III Titán Matacucos. Venialbo 2018.

Un año más nos hemos acercado hasta Venialbo a disfrutar de esta ruta con nombre un tanto pomposo (por lo de Titán, digo). Ha estado fenomenal. El recorrido es de lo mejorcito que se puede hacer por la zona, aprovechando la continuación del teso de las Contiendas (que cambia de nombre por aquí: las Luceras, más adelane las Laderas...) así como los pinares y encinares de los alrededores. Empezamos a las 9,30 dando una vueltecita a Venialbo que nos puso de nuevo en la línea de salida para, a la segunda, comenzar definitivamente la marcha. Enseguida subimos al teso y atravesamos varios kilómetros de bosque (juraría que encinares, pero no me acuerdo bien de si en lugar de eso fueron pinares). Sergio y yo íbamos a muy buen ritmo, porque las condiciones lo permitían. En el kilómetro 14 nos bajaron del teso solo para hacernos volverlo a subir por otro lado y concatenar tres subidas que la organización bautizó como "las tres Marías" con carteles alusivos al esfuerzo que nos esperaba. Hay que decir que, aparte del sentido del humor de los cartelitos, la señalización ha sido de diez. Ni un pero. Bueno, pues eso, que seguimos bien, aunque Sergio ya iba diciendo que íbamos muy rápido, que había que aflojar (me voy a guardar este recuerdo en la memoria, porque casi siempre las cosas son al revés, Sergio tirando y yo sufriendo). Así que bajamos un poco el pistón para seguir juntos hasta el primer avituallamiento del km 23. y nos separamos, porque yo iba a hacer la larga (60 km.) y mi compadre la media (50 km.) Subidas y bajadas suaves primero, alguna bajada más rota y revirada (¡y divertida!) después, pinares y arena, fueron el condimento de los siguientes 20 kilómetros. Por cierto, que la arena este año se ha notado menos o ha estado menos presente, no sé, quizás las lluvias las han apelmazado un poco. Y así, casi sin darme cuenta con la compañía intermitente de un extremeño que me gritaba "vamos pollooo" (bueno, a mí y a todo al que adelantábamos). llegamos a los últimos 15 km de llanura o cuestas muy suaves. Los hice lo más rápido que pude sin dejarme los hígados en un día en el que me he encontrado muy bien. En meta me esperaba Sergio que había llegado tan bien como yo. Y ya, para casa. Hoy no nos quedamos a comer. Ah, y si os preguntáis por el Manolón, ya sabéis, otro diez que le ha caído. ¡Que melocotonazo, Dios mío!