Pereruela, Arcillo, Sogo, Sobradillo, Malillos, La Tuda, Las Enillas.

Pues una vez más hemos visitado la comarca de Sayago. Es la misma ruta que hice hace unos meses y merece muchísimo la pena. Empecé está vez desde Pereruela, porque no quería pasar de cuarenta kilómetros. Aparqué el coche en la gasolinera donde suelo repostar, bajé la bici y... se me acercó una chica a decirme que ese era un reservado para clientes. Le dije que yo lo era, pero con muy buenas palabras me instó a largarme de allí (se ve que allí hay mucha demanda de aparcamiento, como en Manhattan o así...). En fin, que a las nueve me puse a lo mío: a dar pedales. Temperatura fresca 15°, aunque ideal para hacer deporte y a disfrutaaaar. El primer tramo pasa por debajo de la carretera de Bermillo y sube en dirección al puente de las Urrietas por un camino muy divertido lleno de piedras y pequeños saltos (no más de 20-40 cm.). Fauna destacable en ese tramo: la abubilla para Eugenio y un par de conejitos para Toño. Del puente hasta Arcillo también es precioso, con enormes rocas de granito y los caminos entre encinas y cortinas de piedra (paisaje 100% sayagués). Esta vez me acompañaron unos cuantos abejarucos, uno de los pájaros más vistosos que podemos ver por la zona en verano. La siguiente etapa va hasta el puente romano de Sogo para seguir después hasta el pueblo del mismo nombre. También es un recorrido precioso por bosques y senderos. Un espectáculo. El apartado fauna acabó aquí, con un zorro tumbado en mitad del camino a la sombra de un árbol. Salió escopetado en cuanto me vio. Quedaban más o menos tres tramos: Sogo-Malillos, Malillos-Sobradillo de Palomares y Sobradillo-Pereruela (Pasando por La Tuda y Las Enillas). De Sogo a Malillos hay juncos en un buen tramo y lo demás no es destacable. De Malillos a Sobradillo una maravilla. Caminos escondidos y bajadas entre árboles. De lo mejorcito. Y pasado Sobradillo, ya sabéis, unos cientos de metros bien y luego caminos anchos por la zona de La Tuda y Las Enillas (todavía bonito). Para terminar, unos toboganes (me costó) en los que una bandada de diez o doce perdices que se espantaron a mi paso me dieron un susto de muerte. Cuando llegué a Pereruela otro disgusto: 39 km y algo. Me tocó completar hasta 40 deambulando un rato para cumplir con las estrictas normas de control de endomondo. Muy contento. Ah, y me fui sin repostar. ¡Faltaría más!