Camino de Santiago Portugués. Vigo a Santiago de Compostela. Pontevedra-Coruña

Dificultad técnica, fácil; dificultad física moderada.
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Discurre por el Camino Portugués en sus últimos tramos hacia Santiago de Compostela. En términos generales, salvo algún pequeño segmento, es de fácil ciclabilidad: pistas, caminos anchos y carreteras locales con las que se cruza en múltiples ocasiones, a veces con cierta peligrosidad tanto para peregrinos a pie como en bicicleta ¡Precaución!

Como es lógico, el perfil de la ruta viene determinado por la particular orografía del terreno. Discurre de Sur a Norte atravesando los cauces de los ríos que desembocan en varias de las Rías Baixas, lo que hace que el perfil sea de "sube y baja" constante.

Se parte de Vigo a través de la Senda del Agua por la que nos acercamos cómodamente hasta Redondela (wp01). Ya en este tramo nos encontramos con buen número de peregrinos a pie que va a irse incrementando a medida que avanza la ruta. Tras tomar unas fotos dejamos esta población que corresponde con el primero de los cinco puntos de cota baja de la ruta (Ver wp00). Por un terreno cómodo, en subida primero y bajada posterior se llega a las inmediaciones de Arcade (wp02), cruzando el puente (wp03) sobre el río Verdugo (2º punto de cota baja de la ruta), puente que une las poblaciones de Arcade con Ponte Sampaio (Santa María). Es justamente a la salida de esta población, pasando un pequeño puentecillo, donde empieza la única dificultad técnica de esta ruta; se trata de una divertida subida con piedras que es ciclable en su totalidad, eso sí “metiendo riñones, piernas y, por supuesto, el molinllo”.

Salvada esta zona nos vamos acercando por cómodo terreno a Pontevedra. El track pasa por el centro urbano de la Ciudad lo que nos permite conocer algunos lugares emblemáticos de ella como la Iglesia de la Virgen Peregrina (patrona de la provincia de Pontevedra y del Camino de Santiago Portugués) y el Convento de San Francisco (wp04). Dejando esta zona de la Ciudad llegamos al río do Burgo que corresponde con el 3º punto de cota baja de esta ruta (wp05). El trazado actual del Camino de Santiago a través de Pontevedra está complicado en parte porque discurre por calles, a veces estrechas, de dirección prohibida para vehículos. Esto no es problema para los peregrinos que hacen el Camino a pie, pero sí para los que lo hacen en bicicleta.

La ruta sigue por buenos caminos paralelos a la vía del ferrocarril y la carretera N-550. A la altura de la pequeña población de A Seca, la cruzamos en dirección Este para desviarnos del Camino “oficial” con objeto de visitar el Parque del río Barosa, sus muiños y sus fervenzas (Muiñada de Barosa) (wp06). Tras un breve descanso y de disfrutar de ese entorno (no todo va ser dar pedales) retomamos la ruta. Así llegamos a Caldas de Reis, el 4º punto de cota baja de la ruta. En esa pequeña población hemos de pasar dos ríos: el de Umia (wp07) y un pequeño afluente suyo, el río Bermaña (wp08). Tras tomar unas fotos de esta bonita y antigua población seguimos la ruta. Como casi siempre pasa en Galicia, tras llegar en descenso a un río, le sigue una subida y toca subir. Ahora hay que subir desde Caldas de Reis durante unos 5,5 km al cruce con la N-550. A través de poblados bosques nos dirigimos a un cruce de caminos en San Miguel (wp09). En bajada vamos hacia el 5º punto de cota baja de la ruta, donde se sitúa Padrón, y por donde discurren los ríos Ulla (wp10) y Sar (afluente del primero, wp11).

A partir de esta importante y conocida población gallega comienza el final de la ruta, 25 km de subida hacia Santiago de Compostela la guinda del pastel. Veréis que a partir de aquí no hay wp ni fotos. El calor de más de 30 grados en el día que hicimos la ruta y los kilómetros acumulados hasta aquí justifican esta ausencia. Razonable, ¿verdad?

Finalmente llegamos una vez más a la Plaza del Santo, que es el quitapenas de todo el esfuerzo anteriormente realizado. La ruta es técnicamente fácil. Eso sí, a mi modo de ver, hay que tener cuidado con dos aspectos de la misma: el peligro que suponen los múltiples cruces con las carreteras y, en segundo lugar, la “alegría” inicial de estar haciendo una ruta fácil, pues especialmente los 10 últimos kilómetros son para ser recordados.