EL SOPLAO 2023 CANTABRIA

EL SOPLAO 2023 - Crónica de una odisea
--------------------------------------
Aunque los pronósticos hablaban de Noé volviendo a surcar las aguas con su arca, nos levantamos animosos el sábado desafiando a las previsiones. Como castigo, el día nos recibió con el primer chaparrón de la jornada mientras cargábamos las bicis al rumor de las olas de Oyambre. Nos dirigimos hacia Cabezón de la Sal con la nube persiguiéndonos como en un tebeo de Ibáñez, pero conseguimos despistarla y cuando llegamos no llueve. Vamos hacia la salida ya preparados y nos ponemos a esperar a eso de las 7:20. Es evidente que hay mucha menos gente que el año pasado (al final somos unos 1800). Mientras esperamos la salida, aguantamos el segundo chaparrón de la jornada, furibundo y desanimante, que acaba parando y da paso al tercero (el discurso de Revilla :-) ) Sobrevivimos a todos ellos y a las 8:00 se da la salida. Solo tardamos 3:30 en cruzar el arco. Empieza bien.

La organización ha diseñado sabiamente (y con un punto de sadismo por el desnivel) el recorrido para evitar embotellamientos, y hay que decir que lo ha conseguido. Nos dirigimos hacia el puerto del Moral, y es el único tramo que consigo seguir a David, pues según empieza a picar para arriba ya lo voy perdiendo (las dos horas y pico que me sacó al final se empiezan a justificar). Este puerto es largo y tendido (creo que es el que dio origen a la famosa frase) y tardo hora y 45 en llegar arriba. Por el camino escucho los lamentos de alguien con una bici eléctrica porque subiendo en modo eco se sufre(?). Yo subo en modo esco (jonao).

LLego a la bajada con alegría (mi alma endurera me pide bajar a tumba abierta, aunque me modero para mantener la integridad física) y me cruzo con Fede. Nos juntamos al final de la bajada y ya seguiremos juntos toda la carrera. Atacamos el puerto de Cruz de Fuentes (que sale ileso), un espectacular puerto el doble de largo que el Moral e igual de tendido. Bajadote a continuación (ya llevamos 4 horitas) para empezar la subida de Ozcaba (se acabó la tendidez). Como agradecimiento, mis músculos me obsequian con los primeros calambres en el km 57. Digamos que podría haber iluminado Madrid el día de Nochevieja. Madre mía, ¡y no me queda ná! Como ya me conozco, paro, como, bebo, blasfemo, vuelvo a beber y a blasfemar y continúo. Conseguimos llegar arriba al Tambuey (km 64) donde avituallamos en condiciones y a bajar a tumba abierta de nuevo.

Llegamos al tramo de carretera que nos lleva de Correpoco a Negreo. Como soy muy obediente, según cojo el llano en Correpoco me tengo que parar, porque los calambres ahora mismo podrían iluminar Nueva York. La mejor carta de presentación para mostrar al señor Negreo. Que Induráin nos coja confesaos. Aplico de nuevo el algoritmo parada-bebida-estiramiento-blasfemia varias veces y consigo continuar con muuuuucha calma hasta el pie del Negreo. Allí me paro y desafío con la mirada a la primera rampa de hormigón rayado. Me devuelve la mirada y me acojona, así que decido tomarme un gel de uranio enriquecido que me dio Ignacio para casos de emergencia y empiezo a subir. Milagrosamente, los calambres ya no volverán a aparecer, aunque llevo cuatro días brillando en la oscuridad.

El Negreo pone a todos en su sitio, y el mío está al fondo de la clase. Pero consigo subir todas las rampas sin casi poner pie a tierra (salvo algún trocito). Fede y yo sentimos la espada de Damocles del tiempo de corte arriba del Negreo (las 16:00), así que lo damos todo ¡y conseguimos llegar a tiempo! La Guardia Civil en moto nos adelanta por la subida. Nos los encontramos en el avituallamiento arriba del Negreo e intento renegociar con ellos la hora de corte. La falta de riego en el cerebro produce efectos muy raros. Avituallamos rápido y seguimos hacia el corte antes de que nos detengan y cogemos otra bajada ¿sabéis como? Pues eso. El paisaje, los pocos segundos que puedes apartar la vista de la pista, es casi digno de la paliza de subida.

Como no hay situación mala que no sea susceptible de empeorar, para llegar a la segunda subida al Negreo nos regalan una trayectoria dentro de la jungla por un barrizal digno de película del Vietnam, así que tranquilidad para que no nos traguen las arenas movedizas. Sobrevivimos a esa trampa y aún tendríamos para terminar una bajada medio endurera con terreno resbaladizo que a mi me dio la vida pero a otros casi se la quita. Conseguimos sortear la trampa y llegamos a Rozadio, donde bebemos un poquito y los más optimistas lavan sus bicis. Insensatos. Como no hay tiempo que perder, pues hay otro corte a las 19:00 arriba del Negreo, volvemos a atacarlo pero se defiende muy bien, el jodío. Por esta cara es mucho más tendido, así que conseguimos llegar arriba a la hora prevista, no sin antes aguantar el último chaparrón del día. Por cierto, no encontramos avituallamiento y es que no lo han puesto, así que tras un bonus-minipuerto adicional (desde donde se ve casi toda Cantabria) empezamos otra bajada tremenda que nos llevará a Fuentenansa.

En Fuentenansa nos espera la mejor sorpresa del día: un avituallamiento con tortitas de maíz recién hechas coronadas con cinta de lomo a la plancha y queso opcional (aprovecho para agradecer a todos los colaboradores y gente animando, dándonos pañuelos, agua, limpiándonos las gafas ... lo mejor del Soplao, vamos). Nutricionalmente tal vez no es lo más potente, pero a Fede y a mi nos elevó tanto el espíritu que ni nos molestaba ya el sillín. Vamos, que no tuve que comer nada más en el resto de la ruta. Y aún quedaba el temible Monte A.

Qué decir a estas alturas del Monte A. Una vez pasados todos los cortes, para terminar habríamos subido el Everest si hubiera hecho falta. Y a fe mía que las primeras rampas de Monte A no lo desmerecen. ¡Vaya pasada para llevar ya 125 km y 4000 m de desnivel! Así que aquí si que hubo que poner pie a tierra alguna que otra vez, que se trataba de llegar vivos. Poquito a poco escalamos el puerto y llegamos arriba, desde donde divisamos el coche escoba escoltando a los últimos al pie del puerto. Pero ya todo da igual, quedan los 17 km de bajada y llaneo hasta los Campos Elíseos de Cabezón y ya nada nos va a detener. Salvo la Guardia Civil, que en la carretera a Cabezón se nos empareja para sugerirnos amablemente que hagamos el favor de ir por el arcen, que aquello sigue abierto al tráfico. Lo que usted diga. ¡Qué gran labor hacen ustedes! Mejor acabar en la meta que en el cuartelillo.

Conseguimos llegar con las últimas luces del día a la meta y entramos Fede y yo a la par, con una sonrisa más ancha que el manillar. Beso la medalla que tanto nos ha costado ganar y doy por bueno todo el esfuerzo. Soplao, lo conseguimos. 150 km y casi 5000 de desnivel. Una salida popular, vamos.