Andavías- Los Cabriles- Zamo...intento fallido

Ya sabéis que me gusta ser breve y conciso, pero cuando no queda más remedio que contar batallitas, pues no queda más remedio. La cosa empezó mal, saliendo bastante más tarde de lo que tenía previsto. En lugar de rectificar a tiempo y cambiar la ruta, me empeñé en hacer la que tenía pensado (error garrafal). De camino a los molinos (aerogeneradores, que dicen los entendidos) tuve un primer percance (leve) la rueda delantera estaba floja, la apreté y seguimos la marcha. Unos quilómetros más adelante, ya muy cerca del viaducto, se me atascó la cadena y no podía pedalear. Otra paradita más, le di la vuelta a la bici y todo parecía ir bien (una piedra -pensé-). Llegué al viaducto y paré a contemplar el paisaje. Cuando intenté subir la cuesta para regresar ¡catacroquer! se me rompió la cadena. Yo alucinaba, una cadena que me habían puesto hacía un mes y medio (ahora pienso que cuando se me atascó un poco antes ya estaba tocada, incluso que me la pueden haber montado mal, no sé). Bueno, saqué mi tronchacadenas, crucé los dedos y...listo pude quitar dos eslabones y continuar (se ve en la foto). El caso es que la niebla empezaba a bajar (en la foto del molino lo veréis) y las gafas se empezaron a llenar de gotitas...¡fuera gafas! Y continué como un topo pedaleando sin ver más allá de dos metros (por la miopía, no por la niebla). La cosa se ponía fea porque la noche se me echaba encima y tuve algunos momentos de duda porque con la niebla y sin las gafas no veía ninguna referencia que me sirviera para saber si iba bien o estaba perdido. Tuve que utilizar un par de veces el mapa del teléfono, pero eso suponía pararse y perder el tiempo que no tenía. Finalmente llegué a la carretera e intenté continuar por las obras del AVE hasta Zamora, pero (por una vez fui inteligente) era ya de noche y me di la vuelta. Paré y llamé a Montse (ay, qué bonito es el amor) Diez minutos más tarde estaba sentado cómodamente en el asiento del copiloto de camino a casa. Bueno, otra vez será.