hoy día vemos como el agua lame los bordes de la tierra. ¿Que pasará cuando llegue una fuerte tormenta?.
Hemos llegado al mar, y damos la vuelta. Eliseo nos señala el lugar donde los pescadores naufragaban con las tormentas, encallando en terreno arenoso. La esplendida mañana parece contradecir un panorama tan sombrio. El sol se refleja en un agua límpia. En las orillas los “buzones”, cajas para pescar anguilas, esperan junto a improvisados embarcaderos. Eliseo ahora nos deja en silencio con el rio, una suave música y el ronrroneo del motor. Al poco desembarcamos con la sensación de ser testigos de un pasado que se ha ido, un más que incierto futuro, y una hora y media de navegación que tardaremos en olvidar. Gracias Eliseo.