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CAMINO SANTIAGO FRANCÉS VILLAFRANCA DEL BIERZO TRIACASTELA

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Trail stats

Distance
31.49 mi
Elevation gain
3,940 ft
Technical difficulty
Difficult
Elevation loss
3,402 ft
Max elevation
4,438 ft
TrailRank 
36
Min elevation
1,649 ft
Trail type
One Way
Time
5 hours 16 minutes
Coordinates
15754
Uploaded
July 8, 2021
Recorded
July 2021

near Villafranca del Bierzo, Castilla y León (España)

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Itinerary description

Jueves 8 de julio, me levanto muy descansado, gracias a la bañera con hidromasaje de ayer, y las 6 horas que he vuelto a dormir del tirón me han dejado el cuerpo como nuevo. El hostal las Doñas del Portazgo ha sido un acierto. Empiezo con las rutinas, qué me aplicó siempre que puedo y enseño a mis jugadores de baloncesto entre otros valores.
Sobre las 7: 00 me despierto, aun en la cama visualizo la etapa que toca, la he estudiado metódica y detalladamente el día anterior, y como en la mesa de un quirófano he dejado todo preparado, hay una vida en juego.
Sobre las 7:30 aseo matutino, me visto con ropa de calle y bajo a desayunar mientras doy un repasito rápido al móvil, salgo a la calle a palpar el tiempo que hace, aunque lo he revisado el día anterior en las apps ya no me fío desde lo de Rabanal. Ya me lo dijo Jesús, el clima de aqui es una lotería.
Sobre las 8.30 regreso a la habitación, decido la equipación a ponerme, y tras la necesaria e inevitable despedida a Roca, pongo en práctica la rutina paso a paso y siempre por el mismo orden, me voy enfundando el equipamiento de trabajo, calcetines, culotte, maillot, botas, cortaviento, auriculares, casco, gafas reloj, batería, móvil, guantes, el resto de la ropa en el macuto trasero, y aparte de la bolsa portaherramientas y el bidón de agua congelada con su pastillita de hidratos correspondiente, en la bolsa delantera guardo lo de uso diario, libro de ruta, credencial, geles, botiquín, mascarilla cargadores, cada cosa en su sitio y su sitio para cada cosa, asi no me olvido nada y luego se dónde está todo para rápidamente cogerlo con seguridad y no perder tiempo.
Ultimo repaso visual de la habitación, y con todo listo bajo a por la bici.
Sobre las 9.00 otra rutina con la maquina, revisión de ruedas, frenos, amortiguadores, cambios, cadena etc, ensillo, todas las alforjas al caballo, ajusto, reajusto y ahora sí, emprendo el camino. Windows invento una herramienta excelente, el copia/pega, me la aplicó siempre que puedo viendo a los mejores, como los de la Fórmula 1, dando la primera vuelta de reconocimiento probando metódicamente con la misma rutina cada pieza de la máquina, para minimizar los riesgos, hay una meta, un objetivo, un motivo, muy importante en juego.
Hoy el clima es perfecto 20°, cielo azul, sol radiante y el viento ni está ni se le espera. Los primeros 20 kms son de puro trámite por cómoda y llana carretera, el único aliciente es una grupeta de 6 ciclistas al que me uno para charlar un rato, lo típico dónde vas, a dónde vienes y bla bla bla conversación sin trascendencia, decido aligerar la marcha y dejarlos atras. Llego al pueblo de Ruitelan dónde empieza la mítica subida a Ofebreiro. Como diría Sabina mucho, mucho, mucho, peregrino y bicigrino, se le nota a la legua el que viene de postureo para las fotos del WhatsApp. A partir de aquí hay dos alternativas la carretera por dónde suben todos, o el auténtico camino del peregrino, no seré yo quien juzge a nadie el camino que escoge, todos son igual de validos si son honestos y con fundamento, yo, ya ni me planteo el dilema, para mí no tendría sentido ni el mismo mérito llegar a la cima de una montaña en helicóptero que escalando.
10 km de durísima subida, desniveles entre el 10 y el 20 % qué te pone el corazón a 160 pulsaciones y parece que se te va a salir por la boca, pistas de piedras, raíces, y tierra que te revientan las piernas de dolor, tramos entre árboles que te asfixian con la humedad y tramos abiertos al sol sofocante.
