Andavías, Los Cabriles, Palacios del Pan y su puente, Palomares, sendero de la cárcel, Zamora.

Como muy dice Euge, después de coger fuerzas en Andavías con una buena comida, mi Manolón y yo salimos de paseo. Os confesaré que la pereza se iba adueñando de mí porque el día era muy desapacible, con Álex soplando mucho y unas nubes amenazadoras en el horizonte. Finalmente me puse a pedalear y a los diez minutos ya sabía que había merecido la pena. Salí en dirección a la antigua estación con viento más bien en contra (algo lateral), pero como tenía un montón de combustible en el cuerpo y las fuerzas intactas, pude mantener un buen ritmo hasta cruzar la vía y girar a la izquierda. Ahora sí viento de frente, pero todavía buena velocidad. Enseguida giré a la derecha para subir hasta los aerogeneradores. Rugían al girar con la fuerza de Álex (ya os he comentado alguna vez que pasar por debajo impresiona) mientras yo me agachaba para reducir en lo posible la resistencia aerodinámica. Sabía que eran tres kilómetros de sufrimiento. Poco para la ayuda que iba a recibir después. Una vez visitados los 14 monstruos, bajé por la peligrosa cuesta que termina junto al viaducto de Martín Gil. Dudé si cruzarlo para hacer un recorrido que me encanta: Santa Eufemia del Barco, Manzanal y vuelta a Palacios del Pan por la dehesa de... (a ver lo que pone en Sigpac) Retas Verdes (el encinar que hay nada más cruzar el puente viejo de Manzanal). Pues eso, que pensé en ir por ahí pero no me atreví por si me quedaba sin fuerzas. Volví por el camino paralelo a la vía, con el viento empujándome y abriéndome paso entre las jaras (un camino precioso). Cuando estaba de nuevo a la altura del primer aerogenerador, giré a la derecha, por un camino recto y muy 'pestoso' porque está lleno de grava y que termina en Palacios del Pan. Por la zona me he encontrado perros algunas veces, pero esta vez no había ningún animal que quisiera salir a verme: ni perros, ni conejos, ni abubillas. Estaban todos en casita a resguardo. Después de esos tres kilómetros de camino desagradable (aunque bonito, porque atraviesa el encinar), llegué a Palacios, busqué el camino que baja hacia el embalse y empecé a gozar. Velocidad máxima: 52,2 gracias al empuje del viento. Bajé, atravesé el puente agrícola en un voleo y recorrí el sendero junto a la orilla y que muere en la carretera que une Valdeperdices y Andavías. Espectacular. Luego había que subir y meterse en Palomares en el kilómetro 21. Fácil. En el bosque recorrí senderos conocidos y subí los rampones en sentido contrario al habitual. Más fácil, pero tuve que esforzarme. Me encanta la zona, con esa mezcla de emoción y miedo que me provoca ir solo entre los árboles. Sigue siendo una maravilla. Salir de Palomares y llegar a Zamora también resulto pan comido con la ayuda de Álex, así que me di un último homenaje girando a la derecha para recorrer el sendero de la cárcel. Lo encontré muy pedregoso esta vez, pero eso no le restó ni un ápice de diversión, más bien al contrario. Y ya, casi sin enterarme me planté en Zamora. Un poquito de carril bici junto al Duero y para casa. Ducha y sofá. SI alguien conoce un plan mejor que me lo diga, pero a mí no se me ha borrado todavía la sonrisa de la cara.