Aventura entre hayedos entre Soria y La Rioja

Exigente peripecia ciclista por las cumbres que separan las provincias de Soria y La Rioja, pero muy agradecida para aquellos con sensibilidad para apreciar los colores de los hayedos en otoño (temporada en la que se realizó la ruta y época más recomendable sin lugar a dudas). La salida nace de la localidad soriana de Santa Cruz de Yanguas. Sin demasiado margen para calentar, la pista forestal camina arriba en pendiente, sin una dureza máxima que nos impida mirar a un lado a otro para ver los húmedos grupos de hayedos que arraigan junto al río Boos. Una vez llegamos a la cota 1.500, pasamos a recorrer la cuerda del macizo por pista rápida en buen estado. A nuestro lado se abre ahora una ancha panorámica de colinas tupidas de pinos y robles.

Llegado al punto más lejano de retorno, saltamos al otro lado de la montaña para recorrer la cara riojana, que nos depara ocasiones múltiples para los que viajen con cámara fotografica. Los hayedos también están presentes en esta zona, con una vegetación similar a la de su vecina.

Y nos enfrentamos a los trayectos más delicados. Para ascender a la cota de 1.700 debemos 'saltar' un cerramiento de espino que corta la pista forestal. El piso óptimo que nos ha acompañado desaparece para dar paso a un camino semiabandonado de cantos y manto vegetal. Tampoco ayuda además que el camino se empina, obligándonos a apretar los dientes.

Y tras la pasión llega el gozo. Hacemos cima en lo alto del cerro y nos tiramos cuesta abajo, cayendo con la burra hasta los 1.200 metros por una pista que va recuperando las buenas sensaciones de la calzada hasta que la felicidad se esfuma.

Este es el punto más espinoso y que conviene sopesar al hacer la ruta para decidir hasta donde queremos llegar. En este momento debemos regresar a la cara soriana de la montaña. El paso consiste en un camino donde, a no ser que seamos extraterrestres, tendremos que tirar de la bici un par de kilómetros, entre el kilómetro 33 y 35, por una rampitas 'muy graciosas' {ver perfil en el mapa). Este periplo le llevó a un un servidor unos 30 minutos.

Cuando llegamos a la cresta de la montaña, el camino se difumina por lo que hay que echarle un vistazo al GPS [conservar pilas encarecidamente para este momento] para descubrir el camino que se abre entre el bosque a unos 75 metros de donde se desvanece el caminito. Y de nuevo retorna la felicidad a nuestros corazones.

Solo queda descender por un camino avasallado por la pinocha y la hierva pero sumamente divertido y saludar de nuevo la pista de la que nos despedimos hace unas horas. Sin pedales, alcanzamos nuestro punto de salida en el pueblo.

Sin más, despedirme y desearte, si eliges esta propuesta, una feliz travesía.

Larga vida y prosperidad, afanado ciclista.

NOTA: Quizá sea más sencillo realizar el camino de manera inversa a la de este autor. Si alguien hace esta opción, agradeceremos que se deje un comentario con sus sensaciones.