Gelsa - La Sabina Milenaria (retuerta)

El itinerario hasta la sabina centenaria de Gelsa permite pasear por una muestra del paisaje estepario sobre yeso de la Depresión del Ebro. El camino pasará en su primera parte junto a cantiles yesosos. El yeso es una roca muy erosionable y las paredes de los cortados van desmoronándose lentamente, dando lugar a estos valles profundos. La abundancia de huecos y la protección de la verticalidad hacen que estos cortados sean apetecidos para nidificar por las aves que utilizan agujeros, como el mochuelo, el cernícalo o la paloma zurita.

Las zonas llanas son cultivos de cereal de invierno en régimen de año y vez (se siembra un año y se deja descansar la tierra al siguiente). El paisaje cerealista es sólo aparentemente monótono, ya que las estaciones marcan un variado cromatismo: verde en primavera salpicado del rojo de la amapola y el blanco de la rabaniza, amarillo en verano con las rastrojeras y gris barbecho en invierno.

Allá donde se mantiene la vegetación natural, es un mosaico de albardinar en suelos profundos y romeral en las laderas y cimas de los cerros; sólo en las umbrías se alcanzará cierta densidad, en el resto del territorio es una vegetación abierta y atormentada como corresponde a un lugar de lluvias escasas y suelos con pocos nutrientes.

En una curva del camino, a un kilómetro del inicio del itinerario, se hallan los restos de una antigua prospección petrolífera. Los trabajos de perforación comenzaron a finales de la década de los años 60 del pasado siglo y el pozo estuvo activo durante 8 años, llegándose a profundizar más de 4.000 metros. Si bien sólo se encontró gas, la prensa de la época anunció con grandes titulares el hallazgo de petróleo en Gelsa.

Hacia el final del trayecto aparecen dispersos ejemplares de sabina albar de diferentes portes y edades, restos los árboles viejos del sabinar que cubría la zona y avanzadilla del mismo en el caso de los arbolillos jóvenes. La sabina, capaz de soportar las sequías, el invierno gélido, la canícula sofocante y el yeso del suelo, es el único árbol posible en estas estepas y ningún otro viene a sustituirlo cuando desaparece. Las sabinas tienen sexo y hay árboles hembra, que se reconocen por sus frutos azulados, y árboles macho que carecen de ellos. De germinación muy difícil, ayuda el que los frutos sean comidos por un animal, ya que el paso por el tracto digestivo ablanda los duros tejidos de las semillas y se contribuye, además, a su dispersión, que puede ser lejana si se trata de un ave frugívora.

Al final del trayecto encontraremos una de las sabinas más bellas de la comarca. Se trata de un ejemplar femenino de dimensiones notables: casi 1 metro de diámetro en el tronco, 15 metros de diámetro de copa y 10 metros de altura. Una reciente concentración parcelaria en la zona permitió dejarle un espacio sin cultivar para evitarle los males del arado en las raíces y las ramas más gruesas han sido cableadas para darles firmeza, después de que una de ellas fuese desgajada por el viento. Este ejemplar está catalogado como “árbol singular” por la Diputación General de Aragón.