CARRERA ORIENTACIÓN CASTILLO DE MONTEARAGÓN

Hoy hemos participado en la Carrera de Orientación de Bicicleta de Montaña (OBM) organizada por el Club Peña Guara en Quincena (Huesca).

El principal atractivo de esta carrera se centraba en el Castillo de Montearagón, que, a pesar de su estado de ruina, domina con su imponente silueta el paisaje de la Hoya de Huesca.

Situado sobre un árido cerro, sus muros y torres destacan en la llanura oscense protagonizando el horizonte desde infinidad de puntos de vista como la propia ciudad de Huesca, la carretera de Barbastro o la sierra de Guara.

Además de su importancia visual, se ve correspondida con su relevancia histórica. Sancho Ramírez hizo construir el castillo con una abadía en su interior para hostigar a la población “infiel” que durante siglos habitaba la ciudad de las cien almenas, la Wasqa musulmana. Él mismo murió en la base de las imponentes murallas de esta ciudad bajo la saeta de un soldado enemigo, mientras inspeccionaba un resquicio por donde atacar.

Tomado el mando por su hijo, Pedro I, entre estas paredes, hoy comidas por el paso del tiempo, se fraguo el asedio y el ataque final relatado en el Cantar del Mio Cid: La Batalla de Alcoraz.

Y, sobre los mismos caminos que hoy circularemos, la imagen de Santiago a lomos de su caballo blanco decantó la victoria sobre el lado aragonés, cuando todo parecía perdido.

Historia y deporte conviven de nuevo en plena batalla por alcanzar todas las balizas los numerosos ciclistas de todas las edades y géneros. Por supuesto, hemos ascendido la dura cuesta con un 19% de desnivel para alcanzar junto a las murallas del histórico Castillo, ya sin aire en los pulmones, la baliza numero 41.

Lamentablemente no hemos podido disfrutar de las excelentes vistas que se contemplan desde esta atalaya y continuamos por un estrecho carril casi cubierto de vegetación, zigzagueando por la ladera de la montaña. Abajo, una sorpresa, un río desafiante, bravo por las aguas caídas en los últimos días, se cruza en nuestro camino, y no quedara más remedio que introducirnos en él hasta los cuadriceps. La fría agua me resucita, despierta mis piernas aletargadas hasta el momento y es ahora cuando doy todo de mí.

Horas más tarde, ya relajados, observamos el sol caer una vez más por el horizonte, la silueta negra de la fortaleza se dibuja sobre un fondo carmesí. Otro gran día de sufrimiento y de risas, muchas risas.

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