263. GORAFE. DOLMENES EN EL DESIERTO.

Nos vamos al desierto. Si, en su más amplia acepción. Zona de escasa lluvia y vegetación, fuerte erosión y población en retroceso. Sin embargo, cuando la falta de agua trae paisajes desolados, aquí el desierto es bello. Quizá porque lleva cientos de años conformándose lentamente. Porque el desierto ocupa lo que hace miles de años fueron fértiles lagos y bosques. Aquí la degradación se ha ido produciendo a lo largo de los siglos.
A lo largo de esta corta y densa ruta vemos como la escasa vegetación se enfrenta a las malas tierras y como el ser humano ha seguido habitando las tierras cuando estas se han vuelto inhóspitas.
Junto al interés de visitar el desierto, el otro punto que hace distinta a esta zona es el parque megalítico, probablemente el mayor de Europa. Una civilización que los construyo floreció en esta zona hacia el 6.000 a.C. Aquellos primeros pobladores construyeron sus viviendas en cuevas en esta maleable tierra del tajo, y levantarían unos dólmenes para acoger a sus difuntos. En total se han encontrado los restos de hasta 224 individuos en 198 sepulcros. Las tumbas se levantaban en lugares alejados de las viviendas, la mayoría en la parte alta, los llanos de Olivares. Los túmulos estaban cubiertos de tierra, y cuentan con una entrada y una pequeña cámara. Los restos que quedan en la actualidad nos permiten hacernos una buena idea de como fueron construidos y utilizados.
Nuestro de punto de partida es Gorafe, localidad asentada en un valle, con el gran farallón montañoso a sus espaldas y el rio al frente. En medio están las plantaciones que durante siglos han asegurado su subsistencia. Con un frio invernal, emprendemos el ascenso por carretera, dejando atrás los Dolmenes de Coquin. Llegamos a lo alto de la montaña que vimos sobre el pueblo, a los Llanos de Olivares. Allí se encuentran una hilera de dólmenes. Es uno de los lugares más significativos de todo el recorrido, nos encontramos al pie del pueblo y con unas vistas espectaculares. La parada es imprescindible.
Continuamos para internarnos en el otro punto de interés de la ruta: las bad lands. Malas tierras, lugares calizos, prácticamente sin vegetación, y erosionados por siglos de agua y aire. A veces nos encontramos con paisajes similares a los que hemos visto en el Cañón del Colorado, o en los desiertos africanos. Grandes cárcavas, preciosas chimeneas de hadas, enclavadas en profundos barrancos, en paisajes atormentados. Nos detenemos en una montaña con distintos tonos rojizos para cada uno de los estratos.
Ahora debemos prestar atención a una profunda bajada a la Rambla, que salva una considerable altura haciendo eses. En caso de lluvias recientes el suelo se encuentra extremadamente resbaladizo, y con una tierra caliza que se adhiere a las ruedas haciendo muy difícil avanzar incluso andando. La rambla marca el punto más bajo de la ruta, a partir de ahora sólo nos quedará avanzar por estos paisajes abiertos, con el desierto como única compañía. La llegada a la carretera, marca el último tramo hasta Gorafe, donde el Bar La Ilusión y sus fantásticas migas marca el broche final a esta ruta excepcional, a la que nuestro compañero Pablo ha puesto el video.
IBP: 62
Tiempo total: 4:20:20 h
Tiempo en movimiento: 3:23:23 h
Tiempo parado: 0:56:57 h
Velocidad media total: 8.93 Km/h