12 horas. Collado del Agua, Lugros, Camarate, Alguacil, Duque y Zetas.

Decidido a afrontar la última tirada larga previa al evento deportivo señalado en rojo en mi calendario, hoy es el día elegido, por delante doce largas horas de pedaleo intentando acumular distancia y metros, muchos metros de desnivel.
Pocos minutos pasan de las seis de la mañana cuando arranca la jornada, bici preparada, luces, herramientas, bote y camelbak grande, ¡como pesa la puñetera mochila en la espalda!, entre agua, comida, ropa y demás, unos tres kilos de peso, pero es lo que toca cuando debes ser totalmente autosuficiente.
Cruzo nuestra preciosa ciudad, que a estas horas duerme después de un sábado de cruces, solo me encuentro con algunos jóvenes que vuelven a sus casas a pié después de la fiesta y se sorprenden al verme pasar todo pertrechado y con las luces a toda mecha jejej
Atravieso Maracena y Albolote para coger la pista que cruza el pantano del Cubillas, y desde aquí giro a la derecha y cojo la pista que sube paralela al Río Blanco hasta enlazar con el Camino de Iznalloz. Dejo atrás la Atalaya de Deifontes y continúo hasta el Sotillo de Iznalloz.
Primera parada, aprovecho para comer algo y rellenar agua por precaución. Comienzo la primera subida del día, Collado del Agua o de las Pozas con sus casi ocho kilómetros. Mientras subo, y al pasar la zona de pinos, las vistas de la Giganta me distraen algo y casi sin darme cuenta llego arriba.
Desde el Collado del Agua, las vistas son espectaculares, más próximas están Sierra Arana y la Sierra de Huétor, y al fondo Sierra Nevada, cuyos picos aún conservan nieve, precioso.
Bajo en dirección a Prado Negro, y paso por el Cortijo Palacio no sin acordarme de mi amigo Chiken, que siempre que pasamos juntos por aquí dice: “hay que ver, con lo que este Cortijo era, y mira en lo que ha quedado, que pena”…
Llego a la antigua Venta del Molinillo, que no presenta mejor aspecto que el Cortijo anterior, de verdad que da pena. Aprovecho para lubricar un poco la cadena, ya que al vadear un arroyo, el agua tenía un nivel considerable y me ha “limpiado” de aceite la transmisión de la máquina, al tiempo que también lo ha hecho con mis zapatillas, refrescandome los pinreles, pero no pasa nada, será por falta de tiempo para que se me sequen…
Paso por debajo de la Autovía A-92, siguiendo la pista que me conducirá por el Barranco de los Reventones hasta Blancares. Aquí, cruzo la carretera de la Peza, y enlazo con la pista que me llevará hasta Lugros.
Sin entrar en el pueblo, giro a la derecha para subir por la Cañada de los Potros hacia la Dehesa del Camarate, situada en el Barranco del río Alhama. El principal atractivo de esta Dehesa es su bosque caducifolio, que en otoño se viste con sus más llamativos colores, amarillos, anaranjados, ocres, rojos y violáceos tiñen la vegetación, creando este singular colorido un auténtico espectáculo para los sentidos. En esta época del año, mediada la primavera, la vegetación está en su máximo esplendor y prácticamente mantiene todo su verdor, por lo que el espectáculo igualmente es sorprendente.
Aunque resulte obvio, tengo que decir que afrontar una subida de la entidad de la Dehesa del Camarate, no se hace igual con las piernas “frescas” que con 100 kilómetros y más de 2.500 metros de desnivel positivo en ellas, pero bueno, esto es lo que buscaba, y vaya si lo he encontrado. La subida se me hace largilla, me cogen en pleno ascenso las horas centrales del día y el calor aprieta en algunos momentos.
Llego a la Piedra de los Soldados, a 2.300 metros de altitud, paro y me como el bocadillo de rigor, el estómago se cansa de tanta barrita y apetece algo sólido y salado. No lo hago solo, dos machos monteses lamen tranquilamente a mi lado los peñones en busca del salitre tan necesario en su dieta, y me sorprendo que ni siquiera se asusten. Por el contrario, aquí me veo obligado a abrigarme de nuevo, el viento sopla a rachas con fuerza, y no es agradable para el cuerpo sudado, cosas de la alta montaña.
Con la barriga llena, enfilo el sendero que me conducirá al Collado del Alguacil, esta vez, el disfrute no es como en otras ocasiones, principalmente debido al cansancio acumulado. Puedes pasar una y mil veces por un mismo lugar, pero las sensaciones dependerán de lo cansado que estés…
Sin parar en el Alguacil, bajo hacia Guejar Sierra, aunque antes decido parar en el renovado manantial de Fuente Fría y rellenar mis “pipotes”.
No llego a entrar al casco urbano de Guejar, continúo hacia el Maitena pensando que no es poco lo que me queda, a estas alturas y con más de 130 kilómetros en las piernas, pretender subir el Duque hasta el Dornajo, y después las Zetas hasta la Cortijuela no es ninguna broma.
Al paso por el río Maitena, me acuerdo de las palabras de mi amigo JUHEGUZ cuando a su paso por este mismo lugar en una de sus gestas, describía sus sensaciones, y es cierto que de alguna manera, el rumor del agua y el frescor de la vegetación parece que lo ayude a uno a mentalizarse para afrontar los últimos tramos, y así, inmerso en mis pensamientos, comienzo a subir el Duque. Buscando un ritmo lo más cómodo posible, cuando quiero darme cuenta, estoy en el Dornajo, y me autoconvenzo de que esto ya está prácticamente hecho!!
Enlazo el camino de San Jerónimo y tras cruzar el Río Monachil, enfilo la Cañada Real de La Zubia, coloquialmente conocida en el mundillo biker como “Las Zetas”. A sabiendas de que es la última subida, machaco con ahínco los pedales, como un martillo pilón, contento de ver que mis piernas aún responden. Ya en la Cortijuela, la bajada a casa es distinta a las bajadas habituales por la misma zona, repaso mentalmente todo lo acontecido y una sana satisfacción me invade, lo más importante, ningún percance, los deberes hechos, un gran día de mtb y naturaleza en su máximo exponente, magnífico!!

DATOS:
GARMIN: 175 KM, 4.705 DESNIVEL +, TIEMPO EN MOVIMIENTO 11H 04’, TIEMPO PARADO 1H 26’
IBP INDEX 322 BYC