Badajoz (Por el Cahoso y el carril de las Lanas y vuelta por la Cañada Real de Sancha Brava)

Partimos desde el mercadillo de los martes, ese de: " niñaaaa, dos bragas tres euros,la que no se las pone es porque no quiere", pero hoy solo una paseante con perrito pacífico y un abuelo renqueante estaban en el llano.
Partimos, digo, hacia el azud, a pedalada lenta, que no era cuestión de agobiarse, que quedaba mucho todavía. Llegamos al cruce de Malos caminos y tiramos hacia arriba, hacia la carretera de Olivenza que atravesamos con dirección a las Vaguadas y allí empezó el Gólgota para Rafa, que ahora va y dice que está a dieta, que quiere echar afuera las torrijas de semana santa, que no ha desayunado casi, de manera que los repechos se le hicieron eternos y empezó a resoplar como toro malherido.
De las Vaguadas seguimos hasta cruzar la carretera de Valverde ( así se recuperó un poco) y adentrarnos en la dehesilla de Calamón que continuamos hasta el cruce que nos iba a llevar por el Cahoso, por los dominios del torito follarín. Paramos exactamente en donde estaba su harén pero él no apareció, el torito que igual estaba más exhausto que el propio Rafael y descansaba solitario bajo una encina. Allí dimos cuenta del plátano a ver si recuperaba las menguadas fuerzas y seguimos nuestra ruta ( con permiso de las incesantes llamadas telefónicas—igual esto era una estrategia para recuperar—desde varios lugares planetarios) hasta el Cahoso y más allá, para dar la vuelta y ciclitear por la cañada real de Sancha Brava y volver a cruzar la carretera de Valverde hasta desembocar en la carretera que lleva al cementerio. Un coche fúnebre nos adelantó con prisas mortuorias. Lo dejamos ir y giramos a la derecha ,por las " Ánimas".
—Uf, ¿Cuánto queda?
—Venga, que ya estamos ahí.
Y fue verdad, diez kilómetros después llegamos al llano y después al lavadero en donde Rafa recuperó cuatro euros que se había zampado la maquinita del cambio días antes.
Este es un hombre de negocios que no se amilana ante una cantidad insignificante. Imagínate qué no hará con grandes sumas y fortunas.
Y desde allí, al juego la brasa.
Haya salud para diez mil rutas más.