Salvaleón(No te metas pa lo hondo del Monte Porrino)

Porque si te metes, puedes perderte, que es precisamente lo que me pasó. Pues no iba yo tan tranquilo siguiendo una ruta para ver la tumba del Moro y del avión accidentado cuando lo primero que veo es a una cabra que tenía la cabeza metida en una pequeña encina protegida. Meterse es fácil, pero salirse con los cuernos tocando en la protección de alambre, eso es más difícil... y allí que fue al rescate. Al principio se puso muy arisca, pero cuando la liberé la cosa cambió. Se fue saltando contenta en busca de sus semejantes. Ahí me porté como un buen samaritano cabrío, sin segundas.
La ruta seguía plácidamente hasta que en un momento despareció el camino, la senda, el sendero y su puta madre y me encontré más perdido que un grillo en una caja de zapatos, pero mis nervios no se alteraron pues solo había que seguir la ruta que marcaba el Wikiloc y eso es lo que hice , hasta que encontré la senda y el camino. Más adelante vi a un ciclisto y resultó ser Antonio, hermano de Canchales chico cuya ruta estaba yo siguiendo. Que para dónde vas, que de dónde vienes y etc. Que yo voy a la tumba del Moro, pero el no tenía cuerpo para una ruta más larga así que cada uno seguimos nuestro camino. Yo volví a dejar camino y me extravié entre jaras y retamas y, con pie a tierra, mirando el Wikiloc, llegué al camino. Lo gordo estaba por llegar : en la cerca donde está la tumba del moro y después del camino hollado, empezó a desaparecer y a embarrerarse el terreno, de manera que pie a tierra en donde mis delicadas pantorrillas fueron arañadas por todo tipo de yerbajos y espinos, y aquello no tenía fin. El camino lo hice al andar, pero tú , ciclisto, no sigas este que te espinarás. Mis fatiga aumentaba, el agua disminuía y el camino se resistía. Pero como la línea verde estaba allí o casi, el tema era seguirla hasta que por fin sonara el ruidito del acierto, como así sucedió un tiempo más tarde. Llegado pues a la portera, cogí el pendingue para salir del Monte y llegar a las asomás.
La próxima será acompañado por algún avezado ciclisto que guíe el camino hasta la tumba del Moro en donde diré: Al Hamdulilá.
Haya salud para diez mil rutas más.