El Pedroso-Las Jarillas-Upa-El Pedroso

Nueva ruta por los montes, pero esta vez en la sierra norte sevillana, una zona de espectacular belleza cercana a la capital pero no muy conocida por los urbanitas habitantes de nuestra provincia.

Iniciamos la marcha trece intrépidos compañeros de fatigas y aunque parezca obvio decir que la mañana era soleada y fría, no nos dimos cuenta de lo que nos esperaba hasta que comenzamos a atravesar los senderos de bosques de pinos camino de Las Jarillas. En aquellos caminos, la humedad y la tempranera falta de luz hacía que la temperatura estuviera cercana a los cero grados provocándonos un frío intensísimo como nunca había sentido durante cualquier otra ruta. Sin embargo, estas condiciones provocaron que los senderos nos gratificaran la vista con un manto de escarcha blanca de espectacular belleza.

Aunque El Arroyo del Parroso llevaba poco caudal y evitó que pedaleáramos con los pies húmedos durante el resto de la ruta, más de uno echó de menos alguna cuesta para poder entrar en calor, el cual comenzamos a sentir cuando el sol empezó a hacer acto de presencia a nuestro paso por la finca de las Jarillas.

Las vistas desde la caseta forestal de esta finca son indescriptibles, dejando grabada en nuestras retinas la imagen del inmenso embalse de Los Melonares con la sierra norte de Sevilla de fondo.

Tras un divertido y serpenteante descenso, nos avituallamos al pie del embalse de Los Melonares antes de iniciar la ascensión a la única dificultad montañosa que nos esperaba; una subida a un bosque de galería a través del cual esperábamos poder observar algún ciervo que animara nuestro pedaleo.

Sin embargo, esta sierra no tiene la magia del andévalo onubense, y se encuentra plagada de vallas y de batidas de caza por doquier, que nos recuerda la existencia pasada y presente de clases elitistas a las cuales les molesta la presencia de bikers por sus dominios.

Tras un intercambio de opiniones con ciertos veladores de batidas iniciamos una silenciosa, pausada y agrupada ascensión por esa larga cuesta de 6 milómetros sin observar venado alguno, aunque sí algún que otro disparo y cruce con despistados perros de caza que habían perdido la pista de sus presas.

El pedaleo de los últimos kilómetros fue algo más alegre ya que el recuerdo de la ruta y la temperatura acompañaban nuestro ánimo, llegando de nuevo a El Pedroso con el moral por las nubes después de haber disfrutado de una magnífica compañía y un entorno de ensueño.

Como colofón final, la mayoría del grupo pudimos disfrutar de un merecido almuerzo, donde estuvimos magníficamente atendidos y pudimos comentar los mejores momentos de la recién finalizada aventura.