Llanos de Arance - Majal Alto - Centenares - Aguamula

Ruta que se divide en tres partes claras: el primer tercio es una larga subida por pista, el segundo una concatenación de tramos de sendero de diferente dificultad, básicamente en bajada, y un tercio final de bajada por pista.
Las pistas son algo incómodas, con un firme tipo grava gruesa, por donde la bici ni rueda ni se controla bien.
Los paisajes son muy atractivos, con impresionantes cortados y profundos valles boscosos. Además pasaremos por diversos poblados rurales abandonados.

DESCRIPCIÓN DE LA RUTA

Tras desayunar en el bar del camping Llanos de Arance, salimos con algún grado bajo cero por la pista que rodea el embalse del Tranco, por la cola del mismo, este día bajo de agua (sólo se veía el cauce del Guadalquivir).
Progresivamente aumenta el desnivel de ascenso, sobre todo a partir de tomar un desvío a la derecha, por el llamado Camino de la Cuesta de Mirabueno, que asciende paralelo, pero lejos, del arroyo del Aguaderico, entre bosque mediterráneo poco compacto (foto 1) y algo de pinar en la parte más baja.
Este tramo de subida enlaza con otro similar, al tomar un cruce a derecha por el Camino de los Alguaciles, que nos llevará a los pies del Maja Alto, que nos ofrece las vistas de la foto 2, con el Puntal de las Cabras en primer plano, el Castellón de los Toros detrás con su plana cima, y finalmente las cumbres y cortados del Banderillas, bajo los cuales nace el río Aguamula, y por donde haremos la vuelta.
Estos dos primeros tramos enlazados de subida por pista totalizan (desde que empieza la subida, poco antes del desvío inicial) 9,9 km y 838 m de desnivel ganado (8,4% de pendiente media).
A pesar de estar a 1.488 m sobre el nivel del mar, no perdemos más que unos 100 m de altura mientras el Camino de los Alguaciles pasa a llamarse Camino de la Cuerda y nos deja en el poblado abandonado de las Canalejas, junto al arroyo del mismo nombre, y que conserva ruinas, siendo la iglesia la mejor conservada (foto 3), y el cementerio.
Sin más novedades nos plantamos sobre otra aldea abandonada, aunque con cierto uso, como es la de los Centenares, donde nos comemos el bocata que nos han hecho en el camping, mientras disfrutamos de un día primaveral de diciembre, mirando los roquedales que esconden el mirador de Juan León.

Retomamo la ruta con un nuevo tramo de ascenso para recuperar el Camino de la Cuerda, que ahora se llama de las Espumaderas, que finalmente se pierde y convierte en senda, a la altura del Cortio de la Cabaña, para enfilar un pequeño desfiladero rocoso (foto 4) que esconde algún corredor y canchal curioso.

El Camino de las Espumaderas nos lleva sobre el nacimiento del Arroyo del Hombre y el Collado de los Frailes, donde dejamos el camino con ese nombre y tomamos otro menor que bajará largo rato en paralelo a dicho arroyo, ya en claro descenso.
El primer tramo de bajada no tiene particular atractivo y nos deja en el poblado abandonado ubicado en la Hoya de la Albardía, con agradables praderas junto al arroyo.
Tampoco cambia mucho el tema hasta llegar a unas casas abandonadas en la Tiná de las Hoyas, desde donde tenemos otra buena vista del Banderillas y de la cerrada que forma el río Aguamula (foto 5).

A partir de aquí el descenso se endurece y afrontamos el tramo que más me gustó, por estrechos senderos entre bosque, con poco descenso, hasta llegar a un collado sobre los Cortijos de Cubero, con buenas vistas.
Entonces el descenso se endurece en pendiente, y empieza a enlazar tramos mucho más técnicos con abundantes revueltas, en el que tenemos que echar pie a tierra en numerosas ocasiones, junto a un nuevo arroyo que ya no es el del Hombre.
De esta guisa llegamos a una serie de casas en el lugar llamado La Fresnedilla, donde alcanzamos una pista en un mirador sobre la ya mencionada cerrada o Recodo de Aguamula, de impresionantes vistas sobre los imponentes farallones del macizo del Banderillas.
No desaprovechamos la ocasión de acercarnos, a pie, hacia el nacimiento del río Aguamula, que truena bajo el mirador. No llegamos al nacimiento, a pesar de caminar a toda velocidad penosamente entre densa vegetación siguiendo sendas de animales, a lo que no ayudó el escaso cauce del río. Todo lo que no impidió disfrutar de agradables paisajes rivereños (foto 6).

Cerramos la ruta con una anodina bajada por pista forestal, en la que no te podías despistar por el traicionero estado del firme, aunque tampoco la bici corría demasiado, mientras las sombras del fondo del valle nos traían un frío que ya habíamos olvidado hace horas.

Llegamos al camping con ganas de un café caliente que disfrtamos en el bar junto a la chimenea, tras sólo 38 km y 1.330 m de desnivel ganado, en 3,5 horas sobre la bici, pero casi 6 horas de excursión, incluido el paseo por el Aguamula.