Circular por la Sierra de las Villas desde Burunch

IBP 191, nada menos.

Salimos de Burunchel hacia abajo, por la carretera que conduce a San Martín y El Palomar. Poco después de dejar atrás el pueblo, encontramos el carril de El Burrueco, por el cual nos desviamos. El carril tiende a bajar hasta alcanzar el barranco del Cucho, en el cual emprendemos una subida a ratos salvaje hacia la Bacarizuela. La maraña de carriles es considerable, por lo cual debemos intentar tomar siempre el "principal", que se dirige en dirección norte-noreste y, tras pasar por un cortijo semi-abandonado, nos lleva hasta la puerta vallada de la finca Nogalhondo. Una última rampa y se abre a nuestra derecha la vista de la junta de los ríos, el valle de los Arroyos de Plaza. Intuimos que la bajada va a ser de órdago y el tránsito por la misma nos lo confirma. Ojo con los mastines en el cortijo que hay en medio de la bajada y en el cortijo de la otra orilla, después de vadear el arroyo y girar a la izquierda.

Tras pasar el cortijo, con el arroyo a la izquierda y unos llanos con kakis que invitan a la contemplación (en otoño, al menos), el paisaje cambia y los olivos empiezan a dejar paso a las carrascas, además de los frutales y la vegetación de ribera. Tras pasar una valla (dejar cerrada), podemos descender a la llanada que hay a la izquierda para ver la junta de los arroyos que da lugar al río Cañamares, con un característico puente metálico algo desvencijado.

Seguimos la pista principal, que mejora mucho en cuanto al firme y traza una amplia curva por el valle, pasando junto a varias casas rehabilitadas. El terreno alterna breves llaneos con subidas y bajadas abruptas hasta que, tras un giro a la derecha, nos dirigimos sin cambios de dirección por una pista ascendente hacia el norte. En unos cuantos kilómetros, las encinas dan paso a una gran extensión abierta desde la que vislumbramos la carretera que atraviesa la Sierra de las Villas, a la que llegamos por el carril que traíamos.

Bajamos por la carretera hasta el pantano del Aguascebas y emprendemos la tercera subida del día, exigente a pesar de ser la única asfaltada, hasta el Collado del Pocico. El único punto habitado de la ruta es La Fresnedilla (y, si está abierto, el bar de La Traviesa, después del collado), a mitad de la subida. Los paisajes de este remoto rincón de la sierra son preciosos, un buen preludio para lo que nos espera allá arriba. Tras disfrutar brevemente de las vistas desde el Pocico, bajamos rápidamente hasta el río Aguascebas de Gil Cobo y, siguiendo las señales del GR-247, giramos a la derecha justo antes del río por la pista ascendente que sube junto al río hacia la Cerrada de San Ginés. Aunque sólo hay un repecho duro, estamos en la cuarta subida del día y ya se nota el cansancio. Salimos de la cerrada y proseguimos por el carril de la derecha (señalizado), trazando varias curvas que nos hacen adentrarnos en un pinar. Un par de kilómetros más arriba, alcanzamos el flamante refugio de Majaserbal, que cuenta con chimenea en la zona de comedor y con barbacoa y columpios, todo un lujo gratuito.

Dejamos Majaserbal y metemos el plato pequeño, puesto que nos enfrentamos a lo más duro del día: rampas sostenidas con porcentajes muy elevados con tierra suelta. A pesar del pequeño descansillo que hay antes de la última curva a derechas, llegaremos con poco aire al final de la cuesta arriba. Sin embargo, la impresionante vista de este lugar compensa el esfuerzo realizado. Al norte, Iznatoraf resalta sobre su cerro, con Villacarrillo a los pies y el Condado y Sierra Morena como telón de fondo. Podremos identificar más de un pueblo, pues la vista alcanza hasta, por ejemplo, Chiclana de Segura. Al oeste, el Aguascebas y todo un rosario de sierras flanqueando el valle del Guadalquivir, con Sierra Mágina como protagonista. Al sur, Pedro Miguel, casi al alcance de la mano, con el antiguo refugio-caseta de vigilancia perfectamente visible. Al este, el resto de la Sierra de las Villas, con el Blanquillo dominando y el Caballo Torraso a su izquierda.

Comenzamos la bajada por el carril, prestando mucha atención a la grava, la piedra suelta, las piñas y los badenes de cemento, a veces ocultos bajo la pinaza. La nava que hay en el manantial del Tejo anticipa lo que está por venir: el altiplano de Jabalcaballo, con el Pardal dominando al fondo y Peña Corva a nuestra izquierda. Seguimos la pista de la izquierda, hacia Peña Corva, pasamos junto a este monumental risco y, rolando hacia el sur, empezamos a hacer gala de nuestras dotes de equilibrista en bici, puesto que la pista se torna camino casi de cabras y, antes de llegar al Cortijo del Pardal, se convierte en vereda.

Gracias al GR-247, la vereda está perfectamente marcada hasta La Zarza. Aunque empezamos subiendo entre pinos jóvenes, casi siempre descenderemos, alternando tramos ciclables con pedregales inmisericordes y pinares con tramos de carrascas, quejigos de gran porte y caducifolios diversos. Las personas más hábiles se bajarán de la bici en menos ocasiones, pero la subida que hay antes de la Nava del Puesto nos obligará a echar pie a tierra, sin duda. Terminamos la bajada por un tramo empinado y la pista de La Zarza nos sabrá a gloria, a pesar de comenzar picando hacia arriba.

Sin olvidar las dos vallas que habremos de pasar y cerrar, recorremos el camino hasta el Puerto de las Palomas, donde el suave y casi dulce asfalto nos permite volver hasta el punto de origen o, como en nuestro caso, cien metros más arriba, directos a la rehidratación.