Cerezal de Aliste, Bermillo de Alba, Fonfría, Fornillos de Aliste, Brandilanes, Castro de Alcañices, Pino del Oro, Cerezal.

Maravillosa ruta la de hoy. Totalmente recomendable para los amantes de la BTT. Tiene algunos tramos un poco más técnicos, pero se pueden recorrer todos pedaleando. Hemos tenido suerte en todo, porque una oportuna tormenta hizo que las temperaturas cayeran hasta los 20ºC (de hecho, la máxima ha sido de 24ºC) por lo que se iba de lujo sobre la bici. Nos acercamos hasta Cerezal para seguir la ruta grabada en el GPS (gracias bikersduri). Los primeros 10-12 kilómetros (salvo los dos primeros que son bonitos), que van desde Cerezal hasta Fornillos de Aliste -donde se pasa por debajo de la N122- son los que menos interés tienen, puesto que son caminos bastante llanos y sin más dificultad que luchar contra el viento. Así que pasamos por Bermillo de Alba, Fonfría y Fornillos de Aliste sin nada que destacar. Sin embargo, desde Fornillos a Brandilanes, Castro y Pino del Oro, el recorrido es genial. Hay constantes subidas y bajadas, caminos estrechos, bosques de roble, piedras de granito gigantes... y como ayer había llovido también había charcos y algo de barro (lo justo para darle emoción). El tramo Fornillos Brandilanes es sencillo: casi todo bajada sin demasiada piedra. En Brandilanes llegamos a un molino y atravesamos el arroyo. Desde allí hasta más allá de Castro de Alcañices el recorrido es el mucho más técnico, con un montón de piedras de distinto tamaño (desde una naranja hasta una sandía grande). El Manolón aquí es una ayuda fundamental, es su terreno y se nota. Un poco después (aunque ya no recuerdo dónde exactamente) las piedras están ocultas entre la maleza (principalmente hierbas altas) y es donde más precaución hay que tener para no acabar en el suelo. Lo siguiente es un tramo muy rápido (creo que entre el km 30 y el 33) y muy divertido de camino ancho (nuevo) pero lleno de curvas y toboganes que te lleva a Pino del Oro. Atravesamos el pueblo y paramos a charlar con un señor. Nos contó que el había andado mucho en bici de carretera pero que ahora le daba miedo y además estaba mayor (tampoco tanto, tenía 76 años). Lo curioso es que hace un año o dos he pasado yo solo por allí y me ha contado la misma historia -se ve que le damos envidia y tiene nostalgia-. Esa parada nos sentó fatal, porque el cuerpo se había empezado a relajar. El caso es que subimos durante 4 km y llegamos a la parte más desagradable del día: unas praderas donde encima el aire nos daba de frente. Afortunadamente la cosa pasó rápido y enseguida estábamos de nuevo cruzando la N122 para volver a Cerezal. Dos kilómetros de subida más y al coche. Las cervezas en Zamora. Una jornada memorable. Para repetir.