Camino Cid día 1 - Atienza - Jadraque

Esto que os voy a contar es para que no repitáis los mismos errores que yo. Tengo que dejar claro que he disfrutado los cinco días de la ruta (por tierras de frontera), pero también los he sufrido. Es parte de la aventura. Mi primer error fue ir en tren con mi bicicleta desde Sevilla a Atienza. Para viajar en tren la tienes que meter en una funda con un tamaño determinado (todo especificado en la página de RENFE) pero mi bicicleta es una BTT de 29’ y ruedas de 2.2. La funda me llegó dos días antes, pasa con las cosas que vienen de la China (y eso que lo compré en Amazon). Una vez empaquetada comprobé que las tirantas para colgártela al hombro no son muy efectivas pero sería poco trayecto, para eso está los carritos. Mi primer chasco vino cuando llegué a la estación de Santa Justa en Sevilla y comprobé que no había carritos, por eso del Covid los han quitado pero pareces ser que esto de los carritos sólo afecta a Renfe puesto que en los hipermercados sí los tienen con su desinfectante a mano. Sera que Renfe, con las obras de mejora no tenían dinero o que hay muchos ejecutivos que cobran un montón por buscar las soluciones más fáciles que no más eficientes para los usuarios. Así que bici al hombro y mis dos alforjas en la otra mano. Estaba claro que esto era el preludio de un viaje en el que me iba a cagar en to los muertos de Renfe durante todo el trayecto. Llego a Madrid y evidentemente no hay carritos. La estación de Atocha es muy grande, lo juro. Reconvertido en un animal de carga me voy en dirección a los trenes de cercanías, ya que me tenía que trasladar a Chamartín para coger el siguiente tren. Varios exabruptos después y alguna que otra maldición, en Arameo, hacia los inteligentes directivillos, llego al cercanías y nos vamos pa Chamartín. Que sepáis que en este julio de 2021 está en obras y yo con la bici al hombro y ambos hombros destrozados ya. El tren me deja en Jadraque y allí un autobús hasta Atienza ¡JA JA! De la parada del tren a la del autobús hay casi un kilómetro y no hay ni un puto carrito por ningún lado, si hubiera visto a alguna señora con uno de un super, se lo hubiera mangado, fijo que si. Tenía apenas 30 minutos para llegar, os recuerdo que con mi bici al hombro y dos alforjas en las que siempre llevas algo de más. Pensé yo y pensaréis vosotros que en 30 minutos da tiempo ¡Po no! Se tardan 45 minutos. Ahí te das cuenta de que la pendiente de una cuesta es relativa, como la teoría de Einstein, “la pendiente es proporcional al cubo de la potencia del peso que llevas multiplicado por MCT (me cago en to) al cuadrado”. Menos mal que el autobús llevaba retraso (bendita sea la puntualidad española). Ya por fin en el autobús, deseando llegar al hostal para ir corriendo al excusado, llevaba desde las 6:30 levantado, y plantar un pino como Dios manda, cuando me dan la última puntillá, el autobús no entra en el pueblo y me deja en la carretera, en un cruce a dos kilómetros. Cuando me enteré, un ligero temblor recorrió mis piernas y fui capaz de maldecir, para mis adentros, en varios idiomas desconocidos, a saber: holandés, alemán, ruso y suajili (por supuesto también en mi idioma nativo). Allí mismo en la parada a pie de carretera monte la bici que tan primorosamente había desmontado el día anterior y enfundado y para que nada se moviera había gastado, por lo menos, un kilo de presillas de esas baratas de los chinos. Bueno, finalmente llegué, me duché y cagué. Al día siguiente empezaba mi aventura de 5 días por Tierras de Frontera del Camino del Cid. A pesar de todo y otras cosas que me pasaron he disfrutado de cada pedalada y de cada paso empujando la bici por cuestas imposibles.
El trak está tal cual yo lo he recorrido.
Mas pedales y menos tocino.