Andavías, Santa Eufemia del Barco, Manzanal, Palacios del Pan, Palomares, Zamora. Sufrimiento a go go.

Pues llevaba una semana arrastrando un cansancio que yo achacaba al trabajo, así que me decidí reservarme hasta el domingo por la tarde para salir descansado. Sin embargo, salvo los primeros kilómetros, la sensación ha sido mala, horrible, de un sufrimiento continuo y de falta de fuerza y de fuelle. El recorrido es de los que me gusta mucho, porque tiene de todo un poco, pero esta vez no lo he podido disfrutar. Salí (como tantas otras veces) con el estómago lleno. Durante los 10 primeros kilómetros me encontré bien y llegué al Viaducto de Martín Gil enseguida. Lo crucé y empecé a subir hacia los aerogeneradores del otro lado del embalse. Justo entonces comenzó mi crisis. No podía subir (que se supone que es lo que se me da bien), así que tuve que meter todos los piñones y aún así me tocó parar como en mitad de la cuesta. Bajé otra vez hasta el embalse y subí hasta Santa Eufemia. El calor era agobiante, tenía sed, el agua de la mochila me sabía amarga, no podía casi pedalear...condiciones ideales, vamos. De nuevo desde Santa Eufemia hasta los aerogeneradores tuve que parar a coger aire. No sabía si me estaba dando un infarto, si se me había cortado la digestión... Menos mal que ahora tocaba bajar durante un km. aproximadamente. Lo siguiente era la subida a Manzanal del Barco (una rampa de cemento que se hace bien) y luego otra bajada hasta el puente viejo (el de las plataformas) sobre el embalse. Desde el puente hasta Palacios del Pan hay que atravesar un precioso encinar que normalmente me encanta, pero que esta vez me costó recorrer y que estaba deseando que acabara. Una vez que me planté en Palacios la cosa era más sencilla. Quedaba el paso por el puente agrícola y los caminos que acaban en Palomares, por donde pasé sin ni siquiera rozar los rampones, porque me hubiera muerto en ellos. Antes de que tuviera más tiempo para lamentarme llegué a Valorio y disfruté del descenso. Ya en casa un bañito como Cleopatra a ver si me recuperaba. ¡Ay, qué viejo estoy!