6 Quinto de Ebro - Caspe

Ehhh... ¿y la quinta etapa? Pues se quedó por el camino. El día amaneció lluvioso en Zaragoza y volví a utilizar el comodín de la RENFE. Me planté en Quinto, donde tenía alojamiento reservado, y al día siguiente seguí mi camino. Y menos mal que cogí el tren... Mi plan original era llegar a Quinto cruzando un puente aguas abajo. Pero ese puente estaba en obras, cortado, y me hubiera tocado hacerme 20 Km de propina. Y hoy, pasando al lado del puente cortado, no me queda más remedio que seguir por el arcén de una carretera sin demasiado tráfico hasta llegar a Sástago, donde retomo el GR a la altura de una curiosa central eléctrica: aprovechando un meandro del río se hizo un túnel bajo tierra, y por él pasa parte del agua del Ebro. Al llegar al exterior lo hace a más altura que el cauce natural del río, y esa diferencia de altura se usa para generar electricidad. Todo muy bien y muy bonito,pero yo tengo ganas de volver al GR Cuidado con lo que se desea, a veces se cumple.
Las pistas de cultivo por donde pasa el camino natural del Ebro se han quedado, con las lluvias recientes, mejor de lo que esperaba. No hay apenas charcos, nada de barrizales, todo muy esquivable.El sol aprieta pero no ahoga, y mejor, porque el Ebro, ahi abajo, tiene un tono verdoso que no invita al baño.
De vez en cuando el camino se hace sendero y obliga a empujar la bicicleta. Y con esfuerzo y ganas llego a Escatrón, donde rodeo una central térmica que ha tenido más vidas que un gato.
La térmica de Escatrón quemaba carbón extraído de las minas de Mequinenza, que era embarcado y llevado aguas arriba del Ebro. Cuando se hizo la presa de Mequinenza y se inundó el pueblo, se hizo un ramal ferroviario y se traía el carbón de las cuencas mineras de Andorra. Y cuando el carbón andorrano dejó de usarse por su alto contenido en azufre, la central se transformó en una de ciclo combinado a gas natural. Y menos mal, porque había planes de convertirla en nuclear... Cruzo Escatrón cuesta arriba y repongo fuerzas en un supermercado. Y vuelvo al GR. Pero poco. Que el camino marcado está cerrado, o no lo encuentro, o qué se yo. Tomo una pista de pescadores que me deja, ahora sí, en el GR, que vuelve a ir pegado al Ebro, aunque a la altura suficiente para no ser engullido por una de sus crecidas.
Llego a una zona de descanso - merendero, al lado de una instalación que no sé si es desagüe, toma de agua, central térmica o qué. Intento seguir mi track y... no hay manera. Dimito. Me buscaré la carretera para llegar a Caspe. Tiro directamente de móvil y adelante. Al fin y al cabo, el GR llega a la carretera algo después, y de desvía para visitar la laguna Salada, una charca endorreica. Pero yo no me desvío a eso: me desvío a Chipriana a por agua dulce. Estoy petao, y eso que no he hecho nada.
Saliendo de Chipriana retomo el GR. Las pistas parcelarias al menos son rodables, no como las sendas al lado del río, y el arcén de la nacional soporta demasiado tráfico pesado para mi gusto. Cuando aparece Caspe en el horizonte es como ver un oasis en el desierto: toca descansar, un paseo para estirar las piernas y meditar qué tipo de ruta voy a hacer mañana. Que además se presenta complicada.