Badajoz (San Rafael, Valverde y el de la rodilla changarreta)

Y el recorrido fue: Mercadillo, dirección al azud, sigue hasta Malos Caminos, atraviésalo y llega hasta carretera Olivenza. Pásala y toma el camino de la derecha, que te lleva a un camino paralelo a la carretera. Desde aquí no hay desviación posible porque es todo derecho casi hasta el puente de San Rafael. Allí seguimos la ribera del riachuelo hasta que se acabó y tuvimos que pisar el asfalto. Desde allí hasta la presa poco quedaba y desde allí hasta Valverde algún repecho fatigón que sorteamos con resoplidos cansinos.

Sentados en la terraza del bareto, descansando piernas y calentando el buche, pensé en el camino de Barcarrota, de manera que le pregunté a un hombre de mediana edad, pero de esos que parecen que le llevan quince años a su tiempo cronológico. Delgado como dómine Cabra y enjuto con avaricia, lo que suele decirse por aquí, «escuchumizao». Digo yo que andaría por las cuatro arrobas, y eso, tirando por lo alto. Iba vestido con pantalón y camisa vaquera, cinturón negro de hebilla plateada; en caso de lluvia repentina, y empapado, este bendito se vendría al suelo como hoja otoñal y quedaría a merced de la ayuda divina o de la presencia humana para poder levantarse, y ponerse a resguardo y llegar a su casa renqueante, pero si la tal lluvia con viento ocurriera en descampado, sus restos desbordarían el término municipal del pueblo.
Moreno de campo, sí que tenía unos ojos vivarachos y una nariz proporcionada, ahora bien, su boca estaba tan inmaculada como cuando vino al mundo. De su pelo, pocas noticias, una visera le cubría la cabeza y no se adivinaba un gran pelucón. Fumaba y tosía.
—Ese te lo puede decir —respondió, señalando hacía el bar— pero ahora está changarreta.
Al poco salió el del bar, el que nos sirvió los cafés.
—Así que usted sabe el camino para Barcarrota…entonces vamos el próximo sábado.
—No puedo—esbozó una sonrisa—tengo la rodilla mala.
Un parroquiano que estaba en la terraza preguntó que si habíamos pasado por las Merinillas.
—Sí
—Anda ya. ¿Y no os salió la mi perra?
Este, de aspecto burlón, era el que daba explicaciones sobre los contornos del pueblo, que si el camino era por aquí o por allí, que en tal cruce tiras a la izquierda, que tienes que pasar el cortijo, que ahora hay agua y es mejor el otro…
El hombre, de poco peso y corto de talle, fumaba y tosía.
La vuelta hasta Badajoz no tiene pérdida, a no ser que quieras perderte como pecador penitente que pide indulgencia, de manera que salimos del pueblo por el camino que bordea la carretera y que te llevará o al camino de las Ánimas o por Malasaradas y, como hace tiempo que no cicliteábamos este, decidimos comprobar qué tal estaban los arados y, dale que te dale, llegamos a Badajoz. No tiene perdida porque la Mole de Cajabadajoz siempre surge al fondo.
Haya salud para diez mil rutas más.