Aunque sufro el martirio como un condenado, hoy voy disfrutando de cada detalle, del maravilloso paisaje que me brinda las vistas, de las cuatro cabañas con sus dueños vestidos con atavios anclados en el pasado, de las gallinas, vacas y perros que se ríen de los forasteros como yo al pasar.
Por aquí no veo ni un bicigrino, y como mucho media docena de peregrinos, a todos los demás se les ve avanzar por la carretera que transcurre paralela a unos metros.
Al final pago el esfuerzo y uno de los rampones me hace poner pie a tierra y caminar un tramo, no me importa mucho, casi todo el orgullo se me ha ido agotando por el camino.
Poco más arriba enlazo con un tramo corto con la carretera y de repente un joven pedaleando de pie me pasa con aires de soberbia mirándome por el rabillo del ojo, pregunta si la carretera seguia por ahí. Pues no, la carretera de repente se empina otra vez en forma de pista de tierra infernal, el niñato recula y se me queda mirando con cara de hasta aquí hemos llegado, pues tampoco, tiro del poco orgullo que me queda y con un par de cojones subo el rampon y hasta luego Lucas, no le volví a ver el pelo.
En el último kilómetro se suavizó todo, pendiente terreno, clima, para volver a disfrutar de la llegada.
En la cima me senté al aire libre en un banco viendo la espectacular panorámica de un sinfín de cordilleras montañosas hasta donde alcanzaba la vista, cerré los ojos, y esta vez de otra manera me sentí Zen conectando con la naturaleza, incluso me lancé a volar por ella. De repente un moscardón me hace aterrizar mi imaginación en el banco, llevo todo el camino perdiendo las batallas con ellos, pero no pienso perder la guerra. Volví a fijarme en el paisaje y aunque no veo un pijo, otra herencia, este era distinto, lo veía más nítido apreciando más y mejor los detalles.
Después entré en el santuario, a la derecha un diminuto mostrador repleto de una cola de peregrinos ávidos de sellar la credencial, al fondo los bancos todos vacíos, alrededor gente haciendo fotos con disparo metralleta.
Así que decidí sentarme pacientemente a esperar, es algo que también he mejorado estos días y necesito.
Con la mascarilla puesta, me quite el casco, los guantes, apague el móvil y los auriculares, y los pose junto a mí, en el último banco al lado del mostrador, dónde un señor mayor de reojo no me quitaba la vista a la vez que machacaba credenciales con el sello.
Respire hondo, concentrándome entre tanto ruido, y alce la vista hacia la cruz y cerré los ojos, esta vez note algo diferente, una conexión especial iluminadora que me hacía sentir felicidad, sosiego calma, gozo, paz. Tengo mi particular visión sobre las religiones, no soy practicante pero si creyente a mi manera. Respeto todos y a todas las que me respetan y respetan la fundamental carta de los derechos humanos.
Cuando estoy a punto de salir por la puerta, me llama el señor del mostrador, me hace pasar por delante de todos, me pide la credencial, me estampa con sumo cuidado dos preciosos sellos, me extiende la mano dándome algo y me dice con mucho cariño "buen camino", muchas gracias padre le respondi, soy el hermano Ángel, puntualizo.
Me fui pensando, que cuando das recibes, y gratifica cuando das sin más, sin esperar nada a cambio, más que cuando recibes.
Ya en la calle, observo lo que me había dado, una piedrina con una flecha amarilla del camino, me llegó al corazón, estos pequeños detalles hacen muy grandes a sus hacedores, muchas gracias hermano Ángel.
Hago un par de fotos de recuerdo del lugar y emprendo la marcha, todavia me quedan unos pocos kilómetros de duras subidas pasando por los puertos de San Roque y del Poio que no es tan duro, pero las fuerzas ya son escasas. Me quedan los últimos 10 kms, esta vez son de raudo descenso por anchas veredas de buenas pistas de tierra entre bosques y paisajes maravillosos que voy disfrutando a grito pelao. El DJ vuelve a acertar la música, y me lanzo a tumba abierta, pero Pepitogrillo me dice que me queda poco y que no arriesgue tanto, a regañadientes aminoró solo un poquito el ritmo y en un periquete me planto en Triacastela, con tiempo de sobra para pegarme un buen homenaje de comida y disfrutar de un paseo por el pueblo, y relajarme en el Hostal. Otro día cualquiera

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